A través de la cuenta de Instagram @Boorques conocíamos ayer un nuevo caso de LGTBfobia en plena Feria de abril. Lo que iba a ser una noche de fiesta acabo con insultos, patadas, empujones y un montón de hielos volando hacia las víctimas. Hoy hemos hablado con la víctima de esta brutal agresión que ha definido como transmisógina. “Es una agresión transmisógina porque soy una persona trans y desde el momento en el que entré en la caseta atacaron mi feminidad. Me agredieron por mi identidad”, explica.
Denuncia la agresión LGTBfóbica que sufrió en la Feria de Sevilla
Boorques nos ha contado que ha puesto ya una denuncia que espera sirva para ver la necesidad de crear espacios seguros para el colectivo. Lamenta que no exista un espacio realmente seguro para las víctimas cuando ocurren estas cosas. “La policía me dijo que ellos no podían más que tomarles los datos, ni siquiera llamarles la atención ni echarlos de la feria. Momentos después de la intervención policial volvimos a toparnos con los agresores…”. Se queja ya que fueron las víctimas las que tuvieron que abandonar el lugar por miedo.
La suya no fue la única agresión LGTBfóbica que ha salido a la luz en la Feria este año y, como explica, son problemas que existen en general. “Por muy respetadas que podamos sentirnos en algunos momentos, la sensación general es de incomodidad, desprecio u odio, que finalmente genera los problemas que ahora están saliendo a la luz”. Explica que uno de los lugares donde se sintió más cómodo fue en la caseta de la Policía Nacional, donde incluso subió al escenario a bailar. “A pesar de que tengo la sospecha de que la intención del DJ fue subirme al escenario para ridiculizarme, consiguió todo lo contrario… De hecho, mientras disfrutaba poniendo mi culo en la cara de toda la primera fila sentía la sensación de euforia que toda activista siente cuando está haciendo algo revolucionario”, nos cuenta.
Esta, lamentablemente, no es la primera agresión que sufre Boorques. Incluso el mismo día que fue agredida en la feria, sufrió otra agresión en la calle. “Las sufro cada vez que salgo a la calle, tanto es así que el mismo día de la agresión que he denunciado, cuando estaba de camino al trabajo me gritaron maricón por la calle, y acto seguido me cosieron a patadas”.
“Es surrealista que, aunque me agredan con toda una caseta de testigo, nadie pueda hacer nada más que tomar sus datos. Si necesitan que estemos muertas para denunciar, sorpresa…, vamos a seguir muriendo”. Es el duro mensaje que ha lanzado Boorques y que da voz a una realidad a la que se enfrenta el colectivo LGTB en muchos ámbitos. Esta necesidad de gritar lo que sufren las víctimas va unida a la necesidad de crear espacios seguros para las personas oprimidas.
Quiere utilizar la mediatización de su caso para ayudar a buscar soluciones efectivas para acabar con la lacra de las agresiones LGTBfóbicas. Como comentaba ella misma, “me gustaría que sirviese para que la justicia, la policía, el gobierno o quien sea, tome cartas en el asunto y cree protocolos de actuación reales, espacios seguros para nosotras, las víctimas, y que dejen de ponérselo tan fácil a los agresores para que se vayan de rositas…”.