Relatos gais (des)conectados: "Te pago el Uber"

40."Le digo que estoy perezoso, que si quiere que vaya me tendría que pagar un Uber". Escrito por Pablo Paiz.

Relatos gais (des)conectados: "Te pago el Uber"
3 diciembre, 2021
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Capítulo 40

“Te pago el Uber”

Lleva tiempo escribiéndome. Nunca tiene foto, siempre me pasa las mismas como si no hubiéramos hablado antes, pero sabe quién soy. La misma pose desnudo, de espaldas en un espejo de cuerpo entero, que me enciende. Pero está lejos. Solo son unos kilómetros, ¿cuatro paradas de metro? Para cualquier otra cosa no me parecería tanto, pero para ir follar parece que la distancia es relativa. Será por saber que a menos de quinientos metros siempre hay alguien que también me quiere sacar la leche. Pero hoy me apetece. Será que llevo tiempo viendo esa foto y pensando en ir, en follármelo contra ese espejo, en complacerle si tanto le gusto que no deja de escribirme después de meses. Le digo que no hay mucha gente en mi piso, que venga él. Le digo que estoy perezoso, que si quiere que vaya me tendría que pagar un Uber. Y entonces me dice las palabras mágicas: “Ven tú, y te pago el de vuelta”.

Me imagino subiéndome al coche negro, justo después de correrme, y estirarme en el asiento de atrás mientras me dan mi botellita de agua, como un ricachón. ¿Tanto quiere ese culo que lo rompa como para pagarme el viaje? ¿Tanto le gustó esa foto que le pasé agarrándomela entre las sábanas? Entonces me pasa otra imagen con una toalla de ducha a la altura de las rodillas, y su ubicación.

Bajo con lo puesto, ya me ha calentado. Cojo una bici porque paso de gastarme los ochos euros que me marcaba el coche, ya se los gastará él por mí. Carretera, y en cada semáforo me paro a contestarle a las guarradas que me va mandando. Quiere que llegue palote, muy duro, y lo está consiguiendo porque empiezo a tener que levantarme del sillín para pedalear sin que me moleste el pantalón. Parece que tiene aún más ganas que yo.

Llego a la calle y aparco. Me indica el número, “el segundo derecha”. Mientras voy andando me describe cómo va a abrir la puerta de rodillas, cómo me va a dejar seco. Yo le digo que lo haga pero que además esté desnudo.

Llego al número, el segundo… pero no hay derecha, solo A y B. Le escribo, ¿el derecha es el B? No me responde. “Tío?”. De repente no le llega, un mensaje de error. Vuelvo a mirar el número del portal. Cierro la app y la vuelvo a abrir. Su conversación no está la primera, ni más abajo. Me están escribiendo chicos nuevos, de la zona, pero les ignoro y sigo buscando. Me apoyo en el portal, la acera es estrecha y la gente pasa frente a mí observando cómo estorbo, yo me tapo con la capucha y vuelvo a la pantalla. Entro en la estrella, tampoco está entre estos tíos que tengo guardados. Antes me salía al lado, ¿dónde coño está? Si ya estoy aquí.

Veo las conversaciones que me acaban de abrir, un tío está a pocos metros. Muy pocos. Me pasa tres fotos, una de culo muy sugerente, pero no me gusta su cara. Vuelve a insistir mientras cierro la app de nuevo. ¿Le habré dado yo a algo raro o es que el chaval me ha vacilado? ¿Por qué? Con todo lo que ha insistido. La ubicación decía que estaba allí de verdad, no tiene sentido.

Vuelvo a recibir un mensaje del pesado que está al lado. Lo abro: “¿Te apetece mamada? Te dejo seco”. Vuelvo a mirar sus fotos, vuelvo a observar cómo me escribe. Es él. No por las imágenes, pero sí en la forma de escribirme: rápida, desesperada. ¿Me habrá engañado para que venga hasta aquí con fotos de otra persona y ahora que estoy cachondo quede con él? Le escribo vacilándole, preguntándole dónde está. Es el portal de al lado. ¿Cree que no me he dado cuenta? Demasiada casualidad. Pienso en subir y partirle la cara por haberme hecho venir para nada. Pero, ¿y si me equivoco? Le llamo gilipollas por la app, le digo que sé lo que acaba de hacer. Me llama loco y me bloquea. Y entonces lo confirmo, tenía razón, era él, pero esta vez conmigo le ha salido mal la jugada.

Empiezo a respirar fuerte y a andar calle arriba, por donde he venido, enfadado, con ganas de pegarle a la pared. Miro los balcones de los edificios esperando ver si alguien está asomado despollándose de mí. Mierda, ya no quedan bicis libres en la parada. ¿Dónde coño está el metro ahora? Me dan ganas de dejar de quedar con la gente que conozco por el puto móvil, con esa panda de chalados. ¿Qué ganará haciendo esas estupideces, acaso le pone cachondo? ¿Será otro morbo más? Me quedo sin correrme, aunque ya se me han quitado las ganas. Me quedo sin que alguien me pague el Uber de vuelta.

‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz

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FOTO: MANO MARTÍNEZ

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