Nació en Argentina, pero Nahuel Pérez Biscayart no tiene una base de operaciones fija. A España no venía desde que rodó Todos están muertos, de Beatriz Sanchís, junto a Elena Anaya, y aunque ahora mismo es en Francia donde más trabaja, tampoco considera que París sea la ciudad en que tiene una residencia fija. “No soy de ningún lado, según los proyectos me voy moviendo”, explica el actor de 31 años. “He hecho tres películas seguidas en Francia que han funcionado muy bien, y por eso paso más tiempo allí. Pero iré allá donde me salga trabajo”. Sin duda, la película francesa con más repercusión internacional en que ha trabajado en el último año es 120 pulsaciones por minuto, ganadora del Gran Premio del Jurado en el último festival de Cannes. El director y guionista Robin Campillo se ha basado en sus propias experiencias para recrear la actividad de Act Up-Paris, con sus reivindicaciones sociales y médicas ante la pasividad de los poderes políticos y farmacéuticos, a principios de los 90. Una película implacable que celebra por igual la muerte de aquellos que nos dejaron víctimas del sida como sus vidas, y en la que Nahuel Pérez Biscayart brilla interpretando a un enfermo de sida que lucha muy activamente por su vida.
SHANGAY ⇒ ¿Te imaginabas que esta película iba a tener un impacto tan grande?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ No, es algo que uno nunca se imagina. Era un guion hermoso que me emocionó y me hizo llorar, algo que rara ve me pasa… Pero Robin [Campillo] supo crear a partir de él una buena película. Él quería que fuese una película con una gran fuerza humana, hizo un trabajo muy preciso en la preparación para que el rodaje fuese toda una experiencia.
SHANGAY ⇒ Muy intensa, imagino…
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Total. En cierto modo, debía parecerse mucho a lo que era Act Up: no había privilegios, pasábamos el día entero en el anfiteatro donde se rodaba, pasando calor, aburriéndonos en ocasiones…
SHANGAY ⇒ ¿Por qué es tan bueno tu francés?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Porque lo estudié hace seis años. Si tienes la motivación por algo, lo aprendes. A raíz del estreno de una película francesa en la que trabajé sin saber el idioma, decidí aprenderlo. No soy de esas personas que estudian un idioma durante diez años, a mí me gusta hacerlo rápido. Y poco a poco fui mejorándolo, también a base de trabajar en películas francófonas en Bélgica o Suiza. No lo aprendí con la idea de instalarme en Francia, lo que quería era tener más herramientas que poder utilizar en mi trabajo.
SHANGAY ⇒ ¿Qué sabías tú de esa lucha contra el sida en los 90 que refleja la película?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Algo sabía, aunque era muy chico. Nunca viví ese miedo hacia el VIH porque crecí con las campañas de prevención, el preservativo… Ese pavor que refleja la película cuando no se sabía muy bien qué era el sida no lo experimenté. Realmente, lo he aprendido con esta película, porque nos documentamos mucho antes del rodaje.
SHANGAY ⇒ De entre los libros y películas que viste para informarte, ¿alguno te impactó especialmente?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Un documental titulado Silverlake Life: The View From Here [de Peter Friedman y Tom Joslin]. Es de una crudeza tremenda. Una pareja de seropositivos se filman mutuamente en sus últimos meses, y se ve cómo la enfermedad les va consumiendo. No es morboso, está rodado desde el amor y es casi un acto político. Muestra lo que nadie quería ver en esa época, y por eso es tan conmovedora. Ninguna película de ficción se aproxima a lo que muestra este documental, porque el deterioro y la decrepitud en él son reales.
“La película celebra las vidas de esas personas que no quisieron dejarse morir; decidieron hacer del sexo, del baile, la música y las drogas armas de lucha, de esparcimiento y de aprendizaje”
SHANGAY ⇒ El sexo, que en aquel momento se veía en cierto modo como arma letal, se muestra en 120 pulsaciones… de manera celebratoria, y hay secuencias tan brillantes como sexys…
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Porque la película celebra las vidas de esas personas que no quisieron dejarse morir, decidieron hacer del sexo, del baile, la música y las drogas armas de lucha, de esparcimiento y de aprendizaje. También está la escena en el hospital [cuando el personaje de Nahuel está ya muy enfermo], en la que el sexo es casi un tratamiento médico, es una secuencia con muchas capas, en al que se muestra la emoción de agarrarse a la vida. Sí, el sexo es en todo momento una puerta de entrada hacia la vida.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo lograsteis esa naturalidad que se percibe entre Arnaud Valois [que interpreta a su novio] y tú en esas escenas de sexo?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Nos sentíamos muy cómodos Arnaud y yo juntos. En el casting, además de haber hecho escenas en las que lo que primaba era la actuación, hubo una sesión en la que Robin nos pidió que nos quitáramos la camiseta y estuviéramos piel con piel en un sofá, viendo hasta qué punto nos sentíamos cómodos uno con otro. Eso fue importante, porque si bien es extraño estar así con alguien que no conoces, apareció algo de hermandad que nos permitió a partir de ahí actuar. Porque para mí lo más difícil en las escenas de sexo es actuar; el acto sexual en esas secuencias tiene algo de deporte, es una cuestión física, lo complicado es estar relajado y que los textos salgan de un lugar nada tenso. Generar esa intimidad y esos instantes detenidos en tiempo fue lo más complicado. Con las luces sudas, y cuando tocabas al compañero le dabas las gracias a esas luces, porque así me imaginaba que todo era más real de lo que en realidad era [risas].
