Es un buen ejemplo de cómo las redes sociales te pueden cambiar la vida. “Tal cual”, afirma. Hace algo más de una década, el australiano Luke Austin, que trabajaba principalmente como fotógrafo de músicos y festivales, empezó a fotografiar a sus amigos y creó un blog en el que subía esas fotos, The Shady Beau. “Se hizo muy popular, sobre todo en Estados Unidos, y me llevó a dar forma a mi primer libro, Beau Book [2015]”. Nos lo cuenta en su visita a Madrid a promocionar el segundo, LÉWÀ.
Llegó Instagram e inmediatamente vio cómo se convertía en una celebridad. “Nunca olvidaré la primera vez que fui a Berlín; de pronto me vi en un bar… y los camareros me reconocieron, una locura. Fue en 2012”. El éxito inmediato suele ser complicado de digerir, pero no fue su caso. “A mí me sentó de maravilla”, afirma entre risas. “En aquel momento aún tenía un trabajo normal, de 9 a 17h, en Sydney. Soñaba con la manera de poder dejarlo y centrarme en la fotografía, y lo que me pasó fue el pistoletazo para ver que podía convertirse en una realidad. Desde luego, en mi caso, sin Instagram no sé si habría sucedido”.
Llegó Instagram e inmediatamente vio cómo se convertía en una celebridad.
Aunque celebra que sea tan fácil mostrar tu trabajo al mundo de la manera que lo permite la red, no todo es positivo para Austin. “Ahora mismo tengo una relación de amor-odio con Instagram”, afirma. “Porque cada vez veo a más artistas que no crean pensando en sí mismos, sino en la red social. Yo el primero. Hace un par de años, si una foto no tenía los likes que pensaba que se merecía, la borraba. O si alguna no gustaba nada, desechaba esa dirección artística”. En la actualidad, ha aceptado las normas que imperan en la red más celebrada. “Cada vez subo más fotos mías, porque al final Instagram es una herramienta para autopromocionarte. Si subo obras mías es porque un proyecto está terminado, o lo voy a exponer”.
Tanto la galería que le representa en Estados Unidos como los editores de sus dos libros le encontraron a través de Instagram, de manera que ese es otro motivo a celebrar para él. Porque gracias a su presencia en redes ha podido materializar el libro que acaba de publicar, LÉWÀ. ¿Por qué decidió centrarlo en su visión de la belleza negra? “No hice estas fotos pensando en un proyecto como este libro. Simplemente decidí seleccionar mis retratos favoritos de hombres negros”. De nuevo, influyó en él la red social en donde se mueve como pez en el agua. “Noté que cuando subía a Instagram fotos de hombres negros tenían muchos menos likes que las de modelos blancos. A mí cada vez me atraía más fotografiar a hombres de color, y al subir sus fotos, dejaban de seguirme muchos followers blancos”.
Así que adoptó una actitud en cierto modo reivindicativa, dejándose llevar a la vez por su atracción hacia un tipo concreto de modelo. “Pensé que un libro así sería en cierto modo la manera de reforzar mi actitud. Una manera de decirle a mi público, que sigue siendo mayoritariamente blanco: ‘¿Por qué soléis ignorar estas fotos en Instagram?”. Austin, que vive actualmente en Los Ángeles, está asustado ante lo que ve a su alrededor allí. “El racismo es cada vez más intenso, es horrible. Así que no está de más dejar claro que encuentro hermosísimos a muchos hombres negros”. Apenas hay cuatro desnudos integrales, cuando es algo que podría haber explotado a favor de la repercusión de un libro así, y más siendo negros sus modelos. “Casi siempre me parece más sexy un retrato si ciertas partes están cubiertas. Rara vez me siento contento con los desnudos integrales que fotografío, así que también los evito, porque siento que aún no tengo las herramientas para hacerlos realmente buenos”.
Su ideal físico fue lo que le llevó a centrarse, allá por 2008, en fotografiar a los hombres que le atraían. “Siempre había sido muy delgado, desde el instituto. Y cuando empecé a retratar a hombres, procuraba que fuesen todos musculosos”. Asegura que hace tiempo que superó esa fase. “Ahora lo que más me llama la atención son caras que me resultan interesantes, o manos… Nada que ver, ya no es cuestión de músculos para mí”.
Le da rabia que muchos de sus fans le tengan por un fotógrafo que solo utiliza a modelos con cuerpazo. “Creo que se me da bien sacar lo mejor de cada hombre que posa para mí. Y fotografío cada vez menos a tíos con tableta, muchos de mis modelos son muy delgados. ¡Pero salen todos divinos!”, dice entre risas. ¿Cuánta gente le entra por Instagram para ofrecerse como modelo al día? “Cientos. Y rara vez fotografío ya a alguien que me lo pide”, desvela. “Lo que cada vez me pasa más es que me acerco a alguien para decirle que me encantaría organizar una sesión de un par de horas con él, y flipa. ‘¿Por qué yo?’. Esos tíos que quizá no tienen a priori mucha confianza en sí mismos son a los que adoro tener como modelos. Por eso nunca utilizo a profesionales, que te da la sensación de que siempre están vendiendo algo con sus poses y sus miradas”.
Muchos fotógrafos gays especializados en desnudo masculino saben lo que es que siempre planee sobre su trabajo la sombra de que existe un elemento sexual en su motivación artística. Se da muchas veces por hecho que lo que buscan es desnudar a sus modelos o tener sexo con ellos. Luke Austin es consciente de ello. “Me molesta muchísimo”, afirma. Y habla de que existe una web en Estados Unidos que lista aquellos fotógrafos gays que han sido denunciados precisamente por ese tipo de prácticas ilícitas por modelos que las han sufrido. “¡Es larguísima! Y mi único miedo cuando la consulté era que mi nombre apareciera en ella. Porque jamás haría algo así, y odio ese estereotipo creado en torno a nosotros”.
Si existen tantos fotógrafos denunciados en esa lista, él tiene claro el porqué. “En 2018 todo el mundo tiene una cámara. En Instagram hay miles de perfiles de personas que suben desnudos masculinos… Mucha gente que ha posado para mí me ha contado historias terribles de experiencias que han tenido. Así que en mis sesiones siempre creo un ambiente que es todo lo contrario, solo me preocupa que el modelo se sienta cómodo, y en ocasiones alguno me ha confesado a posteriori que le sorprendía que no hubiera sucedido nada sexual. Nunca me he planteado siquiera ligar con un modelo, por atractivo que me pareciera”.
Como gran fan de Madonna que es, uno asume que la estrella a la que se moriría por fotografiar sería ella. Pero sorprende con su respuesta: “Ahora mismo es Frank Ocean, supongo que por lo complicado que es retratarle…”. Y, claro, porque Madonna la tiene ya cerca, dado que ha sido contratado como fotógrafo oficial del show Jean Paul Gaultier Freak Show, que se estrena en París en octubre. “Dentro de este musical habrá una pieza de vídeo protagonizada por ella, y yo voy a hacer los retratos de todo el reparto, Gaultier y Kate Moss incluidos. Desde luego, espero que Madonna también”. Si no es en esa sesión, la tendrá seguro a tiro de cámara en la alfombra roja del estreno, que también cubrirá. “Me voy a morir”, dice. Al final, es una mujer la que le hará perder los papeles tras la cámara.