El cuerpo del hombre desnudo sigue siendo un terreno espinoso en el arte. Al menos en lo que respecta a su representación: cómo mostrarlo y por qué. La exposición Hombre objeto en Madrid insiste en los límites de nuestros propios prejuicios a través del trabajo de dos artistas de la nueva generación homoerótica.
En la larga historia de la apropiación de los cuerpos por parte del arte, desde los orígenes hasta hoy, la distancia de aproximaciones entre el cuerpo femenino y el masculino ha tenido siempre un punto abisal, de profunda brecha. La objetualización visible de la mujer desnuda y el ocultamiento de la desnudez del hombre han corrido caminos paralelos, y determinantemente significativos, en la historia de la sociedad patriarcal. Desde cualquier punto de vista, la mujer objeto contribuía al debilitamiento de la independencia y libertad de las mujeres, como si su desnudez –asumida como objeto de devoción masculina– se convirtiese en causa y/o efecto de su falta de derechos: la convertía en posesión, para esparcimiento del ojo masculino.
El hombre, sin embargo, establecía su poder en estrecha relación con el ocultamiento de su cuerpo: no era jamás un objeto sujeto a posesión. Su desnudez se consideraba indigna de su posición de dominio, por mucho que se tratara de esquivar la reflexión sobre esta diferencia apelando a una interesada visión de la superioridad estética del cuerpo femenino: bastaba con reconocerlo como “más bello” o “más apropiado” en términos estéticos para dar por zanjado el asunto. Y eso hizo el arte durante siglos, con apenas breves interludios, como en la época grecolatina o el Renacimiento.
“Ha sido históricamente el hombre homosexual el encargado de desnudar al hombre y convertirlo en objeto sexual”
Aproximadamente a mediados del siglo XX, el empuje del feminismo comenzó a cambiar esta visión. Pero con las mujeres implicadas en la recuperación de las riendas de la representación de su propio cuerpo, una parte del juego simbólico se perdió: no ha existido una reapropiación seria del cuerpo del hombre por parte de las mujeres, y su consiguiente objetualización para su placer. Quizá porque ellas eran conscientes de los males asociados a esta proceso cosificador, tan necesario por otra parte en todo lo relacionado con el juego sexual, desde el real e íntimo a su representación erótica o pornográfica.
Esta exposición viene a dejar claro otro tema: que ha sido históricamente el propio hombre, y más aún, el hombre homosexual, el encargado de desnudar al hombre y convertirlo en objeto sexual. Su deseo ha creado una resignificación del hombre como objeto, creando a la vez otras visiones tangenciales sobre este. De las que somos culpables.
La exposición Hombre objeto, comisariada por David Trullo, artista y crítico a través de su alter ego travesti, Vera Icon (que en latín significa “imagen verdadera”, no lo olvidemos), reúne obras de un fotógrafo, Santi Ruiz (Santander, 1979), y un pintor, Jean Carlos Puerto (Caracas, 1981), establecido desde su infancia en Murcia. Trullo, que en sus comienzos, allá por los 90 del pasado siglo, fue duramente censurado por las instituciones madrileñas –precisamente por insistir en las relaciones de intimidad masculinas durante la adolescencia–, coincidió con ambos en exposiciones colectivas. Y confiesa que se decidió por esta exposición conjunta por las “similitudes y el toma y daca que sus obras manifiestan entre la pintura y la fotografía: Santi Ruiz es un fotógrafo de influencia pictorialista, en sentido nada peyorativo; Puerto, un pintor que en su aproximación y su forma de componer bebe directamente de la fotografía”, apunta.
Establecida esta conexión, y el hecho de que ambos artistas hayan dedicado el grueso de su trabajo, desde sus comienzos, a la representación del hombre desnudo –en actitudes que generalmente hablan de intimidad sexual–, Trullo puede manifestar claramente su tesis: los homosexuales también hemos puesto límites ‘homonormativos’ a la representación del hombre desnudo, a lo largo de nuestra propia tradición artística, que no va mucho más atrás del siglo XIX. Y lo hemos hecho siguiendo patrones políticos que debemos cuestionar. Trullo establece los clichés: “La representación generalmente bascula entre el Apolo heroico, ese hombre masculino, musculado, viril, guerrero, y el joven Efebo, aniñado, proporcionado, más débil y poco consciente, y relacionado con el ‘pupilato’ clásico”.
Añade que durante el Romanticismo se creó otra figura, la del “hombre sensible”, que tomaba rasgos de la representación del cuerpo femenino. Para insistir en que el cuerpo es un territorio micropolítico, y que como ya han acometido algunos artistas de lo queer, hay que llevarlo a otras posiciones: desde la singularidad individual de cada cuerpo, en modo identitario, hasta su representación en modos tradicionalmente minusvalorados, casi todos relativos a su intimidad, su sensualidad y aquello que lo coloque en actitudes de indefensión emocional, o señale sus estados marginales: los tabúes tradicionales sobre el envejecimiento, el deterioro físico, la ‘pluma’ o amaneramiento, el exceso de vello o la idoneidad o no de ciertas posturas corporales…
“Subyace cierta incomodidad frente al hombre desnudo, no tanto frente al cuerpo en sí, sino a cómo éste se representa” (David Trullo)
Hombre objeto, según comenta, “no las recoge todas, obviamente, pero sí insiste en ciertos cambios. Aún me sorprende que, a pesar del relax contemporáneo sobre el tema, porque las imágenes siguen siendo muy inocuas en términos clásicos, todavía hagan pupa: subyace cierta incomodidad frente al hombre desnudo, no tanto frente al cuerpo en sí, sino a cómo éste se representa”. A pesar de que ya asumamos cierta crudeza, como la representación sin problemas de la masturbación, “antes relegada al universo del porno, de la excitación directa, no a la posibilidad estética”. Para establecer que los artistas de esta exposición “abordan el desnudo no desde la declaración de intenciones, sino desde la experiencia personal, pero sin olvidar lo que generaciones anteriores hicieron, desde los pioneros a la suya. Ni las relecturas que provocan: ambos practican una irónica revisión de muchas imágenes de nuestra memoria visual, donde la relación entre figura y fondo y objeto y sujeto se prestan protagonismo”.
OBRAS DEL fotógrafo Santi Ruiz y EL pintor Jean Carlos Puerto
Hombre objeto se puede visitar hasta el 22 de noviembre en la Factoría de Arte y Desarrollo (c/Valverde, 23 · Madrid).
Más información en www.factoriarte.org