Nueva York celebra el Orgullo los 365 días del año, desde hace ya medio siglo. Seguro que a estas alturas –contamos con un reportaje extenso en las páginas de este anuario–, las revueltas en el mítico club Stonewall Inn –declarado monumento nacional en 2016–, cuando numerosas personas del colectivo LGTB se unieron contra la represión policial, no son ajenas a casi nadie. Seis días de altercados, que empezaron el 28 de junio (fecha en la que se conmemora en la actualidad el Día Internacional del Orgullo LGTBI) de 1969, sembraron futuras semillas de unas reivindicaciones de derechos que allí darían comienzo poco después –en España fue después de la muerte del dictador Franco, en 1977–, y que han desembocado en la ‘manifiesta arcoíris’ tal y como hoy la conocemos. Un viaje de cincuenta años de lo más emocionante con el que celebrar todo el camino recorrido, en una la ciudad que fue testigo del momento más importante de la historia de la lucha LGTBI.
Y es que la Gran Manzana, igual que ahora es uno de los principales destinos para el turista LGTBI y gran activo económico –la oficina de turismo neoyorquina hablaba de un impacto de 259 millones de dólares doce meses después de la aprobación en 2011 del matrimonio entre personas del mismo sexo en el estado–, siempre tuvo un imán para las minorías y los colectivos tradicionalmente discriminados. Desde los primeros asentamientos en Fire Island, a un par de horas por carretera de la urbe, donde miembros del colectivo LGTBI ya vivían abiertamente fuera del armario antes incluso de las revueltas. “El nombre de Stonewall y lo que allí pasó es algo conocido en todo el mundo. Y creo que en Nueva York nueve de cada diez personas lo tienen presente y conocen la historia. Es una cifra enorme, porque los neoyorquinos se preocupan por los Derechos Humanos”, nos explicaba Fred Dixon, presidente de NYC & Company, después de firmar en febrero un acuerdo de colaboración para potenciar el intercambio cultural y de ocio entre las dos ciudades con el director de Turismo del Ayuntamiento de Madrid, Miguel Sanz, y pasar por FITUR (la primera vez que la ciudad de Nueva York estaba presente en la feria con un stand individual). “Nueva York es una ciudad global, construida sobre la diversidad, y es algo de lo que estamos muy orgullosos. Y más aún de que las reivindicaciones comenzaran en Nueva York, y de que nadie se olvide de por qué Stonewall es tan importante. Es una oportunidad única de hablar de lo histórica que es nuestra ciudad para la comunidad LGTBI en lo que a la lucha por la igualdad se refiere”.
Una lucha que, por cierto, se ha vuelto más necesaria que nunca: “Tenemos que continuar celebrando nuestros progresos, y ser conscientes de que en otras partes del mundo se sufre por ser LGTBI. Debemos mantener el Orgullo que organizamos anualmente, y construir una comunidad todavía más numerosa. Es un momento muy importante para celebrar de dónde venimos y luchar por todo lo que queda por conseguir”, explicaba. También su país, donde la Administración Trump anda torpedeando sin cortapisas la igualdad. “¡No sabíamos nada de Trump cuando ganamos la candidatura del WorldPride!”, recuerda. “Pero esto hace que todavía sea más necesario recordar que la inclusividad y la igualdad importan”. Y vuelve a dejar claro que Nueva York no es solo una ciudad estadounidense, sino una ventana arcoíris al mundo. “Sentimos que somos diferentes al resto de Estados Unidos, porque no tenemos fronteras, y por eso es apropiado albergar un evento para todos. La primera vez en el país, por cierto”.
Antes de que las previsiones de Dixon se cumpliesen, él, en nombre de toda una ciudad, transmitía la ilusión por ser la sede del WorldPride. “Estamos muy emocionados, esperamos entre tres y cuatro millones de visitantes esos días. Empezando por las novedades, las ceremonias de apertura y de clausura, algo que no tenemos en el Pride de cada año”. También por que Nueva York tomara el relevo de Madrid, dos ciudades que tienen una conexión innegable en lo que a diversidad se refiere. “Madrid puso el listón muy alto, hicisteis un gran trabajo. Sé que tenéis un Orgullo muy numeroso y muy popular. De hecho, estuve en la Puerta de Alcalá, invitado por la alcaldesa, cuando se nos cedió el testigo del WorldPride, y me impresionó. Nos recibieron con los brazos abiertos, y nos animaron a hacerlo todavía mejor, un mensaje que nos obliga a trabajar muy duro para cuidar la marca WorldPride. También hubo tiempo para disfrutar de la fiesta, aunque soy un poco mayor para eso; teníamos nuestra propia carroza con DJ, lo pasamos genial… Aprendimos mucho de Madrid”.
