Capítulo 19
Me despierto con resaca y un mensaje suyo. No voy a negar que sonrío al verlo. Le pregunto que cómo está, si ha mejorado algo o se sigue encontrando mal, pero me responde que hoy se ha despertado con fiebre, que menos mal que ayer se fue a casa. Así que supongo que no vamos a quedar, aunque los dos tenemos el día libre. Me dice que ya nos veremos en cuanto esté mejor, que ahora no puede coger el metro y venir hasta aquí. Le comento que tengo coche, que le podría recoger, pero me repite que no se puede mover.
Aun así me sigue hablando, me pregunta por mi trabajo, me pregunta por mi piso. Me dice que tiene ganas de quedar y de repetir conmigo, le contesto que seguramente haremos “algo más” para animarle. Ya va siendo hora de que me la meta en algún sitio que no sea la boca.
Me vuelve a decir que soy muy morboso, que eso le pone. Le digo que si quiere cumplir algún morbo más conmigo, y me pregunta si tengo suspensorio. Miro el cajón de mi mesita de noche y me río. Aún recuerdo el primer suspensorio que tuve, me lo compré hace años solo para quedar con un tío que también me lo pidió. No tenía ni idea de qué era, y aquel hombre me pasó una foto de uno en Internet, contándome que era muy normal que los pasivos los usáramos, aunque yo no había visto uno en mi vida.
Me explicó, a través de la app, cómo de dura se le pondría si al llegar a su casa se diera cuenta de que llevaba uno puesto, al meterme la mano por debajo del pantalón. Cómo me agarraría de los dos extremos elásticos cuando me estuviera dando por detrás a cuatro patas, para embestirme con más fuerza. Cómo me lo terminaría quitando y me lo pondría en la boca para seguir follándome mientras me lo apretaba contra la cara.
Recuerdo que esa tarde bajé al barrio gay a comprarme uno, porque por la tienda online no me daba tiempo y quería quedar con ese tío esa misma noche. Me costó casi veinte euros.
Poco después otro tío diferente, al que iba a invitar a casa, me preguntó si tenía braguitas de mujer. Cuando le dije sorprendido que no tenía me propuso traerlas él, y que me las pusiera. Quería que gimiera mientras me las quitaba. Y lo hice. ¿Por qué? Porque estaba muy bueno, y yo estaba cachondo, y quería que viniera a mi casa sí o sí, y sabía que si le permitía esa fantasía querría quedar conmigo.
Las cosas que he hecho para quedar con tíos… ¿Habrá hecho algún tío algo para quedar conmigo? Pienso en todas las veces que me han pedido, que me han exigido. Las lavativas y las depilaciones express, las molestias de las fotos y vídeos hechos al momento que sucumben a un bloqueo. Las formas de interpretar el papel que me piden, sin tener más diálogo que un sí. La de veces que he luchado por que el tipo acabe, y luego nadie me ha rozado a mí. Me molestan, y aun así, cuanto menos me contestan, cuanto más pasan de mi, más necesidad me entra por hablarles, más ganas de saber cómo son. Más curiosidad. Y yo aquí, sigo preguntando una vez más si le apetece que cumpla “alguno de sus morbos”, porque en el fondo verles disfrutar es una de las cosas que más me pone a mí.
Y prefiero también tener estas conversaciones. Directas, sin más vueltas. Total, a él ya se la he chupado dos veces.
A veces los tíos que me escriben y me mandan foto de rabo directamente me ponen más. Puede que busque eso, antes que tener una conversación real y un café, no lo puedo negar.
Así que releo su pregunta, me levanto de la cama y abro el cajón. Hay tres suspensorios, de tres colores diferentes. Cojo el negro, el que más me gusta porque tiene dos tiras que me suben el culo mucho más. Veo que está limpio, pero hace mucho que no me lo pongo, así que lo echo a lavar para que, cuando él me diga de quedar, lo lleve puesto.
Y le escribo que sí, a todo, deseando hacer lo que me pida, deseando quedar con él porque de repente me pasa una foto tirado en la cama y está guapo hasta enfermo, y me la pone dura con ese pantalón de chandal que asoma debajo de las sábanas. Quiero cumplir los morbos de este tío, y ese será el mío.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: MANO MARTÍNEZ