Relatos gais (des)conectados: "Estoy hablando con el rabo más grande que he visto nunca"

10. “Desde que me ha pasado esa fotografía comparándola con una botella de vino he sabido que tenía que quedar con él". Relato homoerótico de Pablo Paiz.

Relatos gais (des)conectados: "Estoy hablando con el rabo más grande que he visto nunca"
31 julio, 2020
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Capítulo 10

Estoy hablando con el rabo más grande que he visto nunca. Me da igual quién es, su edad, su cara. Desde que me ha pasado esa fotografía comparándola con una botella de vino he sabido que tenía que quedar con él. Me imagino cómo debe ser agarrarla con las dos manos, a la vez, y empezar a pajearla apretando las palmas, contra el músculo duro, dejando descubrir el glande una y otra vez. Parece perfecta, larga y gruesa, proporcional. Su perfil decía XXL, y este es de verdad.

Me dice que soy guapísimo, que me quiere como novio, mientras me sigue pasando fotos de aquel coloso. Además, me dice que es muy morboso, que le gusta mucho el juego, y decido seguirle el rollo; me dice que me quiere ofrecer un puesto de trabajo mientras me empieza a llamar de usted, pero que tengo que hacer una entrevista.

–¿Y en qué consiste? –le pregunto escribiendo aún a través de la app.

–Es sencilla, tiene que pasar por la oficina y hacer unas pruebas físicas. Hoy por la noche estaría bien. Disculpe el horario, pero es el único hueco que tenemos, mañana empieza el trabajo y no queremos que se quede sin su oportunidad. Vamos a hacer una excepción con usted porque nos ha insistido, y porque nos gusta su perfil.

–Sin problemas. Estoy interesado en el puesto y dispuesto a hacer lo que pidan. Van a ver que soy muy obediente y que aprendo rápido. ¿Debo llevar alguna ropa para la prueba física?

–Sí, claro. Es muy importante que venga en vestimenta cómoda, fácil de quitar, y suspensorio –me responde mientras me río y me meto la mano en el pantalón–. Nos interesa sobre todo probar sus habilidades bucales, en cuanto al léxico se refiere.

–Creo que le voy a sorprender gratamente en esa materia.

–Bueno, no venga confiado de más, no sería el primero que luego decepciona. No queremos ningún subidito, que luego vienen los lloros.

–Acepto el reto, y aunque por las fotografías que he visto dudo de si podré llegar hasta el fondo de la prueba, estoy dispuesto a intentarlo. Verá que uno de mis puntos fuertes para este trabajo es la constancia. No pararé hasta conseguirlo.

–Me gusta su actitud, pero no confunda constancia con terquedad, a su edad esto es un malentendido muy común. Como le comentaba al principio, esto es una excepción que estoy haciendo con usted, no solemos contratar a nadie tan joven –dice. No me ha dicho aún cuántos años tiene, pero no parece tan mayor. Y yo no me considero tan joven.

No se preocupe por mi edad, y no dude en tener mano dura si me ve desviarme durante la prueba, en lo que a aplicación se refiere puedo llegar a ser muy sumiso.

–De eso ya me he dado cuenta, por eso le estoy haciendo este favor tan grande. –Y sí que es grande, pienso, mientras se me ocurre cómo seguir con este rol mientras miro la pantalla iluminada.

–Una última pregunta, si no es mucha indiscreción. Como la prueba física es tan tarde, ¿hay preparado algún catering para después?

–Me sorprende la pregunta, no solemos tener ese servicio. Pero como me cae usted bien, ¿qué desearía beber o comer?

–Pues, si no suena muy caprichoso, creo que me gustaría un buen vaso de leche caliente, después del ejercicio me vendría bien… –Me imagino cómo me responde riéndose al leerlo, mientras que yo sigo tirado en el sofá, y cada vez la tengo más dura.

–Bueno, ese premio tendrá que ganárselo durante y después de la prueba. Pero no se preocupe, tendré preparado todo lo que necesite para hidratarse, abrirse y mejorar su rendimiento. Creo que va a ser usted APTO para este puesto. Estoy deseando que mi equipo empiece a redactar su contrato.

