“Lo primero, buenas noches… A causa del virus VIH que he contraído tendré que retirarme de los Lakers… hoy. Solo quiero dejar claro que que no tengo la enfermedad del sida porque sé que muchos de vosotros queréis saberlo, pero sí el virus VIH. Mi esposa ha dado negativo, pienso seguir viviendo mucho tiempo e incordiando como siempre he hecho”. Hace 26 años, el 7 de noviembre de 1991, la leyenda del baloncesto Earvin ‘Magic’ Johnson comparecía en el Forum de Inglewood para comunicar que era portador del virus de inmunodeficiencia humana.
Desde aquel día, el baloncesto perdía su magia, pero la sociedad ganaba al abanderado de la lucha contra la estigmatización del virus. Y todo fue una absurda casualidad. El icono de Los Angeles Lakers iba a renovar su contrato, y para ello debía pasar un mero trámite en forma de reconocimiento médico. Si todo estaba okey, se firmaría una póliza que asegurase sus maltrechas rodillas, y a seguir repartiendo asistencias… Pero aquella negociación nunca llegó a buen puerto.
Pasarían dos semanas hasta el anuncio oficial. El base de más de dos metros se entrenaba con normalidad en Utah, volvió al hotel y recibió una llamada en la que se le decía que volviese inmediatamente a California para escuchar en vivo los malos presagios. La psicosis por un posible contagio de su entorno, unida a la desinformación de la época, le hizo tomar cartas en el asunto, así que con traje oscuro y micrófono en mano, la eterna sonrisa de la NBA se ponía seria para que no continuasen los rumores. “Si hubiera sabido lo que sé hoy, no me habría retirado. Pero no lo sabía. Nadie lo sabía. Así que solo me quedaba apechugar con lo ocurrido”, explicó años después.
Se convirtió en el primer fenómeno mediático en hablar sin tapujos del VIH, hecho que hizo que se le relacionase con las drogas, la homosexualidad y la promiscuidad. No le importó: la normalización que supuso pensar que cualquiera pudiese contraer el virus marcó un antes y después en materia de prevención. Y aunque volvería a calzarse las botas para ganar el oro en Barcelona 92, su objetivo se centró en recaudar fondos para la investigación y no cejar en su lucha contra el virus. 26 años después, tal y como escribe hoy en The Playbook, “la vida va a seguir continuando para mí”.