Relatos gais (des)conectados: "Demasiado para mí"

38. “Parece que me van a reventar a hostias, hasta que me sacan la lengua pidiéndome más rabo.". Relato escrito por Pablo Paiz.

Relatos gais (des)conectados: "Demasiado para mí"
19 noviembre, 2021
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Capítulo 38

“Demasiado para mí”

Me pone nervioso que solo pongan música electrónica, y que no me dejen cambiar. Pero es su fiesta, y la verdad es que yo no he venido a bailar. El piso tiene tres habitaciones al fondo de un pasillo, y ya he fichado unos ojos bonitos que no han dejado de mirarme desde que he entrado. El tío parece un búfalo. Es mucho más grande que yo, musculoso, con la cara cuadrada y un poco de pelo rizado saliendo de esa camiseta de tirantes. Cada vez me encuentro pasivos más petados que yo, que parece que me van a reventar a hostias, hasta que me sacan la lengua pidiéndome más rabo. Y me imagino que este va a ser así, que se va a quitar ese bañador que lleva puesto y que me va a suplicar que le dé fuerte. Al principio está hablando mucho con el colega que me ha invitado, y creo que va detrás de él, pero luego termina acercándose a mí. “¿Te va el Slam?” Yo le respondo que no sé ni lo que es. Se ríe un poco de mí y le hace una seña a mi amigo para que se acerque. Me llevan a una de las habitaciones, estamos solos.

Creo que vamos a hacer otra vez un trío, y no me disgusta la idea porque parece que va a poder con los dos. Pero mi colega no se quita la ropa, solo saca un par de cosas de una riñonera que deja encima de la mesita de noche, mientras que el búfalo me enseña un poco de droga blanca en una de esas bolsas de plástico donde vienen los botones. Como las otras veces que alguien me ha ofrecido algo en la fiesta, digo que no, mientras él se pone un poco en el dorso de la mano y lo esnifa.

Mi amigo sigue liado tramando algo, el otro se acerca y me empieza a tocar la cadera. Me pregunta si soy solo activo, le digo que sí, me agarra el paquete y susurra: “Justo como me gustan a mí”. Le pido que me lo demuestre, y le agacho la cabeza con la mano hasta la altura de mi cinturón. Me lo quita, y empieza a frotar su cara y su boca contra el calzoncillo, por encima de la tela, atrayendo toda mi sangre hasta ahí abajo. Pasa la lengua por el algodón, dibujando el contorno de aquel músculo que ya está más que duro y comienza a salirse por uno de los lados. Encuentra la punta en la pernera, le da un lametazo hasta que su lengua se mete un poco por los pliegues y me saborea. No separa las manos del suelo, muy juntas, con el culo en pompa para que se lo vea bien. Me agacho un poco para tocárselo, y veo entonces cómo mi amigo está empezando a quemar algo. Parece que va a fumar de la mierda esa otra vez, pero yo le ignoro, esa postura de zorrita me tiene loco. Meto la mano por debajo del bañador que se desliza con mi muñeca y termino quitándoselo. No puedo más, le levanto la barbilla mientras me bajo el calzoncillo y se la meto entera en la boca. Empiezo a disfrutar, echando la cabeza hacia atrás y sujetándole la suya con las dos manos, siguiendo cómo sube y baja, me dejo hacer. Escucho de nuevo un mechero encenderse, abro los ojos instintivamente y veo a mi colega con una jeringuilla en la mano. “¿Qué haces?”, le pregunto sorprendido, mientras el otro no deja de mamarme.

Mi colega no contesta, pero se acerca la aguja al brazo. Parece que siento en mi propia piel cómo el metal atraviesa la carne porque se me eriza todo el vello al observarlo. Vierte dentro de él lo que sea que tenga dentro, yo me retuerzo un poco y aparto las manos de la cabeza del tío. Él se levanta del suelo, va hasta mi colega y le empieza a bajar la bragueta. “Esto es el Slam”, me dice mientras empieza a chupársela. Mi amigo parece como ido, a punto de desmayarse de un momento a otro, como si ni siquiera estuviera notando que se la están comiendo. Pero levanta la mano y deja la jeringuilla con mucho cuidado en la mesita de noche, entrecerrando los ojos, hasta que de repente le agarra la cabeza y empieza a follarle la boca con mucha intensidad. Se atraganta, lucha por respirar contra la fuerza de aquel loco que parece haberse transformado en una bestia con esos ojos rojos y una respiración abusiva. Le fuerza a quedarse allí abajo, apretándole la cabeza con uno de sus codos. Me subo el pantalón, salgo de allí. Es demasiado para mí.

‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz

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FOTO: MANO MARTÍNEZ

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