Capítulo 42
“Cinco fotos exclusivas”
Me invitan a una fiesta. No entiendo lo que significa que sea exclusiva, pero no me ha llegado por mi amigo el de la sauna y deseo que él no esté allí. Son dos. Cuando me han dicho que las drogas no son una prioridad me han alegrado el día, y cuando me dicen que allí nadie puedo hacer nada sin condón ganan la partida.
Llevamos un rato hablando fuera de la app, me han pedido el número casi al momento. Es raro, porque aunque no me da vergüenza me piden fotos de más, hasta de culo, aunque les digo que no pienso hacer de pasivo. Pero insisten. Me hago una en el espejo, muy normal, por curiosidad, y me piden que me la haga más de cerca, abriéndome las nalgas y enseñando todo. ¿Pero qué me estás contando tío? Estáis muy buenos pero no os voy a pasar una foto abriéndome el ojete.
Estoy a punto de bloquearles cuando me llega un enlace, me piden que entre para darles permiso y subir mis fotos ahí. Es una nube en Internet, con diferentes carpetas, sin ningún nombre. Cada una es de un tío diferente y siempre hay cinco fotos: cara, cuerpo, culo, polla y pies. Algunos suben también vídeos, o repiten algunas desde diferentes ángulos supongo que para dejar claro lo que les mola. Cuando llevo vistas cuatro carpetas el chaval me insiste, pero no le contesto mientras sigo investigando. Me gusta lo que veo. Hay un rabo que me lo comería hasta yo, la mano que lo agarra apenas ocupa la mitad. Un chico a cuatro patas en un colchón de sábanas azules se convierte de repente en mi objetivo. Al entrar en la quinta carpeta reconozco una cara, pero no porque conozca al chico en persona, ni de la app, sino porque he visto esos ojos azules a través de una pantalla, o esos abdominales perfectos en la portada de en una revista. Me sorprenden sus pies, al menos la foto, la forma en que los apoya contra las zapatillas, los calcetines blancos con tres líneas negras paralelas tirados al lado. ¿Desde cuándo me la han puesto dura unos pies? Pues esos lo están haciendo, y ahora quiero ir. No sé quién es, no sé decirte dónde le he visto, pero es famoso, y la palabra exclusiva empieza a tener sentido. Aquello es una orgía, y quiero ir.
La carpeta se cierra de pronto en mi ordenador. Recibo otro mensaje del chico: si no paso mis fotos no puede darme más información. Le contesto que “OK”. Me quito los calzoncillos otra vez, enciendo una luz y aunque me parezca ridículo me fijo en que no se me haya quedado ninguna pelusilla. Disparo la foto que faltaba. Después de pasársela le pido la dirección web de nuevo, quiero seguir mirando. Me dice que tengo que esperar a que me confirmen los demás. ¿Confirmar el qué? Me vuelve a insistir en las normas que ya me ha dicho antes, me dice que son muy estrictos, y que además no puedo usar el móvil dentro del piso, tengo que dejarlo en la entrada. ¿Quién más se esconderá en esas carpetas? Al menos habría otras diez que no me ha dado tiempo a abrir, y ahora necesito caer en quién era el chico de los pies sexis.
Recibo al rato un mensaje: “Lo siento, por mí venías pero me acaban de decir que no”. Le voy a contestar pero antes de enviar el mensaje su foto ha desaparecido. Nunca llega el segundo tick. Me río yo solo. ¿Y ahora cómo me quito yo este calentón? Parece que mis cinco fotos no han sido lo suficientemente exclusivas para ellos. La próxima me tendré que currar un poco más la de pies, supongo.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: MANO MARTÍNEZ