Esta semana, el Papa Francisco ha sido noticia por unas declaraciones que han podido verse en el documental Francesco y que suponen un gran paso para la religión católica. “Las personas homosexuales tienen derecho a formar una familia”, dice el sumo pontífice. «Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil, tienen derecho a estar cubiertos legalmente».
Un enunciado que ha despertado muchísimos aplausos, pero también críticas. De hecho, los sectores ultracatólicos han reprochado al Papa estas palabras, y le han recordado que el canon 2357 del catecismo indica que los comportamientos homosexuales “son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.
Una sentencia arcaica que nada tiene que ver con la opinión del argentino, con la que ha revolucionado el Vaticano.
En los últimos años, la Iglesia ha reconocido la necesidad de una legislación para las parejas homosexuales. Varios cardenales han hablado de la necesidad de dar orden y forma jurídica a los derechos de las personas que integran parejas del mismo sexo, sin solaparse con la institución del matrimonio ni alterar la relación entre padres e hijos con construcciones legales problemáticas. Es decir, lo único que plantean es aceptar lo que las legislaciones civiles que medio mundo ya reconocen. Un paso importante, sin duda, pero que, insistimos, llega tarde. Como ocurre siempre con la Iglesia católica en estos temas.
Francisco no está lanzando este discurso con respecto a Italia ni a la legislación de este país, sino al mundo. Recordemos que el Papa es el obispo de Roma, pero, sobre todo, sus palabras tienen predicamento en todo el orbe católico. Para la prensa italiana, estas palabras son un discurso amplio que quiere sensibilizar a la Iglesia en sí misma en un terreno delicado, en el que no todos hablan el mismo idioma.