DESATENCIÓN AL CLIENTE
Llevo tiempo escuchando por parte de personas varias que el paso del tiempo tiene de bueno que va convirtiendo la impaciencia en una balsa de aceite… pero tengo la sensación de que yo soy la excepción que confirma la balsa.
Reconozco que cada vez pierdo la calma con mayor facilidad, aunque en mi trabajo me armo de ella, pues soy consciente de que es muy necesaria cuando tratas durante tantas horas con adolescentes.
Hay un sitio donde por mucho que lo intento no lo consigo, y sé que no soy el único al que le pasa. Estoy hablando de cuando tengo que llamar al servicio de atención al cliente de la compañía de teléfono que tenga en ese momento. Espero que ese yo que aparece pasados unos minutos esperando al teléfono mientras escucho esa melodía tan alegre de espera, no sea mi verdadero yo porque entonces miedito me doy.
A principios de verano recibí una llamada para decirme que mi tarifa telefónica había caducado y que tenía que elegir una nueva, que podía continuar con los mismos servicios contratados pagando simplemente un euro más. Rehicimos el contrato con una grabación y todos tan contentos.
Fue al mes siguiente al ver la factura que la cantidad a pagar no se ceñía con lo contratado y ahí fue cuando empecé a mutar en alguien parecido a Hulk y a Godzilla por minutos. No sé cuántas veces les llamé ni con cuántas personas con acentos distintos hablé. Fueron varias las reclamaciones puestas y las incidencias abiertas y a todos les pedía que por favor escucharan la grabación del contrato, pues ahí venia lo realmente contratado.
Segundo mes y misma cantidad en la factura. Vuelvo a llamarles pidiendo la grabación, pues ya tenía claro que la única solución era ponerles una denuncia en el Ministerio de telecomunicaciones, que es donde realmente te hacen caso. Tardaron tres semanas en mandarla, curiosamente cortada justo donde se decía la cantidad contratada. Ahí, cual último petardo que se escucha en una mascletá valenciana, exploté.
Ya que nada de lo anteriormente intentado había funcionado, compartí mi malestar con esta compañía en mis redes sociales modificando su logotipo cambiando “fone” por “fin”. Pues tardaron dos minutos en escribirme por privado tanto en Instagram como en Facebook y no solo solucionaron el error que habían cometido en el momento, sino que me regalaron un descuento adicional durante un año y dos plataformas de pelis y series en streaming gratis.
Así que, a todos los King Kong que estéis leyendo esto, haced lo mismo y no lo dejéis pasar. La solución no es ir cambiando de compañías, porque al final estos comportamientos ocurren por desgracia en todas ellas, pero que no jueguen con la calma y la paciencia de uno, tengas la edad que tengas.
Poemas y relatos cortos escritos por el escritor y docente Juan Carlos Prieto Martínez
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ILUSTRACIÓN: David Rivas