Con todo, queda claro que Nueva York siempre ha sido una ciudad abierta, tolerante y transgresora. Y una cifra tan redonda hacía que este 2019 fuese la fecha idónea para que la capital del mundo cogiese el testigo que le dejó Madrid en 2017 y celebrase, a lo largo del pasado mes de junio, el WorldPride. Un programa inabarcable e imposible de resumir que incluía más de 200 eventos culturales, y que tenía en la ceremonia inaugural del día 26 de junio uno de sus platos fuertes. Presentada por la polifacética Whoopi Goldberg, contó con dos actuaciones de lujo: la de la veterana Cyndi Lauper y el show de la siempre comprometida con la comunidad y estrella del r’n’b Ciara. Para el recuerdo, el “hoy Nueva York puede celebrar el Orgullo porque mucha gente dijo basta, somos seres humanos” que pronunció la hostess, justo antes de pedir a los presentes que se dieran la mano y guardaran un emotivo minuto de silencio por todas aquellas personas que se han quedado en el camino durante la incesante lucha.
El otro gran momento estaba reservado para el día de la clausura, 30 de junio, fecha en la que tuvo lugar la WorldPride Parade que concluyó con 150.000 personas marchando por la ciudad –70.000 participantes más que en la edición del año pasado según los datos oficiales– y dos millones y medio de espectadores. Como cada verano, la marcha recorrió la Quinta Avenida y desembocó en Greenwich Village, el barrio donde aún se encuentra el Stonewall Inn y que, por cierto, también albergó la librería Oscar Wilde, la primera dedicada exclusivamente a autores LGTBI. Entre sus grand marshals pudimos ver a MJ Rodriguez, Indya Moore y Dominique Jackson, tres de las estrellas de Pose, la serie de televisión que analiza el auge de la contracultura en la Norteamérica de finales de los 80. Una ceremonia que se cerraría con un concierto en Times Square, con la cómica Margaret Cho como anfitriona y la actuación de la cantante ganadora de un Grammy Melissa Etheridge. Y como guinda del evento, la diva gay por antonomasia, Madonna, cantó en un minifestival de música a orillas del río Hudson. La ambición rubia cautivó al público con varias de sus canciones, un adelanto de lo que sería la gira de su nuevo disco, Madame X, otro de los grandes acontecimientos de 2019.
Qué bonito fue ver los seis colores de nuestra bandera ondeando en hoteles, edificios de oficinas, casas particulares, en las pantallas icónicas de Times Square y hasta en iglesias. Y comprobar que la vida gay en la megaciudad ya no se reduce solo al barrio donde estalló el movimiento –el cruce de las calles de Waverly Place, Gay Street y Christopher Street, en el corazón del Greenwich Village–, sino que se ha extendido por los cinco condados que conforman la Gran Manzana, Manhattan incluido, con una gran presencia de la comunidad queer dentro del tejido urbano. Y no podemos obviar la petición pública de disculpas por parte del Departamento de Policía por las homófobas redadas del 69. Sin lugar a dudas, Nueva York es hoy una de las ciudades más LGTBfriendly del mundo… y todo empezó en Stonewall.
El mensaje universal del Orgullo volverá a escucharse en Copenhague y Malmö, las ciudades danesa y sueca que albergarán la séptima y próxima edición de WorldPride, del 12 al 22 de agosto de 2021. Ah, y en 2023 el evento llegará a un nuevo continente, y es la primera vez que tendrá lugar en el hemisferio sur. Será en el mes de febrero, ya que en Sídney el Orgullo coincide con la celebración del carnaval; de hecho se llama Sydney Gay & Lesbian Mardi Gras, que por entonces cumplirá ya 40 años. Love (always) wins.