Es bastante común escuchar –en su único, original e indescifrable idioma– a los húngaros hablar de su país con tremendo orgullo. Un pueblo instalado en la sonrisa que se ha sobrepuesto a diferentes influencias invasoras y cuyo legado no trasciende más allá del chascarrillo. Conservan su autenticidad, bromean con que están rodeados por su propio territorio –en 1920 se les impuso la pérdida de Eslovaquia, Rutenia, Transilvania, Temesvar y Croacia en el Tratado de Trianón, más de dos tercios de su extensión– y recurren al “tranquilo, que ya no vienen los turcos”, en referencia al asentamiento medieval del Imperio Otomano, si a los turistas les entra excesiva prisa.
La premura está justificada si en poco menos de una semana se quiere descubrir toda la riqueza cultural, gastronómica y nocturna de la imperial Budapest, una de las ciudades más imponentes de Europa que también cuenta con una escena LGTB en tremendo auge. De exportarla bien se encarga Humen Travel Tourism Association, cuyo objetivo, a través de lo que ellos han bautizado como Pink Budapest, es acercar a nuevos visitantes sus históricas y renovadas virtudes. Y son muchas…
Los clásicos Castillo de Buda y Bastión de los Pescadores, el Mercado Central envuelto en páprika –típico condimento derivado del pimentón– , el portentoso Puente de las Cadenas, la Plaza de los Héroes en honor a los fundadores de la cultura magiar o el Parlamento a orillas del Danubio (encargado de dividir la ciudad entre la monumental Buda y la occidental Pest) son solo el aperitivo más visible de sus 525 km2. Y para recorrerlos, se podrá elegir entre su sistema de metro subterráneo –el segundo más antiguo del mundo y Patrimonio de la Humanidad– los locos TukTuk hasta la Ciudadela, el tour en el utilitario soviético Trabant o una incursión en el anfibio y turístico bus flotante, pionero en Europa.
Cada uno de estos desplazamientos se puede intercalar con un refrigerio en cualquier local del renovado y pintoresco Barrio Judío, un chocolate a la vieja usanza, el clásico goulash en sus sabrosos restaurantes, un cóctel en la playa (sí, también hay playa), un destilado entre actuaciones travestis y por supuesto, un baño en sus termas naturales. Para muestra, un botón.
Szimpla Kert
Un laberinto salvaje lleno de creatividad, situado en el renovado barrio judío, perfecto para hidratarse antes de una salida nocturna. Cada rincón tiene una originalidad sin límites, está situado en un edificio abandonado destinado a la demolición que fue reconvertido en el ruin bar de la ciudad. Ahora es toda una referencia y lugar de peregrinación.
AlterEgo Club
Esta discoteca de dos plantas y música no apta para caderas oxidadas, es la mayor concentración de chulazos de la ciudad. Además, los viernes y los sábados aparece en escena Lady Dömper, la travesti más mítica del país, con un espectáculo lleno de humor y sonidos inconfundibles.
Memento Park
Gran parte de los restos del régimen comunista que vivió Hungría hasta 1989 está en esta exhibición al aire libre situada a las afuera de la ciudad. Estatuas y propaganda que teñían todo Budapest ahora están en Memento Park, también como símbolo de lucha y libertad.
Szamos Chocolate Museum
Para los amantes del dulce, Szamos es el lugar donde perderse. La popular cadena familiar, más allá de sus estratégicamente situadas cafeterías, cuenta con la opción de visitar su museo y disfrutar en directo de cómo se produce su exquisito chocolate a la vieja usanza. El resto es inenarrable.
Costes Downtown & Beef Bar + Leo Budapest Rooftop
La marca de restaurantes Costes, que desde hace un par de años cuenta con una sucursal en el centro financiero de la ciudad, cuenta con la primera Estrella Michelín de toda Hungría, y convierte cada comida o cena en toda una experiencia para los sentidos. Por su parte, Beef Bar, situado a orillas del Danubio en el Clark Hotel, tiene la selección de carnes más espectacular de la ciudad, que completa con las increíbles vistas de su panorámico Leo Budapest Rooftop, un lujo idílico. Ambos imprescindibles.
Balneario Gellert
Más de una portada de revista o escena mítica de cine se ha rodado en este balneario, construido en 1918 y cuya esencia permanece prácticamente inalterable. Sus vestuarios, piscinas de agua caliente natural y su sistema original para generar olas en el espacio principal lo convierte en todo un parque de atracciones.
Lupa Beach
En Budapest también hay arena blanca, chiringuitos ociosos y agua cristalina. Lupa Beach es un oasis de felicidad a menos de media hora del centro de la ciudad, donde poder relajarse, tomar el sol, y sentir que se está en una playa del Mar Caribe.