“Sumar siempre fue mejor que restar”: un pregón LGTBI-deportivo

Nuestro entrenador personal Fabri Orlandi leyó unas emocionantes palabras a todos los asistentes a su entrenamiento especial por el Orgullo LGTBI.

“Sumar siempre fue mejor que restar”: un pregón LGTBI-deportivo
29 junio, 2021
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Nuestro entrenador personal Fabri Orlandi leyó unas emocionantes palabras a todos los asistentes a su entrenamiento especial por el Orgullo LGTBI. Este fue su pregón oficial del FitCamp Orlander del 26 de junio titulado «Sumar siempre fue mejor que restar».

«Hoy vamos a hacer algo que muchas personas no pudieron hacer en el pasado, ya que por su condición sexual, o porque han pasado por situaciones muy difíciles, nunca se les ha dado la oportunidad de practicar deporte, deporte de verdad.

Como fue mi caso: los que conocéis mi historia y la de muchísimas personas más, hemos llegado a odiar el deporte por todo el aura machista que siempre ha tenido.

Pero hoy tenemos que decir que han cambiado las tornas, que estamos en un ambiente inclusivo, donde deporte no es igual a fútbol, donde deporte no es igual a sufrimiento, donde deporte no es igual a segregación ni, sobre todo, un hábito de “machos”.

Sin embargo, incluso a día de hoy, por mucho que se hable de inclusividad –y se habla cada vez más–, los espacios con discriminación, incluso dentro del colectivo, existen; y es una pena, porque en muchos casos, esta discriminación está en auge.

Justamente hace pocos días, me llegó por whatsapp un tuit sobre una “asociación gay deportiva” en otra ciudad de España, donde para entrar necesitas los siguientes requisitos:

  • Saber hablar inglés
  • Tener un buen trabajo
  • Ser guapo
  • Y sobre todo: tener menos de 30 años

Hablamos de inclusión y luego somos los primeros que nos criticamos y hacemos bullying el uno al otro… ¿Cómo va esto?

Los que me conocéis de verdad, sabéis que siempre he querido crear un espacio donde los prejuicios, las críticas, los chismes no tengan cabida, siempre he luchado en defensa del más débil. Porque yo un día lo fui.

Y me gustaría que mis palabras pudieran llegar a esa asociación para que supieran que en mi comunidad sí tienen cabida todo tipo de personas, sin discriminación por si no sabes hablar inglés o tienes unos kilos demás o eres mayor de 30, incluso de 40 o 50… Porque sumar siempre fue mejor que restar, la inclusión es una y sin excepciones, y esta es la prueba, chicos: estamos aquí todos reunidos y a nadie se le excluye de participar por ser quien es; aquí estas tonterías, lo siento, pero no tienen cabida.

¡Ni un paso atrás, chicos!

Porque es justamente ahí donde está la verdadera riqueza, en conocer al contrario, al nuevo, haciendo algo provechoso, y en un entorno en el que sientes que tu esfuerzo vale más al estar arropado por la fuerza de la comunidad.

Hoy no vamos a hacer solo deporte, sino que vamos a empoderarnos, a disfrutar de él y de todo el poder de la diversidad. Y que le den a la UEFA, que rechaza iluminar un estadio o que investiga a un jugador por llevar un brazalete en solidaridad con la causa LGTBI.

Por que sabéis qué… Disfrutar de lo que se hace es mucho más que sentir satisfacción: es hacerlo sin miedo, sin presiones del exterior, sin que nadie nos juzgue.

Estamos aquí hoy para celebrar el Orgullo.

Orgullo frente a ese rincón del patio donde alguna vez buscamos refugio. Frente a ese lugar que fue escudo en la biblioteca del colegio. Frente a cada mirada, cada gesto, cada burla que ni siquiera entendimos. Frente a las palabras que nos dijeron antes de que supiéramos ser.

Orgullo frente a la duda, y el silencio, y el no saber qué ni cuándo ni a quién contar. Frente a cada marica, a cada bollera, a cada freak que recogimos como un arma hasta hacerlos nuestros y aprender a enarbolarlos con el puño y el corazón en alto.

Orgullo de esa primera vez en que, en plena calle, nos atrevimos a darnos la mano. De ese beso entre gente que, de repente, no importaba. De esas madrugadas en que la vida se bebía a bocanadas porque había que recuperar lo que dejamos de vivir.

Orgullo de escucharnos decir nuestro nombre. Nuestros pronombres. De exigir la concordancia entre quienes somos y quienes dicen que somos. De no aceptar como autorretrato nada que no sea nuestra verdad.

Orgullo en nombre de las generaciones anteriores. De las identidades que no se pudieron decir. De los amores secretos. De las existencias fragmentadas en tiempos donde se condenaba la disidencia. Años, tantos años, en los que solo cabía el riesgo de la sordidez.

Orgullo frente a esas noches en que el odio de quienes juzgaban hizo que llegásemos a odiarnos. A temer el dolor de ser. A convertir nuestra verdad en una pregunta dolorosa antes de respondernos con un adelante. Con un ahora. Con la certeza de este sí.

Orgullo ante cada “normal”, cada “correcto”, cada “discreto”, cada opinión que no pedimos. Cada “no se te nota”, cada “no lo pareces”, cada vez que pretendieron decirnos que había un modo único de ser, de sentir y de expresarnos.

Orgullo de esa infancia que hoy se merece un final feliz. De esa adolescencia atormentada que nos recuerda la deuda del tiempo robado. Del ayer que atravesamos hasta llegar a este presente. A este ahora donde nos adueñamos, por fin, del patio que alguna vez temimos.

Orgullo de que ese patio no sea solo nuestro, sino también –y sobre todo– de quienes vienen o están llegando, porque se merecen una gramática en que flexionar sus verbos y pronombres de acuerdo con una única norma: la que les dicte, alto y claro, su felicidad.

Estas últimas frases las he leído del Twitter de Nando López, amigo y escritor de temática LGTBI.

¡GRACIAS A TODOS POR SER PARTE DE ESTO!

 

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