¿Es la homofobia una enfermedad o no? ¿Qué dicen los estudios científicos? ¿Será clasificada por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como tal? En caso de que sí que lo fuese, ¿cuál sería su cura? Parece que esta idea ya no suena tan descabellada como podría hacerlo unos años atrás.
Antes de empezar, debemos ponernos en situación. La homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental por Estados Unidos en 1973, y por la Organización Mundial de la Salud en 1999. Esto provocó que los investigadores empezasen a plantearse si la homofobia es o no una enfermedad, lo que hizo que las investigaciones en este campo ganasen mucho más terreno.
El psicólogo estadounidense George Weinberg, definió en la década de 1970 el término homofobia como «el miedo a estar incómodamente cerca de homosexuales». Dos años más tarde, en la revista científica Society and Healthy Homosexual, escribió: «Nunca consideraría que un paciente es sano si no ha superado su prejuicio contra la homosexualidad«.
Emmanuele A. Janini, profesor de Endocrinología y Sexología Médica en la Universidad de Roma Tor Vergata, afirmó que «la homofobia está vinculada a determinados rasgos de la personalidad». Además, apuntó que, «si a esto le añadimos rasgos de violencia, estaríamos ante una enfermedad psiquiátrica». Pese a estas declaraciones, el profesor italiano generó controversia en un artículo publicado en Journal of Sexual Medicine (2015), donde vinculó la homofobia con el psicoticismo, los mecanismos de defensa inmaduros y una vinculación paterna temerosa; además, calificó la personalidad homofóbica como una personalidad débil.
Janini también fue el encargado de la creación de una escala de la homofobia, la cual se utilizó para medir los posibles grados de homofobia entre 551 estudiantes. Los resultados obtenidos demostraron que el aumento de las actitudes de esta índole venía provocado por los aspectos que él había vinculado a la homofobia en uno de sus artículos más polémicos, y el cual hemos citado anteriormente. Eso sí, el italiano afirmó que «todos son problemas mentales que se pueden tratar con terapia. Tras discutir durante siglos si la homosexualidad podría ser considerada una enfermedad, por primera vez demostraron que la verdadera enfermedad que hay que curar es la homofobia«.
De igual manera, esta investigación no ha demostrado tan solo esto, sino que también ha servido para ensalzar la idea respecto a la influencia que el entorno ejerce en este tipo de situaciones, ya que es allí donde encontramos valores implícitos como la hipermasculinidad, la misoginia y las actitudes moralistas.
Para ofrecer más veracidad a dicho estudio, en 2017 compararon tres países con una composición religiosa distinta. Los elegidos fueron Italia, Albania y Ucrania y llegaron a la conclusión de que la religión en si misma no está correlacionada con la homofobia. Sí que es verdad que esta no defiende la homosexualidad, pero, tal y como apuntó Vahtang Kipshidze, portavoz oficial de la Iglesia Ortodoxa Rusa, «Odiamos el pecado, pero no al pecador.La Iglesia, basada en el precepto establecido por Dios, siempre ha concebido la homosexualidad como un pecado. Este hecho convertiría a todos los homosexuales en merecedores de un tratamiento espiritual».
Si algo tienen claro los investigadores es que la homofobia es aprendida. De hecho, los expertos en la materia aseguran que es un rasgo implícito que encontramos en el lenguaje. «No nacemos siendo homofóbicos, absorbemos la homofobia en algún sitio, ya no tan solo en la Iglesia, sino también en el deporte, la política y la sociedad», aseguran.
Los países más homofóbicos son aquellos en los que la comunidad LGTB es más invisible. ¿La razón? Es más fácil crear miedo y desconfianza en sociedades donde los estereotipos clásicos están bastante arraigados y donde dichas creencias ejercen una fuerte influencia. Pero, ¿de qué tipo de creencias estamos hablando? Concretamente, de las siguientes:
- Las personas de una minoría sexual nacen así.
- Todos los miembros de un grupo sexual se parecen.
- Un individuo puede pertenecer a un único grupo sexual.
- Una vez que conoces a alguien del grupo, conoces a la totalidad del mismo.
La solución para vencer todo este tipo de pensamientos radica en la visibilidad, sobre todo aquella conseguida a través de campañas educativas y de información pública. El profesor asistente de Psicología en la Universidad de Tennesse Patrick R. Grzanka cree que «la forma de reducir la homofobia es educando a la gente sobre los individuos que perciben sobre ‘los otros».
Por su parte, diferentes historiadores han afirmado que hubo momentos en los que el comportamiento homosexual fue aceptado, legitimado e incluso reverenciado por parte del conjunto de la sociedad. Estos hechos demostraron que, cuanto mayor sea la visibilidad, se consigue una mayor acepción por parte de la gente y beneficia de manera directa a los derechos LGTB.
En el caso de EE UU, todo lo mencionado anteriormente se ha materializado con el paso del tiempo. Su sociedad pasó de estar compuesta por dos tercios posicionados totalmente en contra de las parejas homosexuales en 1999, a reconvertir ese dato en el total de personas que en 2018 se posicionan a favor de este tipo de parejas. Incluso, en la actualidad, más del 10% de los adultos del país están casados con personas del mismo sexo, hecho que está ayudando a revertir la oposición al matrimonio gay.
No se sabe con certeza si la homofobia será clasificada como enfermedad o no, al igual que tampoco se sabe si esta tendrá cura. Lo que sí que tienen claro es que, en el caso de ser reconocida como tal, su cura está más cerca que nunca.