Parece una coña marinera de verano, y para nada… El obispo en cuestión se llama Neophytos, reverendo de la Iglesia Metropolitana de Morphou, una ciudad del noroeste de Chipre. Sus declaraciones en las que afirma que las personas homosexuales “se contagian” durante el embarazo han suscitado la polémica. Y aunque sin duda se trata de un neófito en asuntos científicos, el señor obispo tiene claro que es un problema que se transmite “por los padres al niño”.
El ‘contagio’ tiene lugar de la siguiente manera: “La transferencia de la homosexualidad ocurre cuando una pareja tiene relaciones sexuales ‘no naturales’ cuando la mujer está embarazada”. En otras palabras: practicar sexo anal durante el embarazo convierte al bebé en homosexual.
Neophytos citó a San Porfirios, un monje ortodoxo fallecido en los 90 que consideraba que los gays debían permanecer solteros y rezar por el resto de su vida. “La homosexualidad sucede cuando una madre disfruta del sexo anormal; para ser más claros, el sexo anal. San Porfirios dice que cuando a la mujer le gusta eso, nace un deseo, y luego el deseo se transmite al niño”, aseguraba. O sea, que siguiendo con la más rancia tradición bíblica, la mala de la película es la mujer.
El grupo LGTBI chipriota ACCEPT ya ha denunciado las palabras del obispo, aunque han llegado a bromear sobre cuál podría ser la explicación del lesbianismo según estos eminentes científicos. Sin embargo, no le restan gravedad al asunto, ya que los ataques homófobos son constantes en el país.
El periódico Parikiaki, un diario dedicado a la población griega en Inglaterra, publicó que tres de cada cuatro personas LGTBI calificaban de “discriminatoria y poco acogedora” a la comunidad chipriota. No es de extrañar en una región con mayoría religiosa ortodoxa en donde la celebración del Orgullo recibió un veto del obispado por ser “perjudicial para los niños”.
Un ejemplo más de lo peligroso que resulta un discurso tradicional y hostil hacia la comunidad LGTBI, que a menudo son emitidos por comunidades religiosas.