Relatos gais (des)conectados: "Una cita en un chill"

17. “Hoy toca chill”, me escriben mis maricas por el grupo. Uno de ellos ha quedado allí para follar a pelo con un ligue...". Relato homoerótico de Pablo Paiz

Relatos gais (des)conectados: "Una cita en un chill"
2 octubre, 2020
Se lee en 7 minutos

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Capítulo 17

“Hoy toca chill”, me escriben mis maricas por el grupo. Uno de ellos ha quedado allí para follar a pelo con uno de sus ligues. No me mola mucho el rollo, no creo que haga nada con nadie, pero no tengo vuelo hasta el lunes, así que digo que sí. Quedamos en mi casa para beber un poco antes, bajamos preparados y con lo que ha sobrado de bebida… en varias bolsas.

Al llegar a la calle del tío del piso veo a un chico que justo está saliendo del portal, me quedo parado porque le reconozco, es él, X, el cabrón que me pidió mi número y después no me ha escrito. Me dice que se va a casa, yo paso de insistir, pero algo dentro de él me dice que quiere quedarse, en la forma en que me mira.

Después de lanzarle una cerveza, y ver cómo la abre, me sigue. Así que subimos arriba. Le presento a los chicos mientras nos metemos en el ascensor, y se dan dos besos. Al entrar mis dos amigos suben directos arriba, y yo voy a la nevera a dejar la bebida. Él me sigue, está callado, se le ve perdido.

–¿Quieres fumar? –le pregunto.

–¿No me tengo que quitar la camiseta antes? –me pregunta de repente, mirando mi ropa. Yo no pienso desnudarme allí, no busco eso, y de un solo vistazo ya he visto que los cuadros que hay allí esa noche no van conmigo. Todas pasivas.

–Si no quieres no –le digo extrañado. Él coge una cerveza más de dentro de la nevera y le digo que me siga hasta la terraza. Me pregunto si será como la otra vez, que se quedará solo hasta correrse y luego se largará. Me pregunto si voy a hacer que se corra hoy, o ya lo habrá hecho él solo y por eso se estaba yendo a casa.

–¿Has venido solo? –le pregunto mientras me enciendo un cigarro y le ofrezco uno.

– No, con un amigo. Pero le he dejado por arriba…

–Igual que en la sauna –le digo.

–Es el mismo amigo que me llevó allí –le veo reírse, mientras me pregunto si tendrá algo con ese amigo.

–¿Y de qué conocéis a Sebas?

–¿Quién es Sebas? –me pregunta extrañado.

–El dueño de la casa –le digo, y él pone los ojos en blanco.

–Pues no sabía ni cómo se llamaba… me ha invitado por la app.

–Qué típico de él –le contesto–. Tiene predisposición por los que parecéis heteros.

 

–¿Parezco hetero? –me pregunta con algo de vergüenza.

–Seguro que eres bi –le digo con cachondeo, mirando las zapatillas de deporte destrozadas que lleva–. Y con novia.

–A la novia la dejé hace un año ya…

–Oh, bueno, no iba mal encaminado. ¿Y novio, no ha habido? –le pregunto mientras tiro la ceniza a la calle.

–No. Bueno, tuve un amigo el año pasado.

–Un amigo…–le digo en voz alta–. ¿El que está arriba?

–No, no. Otro –por una vez parece que demuestra su edad, está cortado, y le estoy superando. Decido bajar el tono.

–¿Y cómo te ha saludado Sebas por la app?¿Con una foto de su culo? –le pregunto mientras me río.

–La verdad es que le he saludado yo. No tengo foto, no me gusta enseñar mi cara así de buenas. He visto que estaba cerca y le he escrito hoy.

–¿Vives por aquí? –le pregunto.

–Sí, con un par de amigos del trabajo.

–Ah, es verdad, que habías tenido mal día en el trabajo. ¿A qué te dedicas?

–Soy ingeniero informático. Trabajo para una empresa.

–Chico listo. Pues yo tengo una impresora en casa que no funciona bien… –le digo mientras le miro con una sonrisa–. Es broma.

–Es una excusa un poco mala para que vaya a tu casa… ¿dónde vives? –el chico seguro que está empezando a volver a salir al ruedo.

–Cerca del aeropuerto. Soy auxiliar de vuelo.

–¿Azafato? –me pregunta, mientras suelto una carcajada.

-Sí, azafato –le respondo, él cambia su mirada y me mira de reojo de arriba a abajo. Sé que me está imaginando con el uniforme puesto, todos lo hacen.

–Mola, vuelos gratis –me dice.

–Sí, más o menos.

–Pero vives lejos, entonces.

–No, no demasiado. Un rato en autobús. Y me pilla cerca del curro.

