Joaquin Phoenix vuelve a demostrar por qué es un verso suelto en la industria de Hollywood. Disfrutar del actor estadounidense –nacido en Puerto Rico– en la gran pantalla ya se puede elevar a la categoría de acontecimiento, pero el hecho de convertirse en un veterano de guerra deteriorado –e impotente antihéroe– despierta aún más el interés de la crítica.
En realidad, nunca estuviste aquí es un experimento a la carta dirigido por la británica Lynne Ramsay, lleno de flashbacks, basado en la novela homónima de Jonathan Ames. Y una reflexión sobre un virus que actúa como la termita sobre la madera: la facilidad con la que se puede corromper al ser humano. Desgarrador y angustioso por momentos, el thriller se apoya en el sucio negocio de la pedofilia para desarrollar el personaje de Joe, interpretado por Phoenix, reconvertido a sicario justiciero y capaz de rescatar a niñas de la trata de blancas, aunque para ello tenga que arriesgar su vida.
Vive con su madre anciana, lleva barriga a cuestas y presenta un aspecto desaliñado que, claro está, cae como anillo al dedo en la percha del protagonista. En el fondo, busca una redención moral del clásico arrepentido atormentado, muy al estilo del Taxi Driver de Scorsese. Sin pretender equipararse a De Niro, él mismo ha reconocido que esto fue clave para que aceptase el papel. El filme, por cierto, ya acumula premios como el de mejor guion y mejor intérprete masculino en el Festival de Cannes, pero no optará a los Oscar porque el reglamento de la Academia estipula que las películas candidatas deben haberse estrenado a lo largo del año anterior, y esta lo hará en febrero de 2018. Incluso en esto, todo lo que rodea a Phoenix es particular.
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