–¡Genial! Si en alguna de las pruebas de esta noche se quiere unir alguien de su “equipo” y que me puntúen ambos…, procuraré no ponerme el doble de nervioso.

–No. De momento la primera prueba conmigo, cuido muy bien de mis trabajadores y suelo ser celoso con ellos. Tiene que recordar que aquí no entra cualquiera, tenemos mucha experiencia y somos muy duros en las pruebas.

–De acuerdo, me esforzaré al máximo.

–Ahora dudo de su voluntad con esa última proposición… –Me he pasado de listo. ¿O no le ha gustado que lleve más iniciativa que él?

–Mis disculpas –le respondo–. Creo que he expresado mal mis deseos de complacerle en todo lo que me pida en la prueba, sin límites.

–No se preocupe, entiendo su inexperiencia. Se me ocurrirá algo con lo que poder reparar este error. De verdad que nunca quedo con nadie de tu edad. –Noto que ya ha cortado el rollo, en la última frase.

–¿Tan pequeño me ves? ¿Qué les pasa a los de mi edad?

–No me suelen gustar. Muy maricas, muy quejicas, muy sabelotodo. No tengo paciencia. Pero iré sin ningún prejuicio hasta que te vea. Me tendrás que demostrar que no eres así.

–Lo intentaré todo por conseguir este puesto.

–Me pone muy cerdo saber que te vas a poner en mis manos. Soy un puto cabrón y cerdo follando. Y bastante egoísta. Te aviso.

–Avisado quedo.

Llego allí, es tan grande como parecía. No me dobla la edad, como me esperaba. Es un treintañero normal, con piso propio en el centro y muchas ganas de besarme. Me dice que por ser el primer día solo se la voy a chupar, que él solo folla con sus parejas. Le insisto, pero nada.

La broma se ha acabado, y aunque me aprieta y la mete hasta el fondo casi ahogándome, es más bueno de lo que decía ser. Después de un buen rato no consigo que se corra, y nos quedamos hablando. Me cuenta su vida, me insiste en que le cuente la mía mientras me da una copa de vino. Pasa un rato y vuelvo a ponerle cachondo. Se la vuelvo a comer, y se corre. Antes de irme vuelvo a flipar con cómo la tiene, incluso apenas empalmada. Es impresionante, se lo digo en voz alta, y me dice con tono burlón que solo me gusta por su rabo. Le digo que sí, que es así, pensando que es lo que quiere escuchar, pero no lo es.

Pasan los días. Le escribo, con cachondeo, preguntando si aún no se ha evaluado mi prueba. Me dice que me dirá algo en breve, pero no lo hace. A los días le vuelvo a ver conectado, le mando una llamita esperando contestación. Tampoco dice nada.

Al día siguiente le vuelvo a insistir, y me contesta por fin. Me pide perdón, me agradece que fuera el otro día, que le he encantado, que le gusto, pero que le aburre follar por follar, que está buscando pareja y que yo solo me obsesionaría con su rabo, como todos, y que solo le usaría para eso.

Tiene razón, no estaría con él, pero me frustra que no quiera quedar más conmigo para aliviarnos juntos, para disfrutarnos, para pasarlo bien. ¿Por qué tiene que buscar algo más para seguir con aquel morbo? Pero no puedo hacer nada, no me quiero convertir en aquello de lo que me he quejado tantas veces, en el acosador que te sigue escribiendo, aunque puede que alguna vez lo vuelva a intentar de nuevo, por si cuela. Porque aquel, sin duda, ha sido el pollón más grande que me he comido nunca. Sí, le escribiré otra vez, cuando vuelva a verle conectado.

Me pregunto si cuando yo cumpla los treinta me pasará lo mismo, cuando esté independizado y me canse de quedar con tíos que me quieran solo por cómo lo hago. Me pregunto si no estoy cansado ya. Me pregunto por qué siempre me pregunto tanto, pero la necesidad de más y más morbo nunca se acaba. Me acuerdo del chico que me pidió el cigarrillo el otro día, después de chupársela… ¿Dónde estará?

‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz

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FOTO: MANO MARTÍNEZ

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