-Sí, eso seguro que te compensa. ¿Y con quién vives?

–Vivo solo –veo cómo se queda en silencio, y apoya los antebrazos en la barandilla, mirando hacia abajo.

–Qué envidia –me contesta después.

–Tiene sus ventajas.

–Puedes invitar a quien quieras… –me dice guiñándome un ojo.

–Y andar en bolas por la casa si no me apetece ver a nadie –le contesto de nuevo. Le miro, él se ríe, y de verdad que me apetece preguntarle por qué no me ha escrito, pero no sé cómo hacerlo sin parecer ridículo–. ¿Y qué te pasaba?

–¿Qué? –me responde, se había distraído con las vistas.

–En el curro.

–Nada, problemas con un departamento. Nos han puesto horas extras toda la semana para arreglarlo. Y ya no podía más y necesitaba salir… Mañana tengo libre y dormiré todo el día.

–Yo igual. Un par de días libres ahora.

–Te iba a escribir –me dice de repente–. Esta noche.

–Ah, ¿y por qué no lo hiciste?

–Estaba muy cansado, creía que no iba a salir de casa… Pero aquí me tienes.

-Bueno, al menos para que guardara yo tu número. Ya pensaba que te lo había escrito mal o algo.

–No, no, creo que está bien, vamos.

–Pues aquí estamos, tercera vez que nos encontramos de casualidad. ¿No? –le digo, mirándole de reojo el paquete en aquel vaquero que le quedaba grande.

–Sí –me dice algo cortado–, ya sabes lo que dicen de las terceras citas.

–No, la verdad es que no lo sé…

–Ni yo, he dicho una tontería. Es lo típico que digo siempre haciendo el tonto –me quedo mirándole. A veces parece seguro y otras no. Sé que le gusta dominar, me lo ha demostrado ya, pero a veces veo algo noble y tierno en él.

Tampoco creo que esto se pueda llamar una cita en un chill –le contesto.

–¿Por qué no? Una cita moderna –me responde, y los dos nos reímos.

–¿Qué dicen de las terceras citas? –le vuelvo a insistir.

–Que se tiene que follar –me dice dándose la vuelta y apoyándose de espaldas en la barandilla, abriendo los brazos y dejándolos caer junto con el resto del cuerpo relajado, como había hecho en la sauna. En esa misma posición en la que parecía que me estaba invitando a arrodillarme delante de él otra vez noto cómo se me mueve el rabo dentro del pantalón, no puedo evitarlo.

–Bueno, pero ya lo hemos hecho en las otras dos. ¿No? Aunque solo te la he chupado.

–Sí… –me vuelve a decir cortado–. ¿Te puedo decir una cosa? No sé si te lo tomarás bien o mal pero…

–¿El qué?

Buah, pues que me flipa cómo lo haces. Y lo que haces. Con los otros dos tíos allí, con la venda en los ojos… Creo que ha sido la cosa más morbosa que he hecho en mucho tiempo.

–Gracias, supongo. Aunque, bueno, hiciste poco con ellos, ¿no?

–Que va, no me molaban. Además, no me hacía falta más… –se me queda mirando, y le quito la cerveza para beber yo.

–¿Quieres repetir? –le ofrezco, y miro sin querer cómo mis amigos están bajando por las escaleras.

–Mira, no te lo debería de negar pero… creo que hoy de verdad no voy a poder. Gracias, porque me has quitado el dolor de cabeza. Pero creo que ahora sí que me voy a la cama –él observa cómo mis amigos, que van en calzoncillos, salen a la terraza, pero nos dejan solos, y se quedan apartados en la otra esquina.

–Bueno, pues hemos tenido una tercera cita al revés que el resto, ¿no? Sin sexo –le pregunto con cachondeo.

–A ver cómo será la cuarta –me dice mientras se empieza a alejar.

–Si me escribes… –antes de dar un paso más, saca su móvil y escribe algo. Noto cómo vibra el mío en el bolsillo, me acaba de llegar un mensaje. Él me sonríe, y se sigue alejando. No me da dos besos, no me dice nada más. Solo le veo a través del cristal abriendo la puerta, y mirando un momento atrás para sonreírme una última vez antes de irse.

Me digo a mí mismo que no debo emocionarme, que algo va a salir mal. Me digo a mí mismo que no me monte películas en mi cabeza por el destino, ni las casualidades, ni de fantasear con algo más. Me digo a mí mismo que solo le gusto por cómo la como, que solo buscará que se lo haga otra vez. Siempre cometo los mismos errores, y es que ese chaval me está gustando, pero debo andar con cuidado. Además, ¿qué hacía él en un guarrichill de apeleros? ¿Le iría este rollo o tendría algo que contar, igual que yo?

 

‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz

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FOTO: MANO MARTÍNEZ

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