A lo largo de los siglos siempre han funcionado los cuentos como instrumento para compartir y popularizar mensajes positivos de vocación universal. Guillermo del Toro, consciente del momento que vivimos, en el que muchos derechos y libertades son cuestionados y directamente negados, recurre a una emotiva fábula fantástico-romántica en La forma del agua.
Su impacto quedó claro en el último Festival de Venecia, en el que se hizo con el León de Oro. Opta además a 13 Oscar, siendo la película más nominada en la edición de los premios de la Academia este año. Es una gran noticia que una película así impacte por igual a los jurados más exquisitos que a los académicos no siempre tan exigentes. Hay algo universal en La forma del agua, por lo que llega con facilidad a cualquier espectador que se deje llevar por el torbellino de aventuras y emociones que propone.
Especialmente positivo es comprobar el alcance del mensaje de Guillermo del Toro, un alegato en toda regla para dar voz –aún siendo su protagonista, interpretada por Sally Hawkins, muda– a las minorías, porque aún estando ambientada en plena Guerra Fría, resulta de lo más actual. ¿Qué elementos llaman la atención en la manera en que Del Toro articula esta fábula contra el odio y la marginación? Estos cuatro.
1. La importancia de que todxs tengamos voz y la alcemos.
No es en absoluto trivial que Elisa Esposito (Hawkins) sea muda. Vive encima de un cine y vive en un permanente día de la marmota: se despierta, se masturba, se viste, se prepara la comida y se marcha a trabajar a un laboratorio secreto del gobierno estadounidense. Allí limpia y se mueve con absoluta discreción…. hasta que se enamora de una criatura, a caballo entre un hombre y un anfibio, que llega para ser estudiada… y maltratada. El amor que empieza a sentir, y la indignación al ver el trato que recibe, le llevan a arriesgar todo lo que tiene, aunque no sea mucho, por luchar contra las injusticias que observa e indirectamente sufre.
2. La importancia de colectivos que tradicionalmente son silenciados.
Elisa es muda, y mujer; su mejor amigo, Giles (Richard Jenkins) es homosexual, y la compañera del alma de Elisa en su trabajo, que además le sirve de intérprete durante la jornada laboral, es negra (Octavia Spencer, robaescenas en toda regla). Los tres viven permanentemente en su día a día la discriminación, el desplante de quienes no les aceptan como son, el rechazo violento de quienes no respetan al diferente. Y los tres, los únicos referentes inspiradores de la película, se alían para ayudar a una criatura que, como ellos, sufre en sus carnes el maltrato continuado de los verdaderos villanos de la historia, que son quienes consideran que las únicas reglas de convivencia posibles son las que ellos imponen… por la fuerza. Suena familiar y actual, ¿verdad?
3. Hay que acabar con los prejuicios en base a la apariencia física.
La criatura de la que se enamora la protagonista es, sin duda, muy distinta a los humanos que la estudian. Elisa es la única que, desde el primer momento, muestra una envidiable ausencia de prejuicios –y de miedo– hacia ella. Es más, le atrae conocer a alguien tan distinto a ella. Una actitud que sigue sorprendiendo y, de nuevo, inspirando.
4. La importancia de la solidaridad y la hermandad.
Frente al rechazo y la marginación, los protagonistas de La forma del agua hacen piña y reivindican su diferencia. Y no se dejan amedrentar por los golpes y los insultos que reciben constantemente en su día a día. Guillermo del Toro utiliza un lenguaje clásico para narrar sus aventuras, con un tono que va del fantástico al romántico, trufado de homenajes al cine de la época dorada de Hollywood y a muchas de sus divas gays, las que inspiran al homosexual Giles a seguir viviendo. Ese deseo inspirador es sin duda también uno de los motivos que han llevado a Guillermo del Toro a dirigir esta fábula. A juzgar por la acogida, hizo lo correcto al dejarse llevar por su instinto.
LA PELÍCULA LA FORMA DEL AGUA SE PROYECTA YA EN CINES.
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