Nos encontramos en tiempos convulsos que no son más que un reflejo de la constante evolución en la que vivimos. En ese incesante camino ha habido muchas luchas y hay una que sigue vigente, latente y con más fuerza que nunca: el feminismo. Lo vivo y lo comparto, hasta que llega un matiz en el que discrepo, no solo por mis creencias, sino también por empatía hacia otras muchas mujeres que pueden sentirse infravaloradas. Me estoy refiriendo al hecho de juzgar negativamente a todas aquellas féminas que gustan de lucir una imagen hipersexualizada, y concretamente de las mujeres transexuales, que para eso aprovecho este bendito rincón que me da Shangay.
Hace muchos años tuve que escuchar cómo una amiga, bien instruida en el feminismo y con multitud de valores admirables, me decía que las mujeres trans auspiciaban el machismo a través de las pertinentes cirugías y el estilo cañón. Su estocada concluyó que esa forma de ser-hacer-vestir perjudicaba a las demás mujeres. Ni que decir tiene que nos enroscamos en una discusión que hubiese hecho las delicias de cualquier talk show.
Tal reproche provenía de una mujer cisgénero que, además de cometer el error de generalizar, no se llegaba a plantear que detrás de esa visión tan subjetiva que ella tenía de un determinado colectivo, había muchos motivos que argumentar de esa imagen que tan poco le agradaba. Y puedo poner la mano en el fuego de que por su parte no había un ápice de transfobia, sino más bien un pequeño desliz dictatorial que le obligaba a sentenciar lo que sí era correcto y lo que no.
La que aquí escribe, descendiente de un matriarcado, puede asegurar que ha conocido a multitud de tipos de mujer, si es que puede existir alguna clasificación, y afortunadamente todas distintas entre sí. Cada una con sus gustos, virtudes, manías, ideología, personalidad y carácter. Por lo que resulta absurdo encerrar en una definición lo que es “ser mujer”, como si de un anuncio de perfume se tratase. Porque ser mujer es inabarcable, y así seguirá siendo. Lo mismo ocurre con el exterior, con el añadido de que el concepto de feminidad no deja de ser algo subjetivo que la mayoría de las veces se encuentra influenciado por el cine o la publicidad.
“Resulta absurdo encerrar en una definición lo que es ‘ser mujer’, como si de un anuncio de perfume se tratase. Porque ser mujer es inabarcable”
El problema real es que muchas veces la sociedad no visualiza esa misma pluralidad de las mujeres biológicas en las transexuales. Somos muchas y distintas. Puedo reconocer que hay un modelo imperante de las trans, que aunque sea mayoritario no es único, pese a que los medios de comunicación hayan llegado a convertirlo en un estereotipo que va quedando atrás. Y me niego a marginar a ese estereotipo, a mirarlo por encima del hombro tan solo porque su ideal estético se aproxime al de una playmate. No estoy dispuesta a crear bandos, porque es ahí donde se acaba haciendo una burda clasificación de rubia o morena, tacón o zapato plano, como si no fuese todo compatible.
En base a la mujer transexual, nada hay más importante que el hecho de sentirse bien con una misma y conforme con la imagen que te devuelve el espejo. Muchas optarán por un estilo sin plantearse ni tan siquiera el porqué. Otras llevaran a cabo una batalla contra frustraciones que a veces vencerán y, en el peor de los casos, parecerá no tener fin. No digo yo que no las haya que sean capaces de arreglarse, vestirse u operarse tan solo para agradar a un hombre (decirlo en plural sería cometer aquel mismo error de generalizar), pero es únicamente problema de ellas, no de las demás. Porque, como en toda lucha, cuanto más unidas estemos, será mejor.
Aquella amiga lo sigue siendo a día de hoy. Ha comprendido que no se puede juzgar a algunas mujeres transexuales porque son el resultado de un largo recorrido, y no por ello menos feministas que otras. Ahora tan solo me queda hacerle entender que la muñeca Barbie no tiene culpa de nada, ella que fue astronauta, médica y veterinaria.
VALERIAS VEGAS ES ESCRITORA Y ARTICULISTA. SU ÚLTIMO LIBRO PUBLICADO ES ¡DIGO! NI PUTA NI SANTA.