Llega el verano y con él el calor, la playa y las ganas de lucir tipín. La cosa se complica cuando nos pesamos y nos damos cuenta de que hemos subido de peso. No nos preocupamos demasiado porque siempre hay una dieta fabulosa y maravillosa a la que someterse; la típica que nos aconseja un familiar, amigo o, incluso, la revista especializada de turno. La hacemos tres días y sí, ¡parece que se está obrando el milagro! Rápidamente conseguimos vernos más delgados, pero ¿Qué está ocurriendo dentro de nosotros cuando hacemos esa dieta?
Lo primero es una perdida de masa muscular y agua, consecuencias de los ayunos y de la alimentación baja en hidratos. Debemos tener en cuenta que los ayunos provocan gastritis, o úlceras gastrointestinales, y que la falta de agua no permite que los pocos nutrientes que recibimos con esta dieta “mágica” vayan a su destino puesto que es el conductor de estos.
El bajo consumo de hidratos provocará una carencia en la glucosa, necesaria para el sistema nervioso y el cerebro. Además, la falta de almidón puede dar como efectos secundarios dolores de cabeza, fatiga y mareos… A todo esto hay que sumarle la falta de energía. ¡Eso sí! A pesar de todo esto estamos encantados porque nos vemos mas delgados, pero ¿a qué precio?, ¿cuánto estamos dispuesto a arriesgar por conseguir un cuerpo delgado?
La base de una dieta saludable de adelgazamiento es una dieta hipocalórica, que aporte a nuestro organismo menos energía del que este consuma diariamente. La disminución de kilocalorías no debe suponer una disminución de nutrientes, es decir, el menor aporte calórico debe ir acompañado de un incremento en la densidad de nutrientes, así se evitan deficiencias y enfermedades de carácter nutricional.
Nos podemos encontrar muchos tipos de ‘dietas milagro’, pero todas tienen un inconveniente “el efecto rebote”, ese por el cual recuperamos casi inmediatamente el peso perdido; incluso más del inicial.
Una buena dieta, segura, nutritiva y eficaz en los resultados, se trata de un régimen dietético equilibrado que proporciona una alimentación aceptable, asequible y sabrosa. Para ello muchas veces se modifican los hábitos alimenticios y obviamente la práctica de ejercicios físicos adecuados a las características de cada persona.