SHANGAY ⇒ A raíz de ganar la Queer Palm en Cannes, ¿fuiste ya consciente de que el impacto de la película en la comunidad LGTB era real?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Totalmente. Han sido escasas la excepciones, algunos militantes que quedaron muy traumatizados por lo que vivieron en la época no consideran que la película sea fiel. He coincidido con espectadores que vivieron lo que se cuenta que me confesaron lo mucho que les costó verla; algunos que no fueron capaces de aguantar hasta el final, y que me daban las gracias al salir. En general, está tocando a mucha gente de una manera muy íntima, y creo que por eso se puede decir que esta película tiene mucho de acto político.
SHANGAY ⇒ Me impactó ver a Pedro Almodóvar llorar en Cannes cuando explicó por qué el jurado le había otorgado el Gran Premio del Jurado a 120 pulsaciones…
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Sí, y creo que lloró a su pesar… Es que la película es a la vez vital y delicada, y creo que toca especialmente a quienes experimentaron lo que se cuenta. El tema se ha abordado con mucho amor y con una espontaniedad que ha llevado a gente a pensar que es un documental. Y no, está todo completamente guionizado. Esa es la magia del cine, que a veces la artificialidad se puede volver más natural que la realidad.
“Me encantaría que dentro de unos años los festivales de cine LGTB dejen de existir, porque será señal de que la naturaleza de los personajes ha dejado de ser una marca para las películas”
SHANGAY ⇒ ¿Cómo llevas tú la etiqueta de ‘cine gay’ que inevitablemente va unida a la película?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ No entiendo que una película en la que haya personajes LGTB inmediatamente se califique como ‘cine LGTB’. Por un lado, está bien que esas etiquetas existan, porque para la visibilidad de los colectivos es importante que estos tengan un bandera, un nombre y se unan frente a la sociedad que les estigmatiza. Por otro, me encantaría que dentro de unos años los festivales de cine LGTB dejasen de existir, porque sería una señal de que la naturaleza de los personajes ha dejado de ser una marca para las películas. Cuando la sociedad se empieza a aceptar a sí misma, las pantallas se llenan de mayor diversidad. Porque igual que hay películas que hablan de la estigmatización de las personas LGTB, en otras son simplemente personajes, con otro tipo de conflictos. Como todavía estamos intentando salir a la luz las personas LGTB en una sociedad teñida de conservadurismo, es normal que el cine lo refleje. Porque ninguna conquista social es garantía de futuro.
SHANGAY ⇒ ¿Te han preguntado mucho por tu sexualidad a raíz de la película?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ No. En Estados Unidos sí me han preguntado mucho si no me daba miedo que hacer un personaje tan explícitamente LGTB me pudiera encasillar. ¿Qué dices? ¡Si estamos hablando de ficción! Si no fueras gay y hicieras esta película, ¿qué? Es espectacular poder hacer cosas que no se parecen en nada a tu vida. En Francia no viví nada parecido; es más, algunos de los actores más heterosexuales del país morían por estar en esta película…
SHANGAY ⇒ Entonces, no tienes ningún problema en decir abiertamente que eres gay…
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ No. Lo que me molesta es que en las entrevistas nunca verás que se diga “el actor heterosexual tal”… Si no te lo preguntan desde un lugar de respeto, enseguida se convierte en estigmatizante, pero hay que decirlo y visibilizarlo todo lo posible, porque el amor es libre.
SHANGAY ⇒ ¿Ves tan actual y necesario el mensaje de la película como yo?
NAHUEL PÉREZ BISCAYART ⇒ Totalmente. Porque el desprecio de los estados por las personas más vulnerables sigue existiendo. En unos países es la comunidad LGTB la que lo sufre, en otros la afroamericana, o los musulmanes, o los palestinos… Por eso vivimos en este mundo de mierda tan injusto. La injusticia sigue reinando, pero el sistema es muy inteligente y perverso, y nos hace creer que vivimos en un mundo libre. Cuando en realidad la única libertad que tenemos es la de comprar, si tenemos dinero para hacerlo. La idea de que todos tenemos las mismas oportunidades es una mentira de la democracia actual. Por suerte, las nuevas generaciones vienen dispuestas a poner en jaque esa democracia que hasta ahora es el mejor sistema que hemos logrado implantar, viniendo de dictaduras, pero que se puede mejorar.
LA PELÍCULA 120 PULSACIONES POR MINUTO SE PROYECTA YA EN CINES.