OT 2017 ha sido todo un fenómeno musical y mediático. Eso es innegable. Los chicos, que ya llevan más de un mes fuera de la academia (lo que significa siete semanas sin el canal en directo de YouTube), dieron el pasado viernes 16 de marzo su segundo concierto de la gira. Fue en Madrid, en un abarrotado Palacio de Vistalegre. Las colas para entrar eran kilométricas, miles de fans coreando las canciones más míticas de esta edición, carteles y caras pintadas con el nombre de los concursantes. De todos y cada uno de ellos. Desde grupos con gigantescas letras en las que se podía leer “Mimi”, que fue la primera expulsada del concurso, hasta muchos otros con caretas y fotos de Amaia, la ganadora de esta edición. En la pista no cabía ni una persona más, y las gradas estaban completamente llenas. Entre las personas que se encontraban sentadas, se pudo ver a profesores de la academia como Magali, la preparadora física de los concursantes, o a Roberto Leal, el carismático presentador de esta edición. Tampoco quisieron perderse el concierto los padres de Amaia, el padre de Ana War ni Bastian, el novio de Marina, quien protagonizó uno de los besos más bonitos del programa.
El concierto estuvo repleto de momentos memorables y gestos reivindicativos para la comunidad LGTB.
Marina, que desde que salió del concurso ha dedicado su tiempo a luchar e informar sobre temas de sexualidad y género (además de cantar mucho y muy bien), se subió al escenario para cantar en solitario la mítica canción de Christina Aguilera The voice within. No tuvo suficiente con erizar la piel a todos los que estaban allí escuchándola, sino que decidió aprovechar su momento para seguir reivindicando los derechos de la comunidad LGTB. Lo hico añadiendo una bandera arcoíris a su pie de micro. Un gesto que fue aplaudido por todos los asistentes.
También con la misma bandera decidió salir Mimi en una de las últimas actuaciones de la noche. La diva gay de la edición cantó Camina sujetando y ondeando este símbolo LGTB. Amaia la ayudó y en un momento se pudo ver a las dos, sonrientes, enseñando la bandera al público.
Raoul y Agoney también protagonizaron uno de los momentos más LGTB de la noche: volvieron a repetir el ya famoso beso de su actuación conjunta. “Por el amor, por la libertad y por la visibilidad”, la pareja se besó ante un emocionado público que no paraba de aplaudir y gritar. Gracias a Ragoney, Manos vacías ha vuelto a ser un himno.
Algo que ha sido posible gracias a muchos otros arriesgados besos que sirvieron para allanar el camino a la comunidad LGTBI+ actual.