Tontheridas: "Mariposas"

Temas: David Rivas, Gay, Juan Carlos Prieto, Relato, Tontheridas

MARIPOSAS

«Todo el mundo que viaja solo tiene una historia que contar. Cuéntame la tuya».

Esta es una de las frases que más a fuego se me han quedado grabadas en la memoria. Fue en uno de los sitios más mágicos que he visitado: Santorini.

Las islas griegas tienen algo realmente especial, pues creo que han sido, sin duda, los lugares donde mejor me lo he pasado. Pero la historia que quiero contar en este relato ocurrió en otra de sus islas, probablemente la que más pie da para ello: Mikonos.

Yo llevaba ya allí tres días. Me había recorrido la isla en moto varias veces, y ya controlaba dónde estaba más o menos todo. Viajaba solo de nuevo, paseando mi historia, como aquella vez me dijeron. Tengo que reconocer que no soy muy de apps de ligoteo, pero a veces es la forma más fácil de quedar con alguien, especialmente en un sitio donde no conoces a nadie y no hablas el idioma local.

Tu torso apareció por allí rápidamente y, como no tenía nada mejor que hacer, me acerqué al centro de la isla a tomar algo contigo.

Recuerdo que estabas esperando entre el bullicio de la gente al lado del puerto, con tu camiseta blanca y verde. Nos saludamos y nos pusimos a dar un paseo mientras nos contábamos un poco nuestras vidas. Te noté algo serio, pensaba que quizá no te estaba interesando lo que te estaba contando, luego me dijiste que estabas un poco nervioso.

Entramos en aquel sitio, nos pedimos dos Coca Colas y continuamos la conversación, pero esa vez hablamos de cosas más serias e íntimas. Me pareciste un chico bastante interesante y fue desde el momento en que te oí hablar por primera vez que tu voz se convirtió en mi banda sonora aquellos días.

Al salir del bar continuamos caminando hasta llegar de nuevo al punto de partida. En aquel momento ninguno sabía muy bien qué decir, por lo que decidimos despedirnos y marcharnos cada uno a su hotel. Pensé que quizá no te había resultado lo suficientemente interesante como para alargar la cita.

Al rato, al hablar por WhatsApp me dijiste que no supiste muy bien cómo reaccionar y que diste por hecho que era yo el que quería marcharse. Dijimos de vernos al día siguiente.

Quedamos por la tarde en tu apartamento. Allí me presentaste a tus amigos y, tras aquel interrogatorio y después tomar una copa, nos fuimos al centro, a aquella discoteca tan conocida. Al poco de estar bailando, me agarraste de la mano y me sacaste dirección a ninguna parte.

Recuerdo especialmente aquella luna roja que nos iba iluminando el camino por aquellos callejones hasta llegar a una plaza. La iglesia fue testigo de todo lo que pasó allí. La iglesia y aquella mariposa que yacía dormida en mi pecho.

El final de la historia es el que uno ya sabe que va a pasar si se tratase de una película de Hollywood…

Han pasado cuatro años desde entonces, y solo nos hemos visto una vez más, cuando aparecí sin avisar en aquel polideportivo de Cartagena donde estabas trabajando. Sé que no te lo esperabas para nada, pero ya sabes que soy así, muy de hacer las cosas cuando las siento.

Me hubiese gustado por tu parte haber notado algo más de interés y que, al igual que yo hice, hubieras hecho algún esfuerzo por habernos visto de nuevo. Pero cada vez estoy más convencido de la idea de que hay historias que es mejor dejar en recuerdos y, quizá, mariposas que habría sido mejor no despertar nunca…