Incluso sin haber estado nunca, probablemente muchas personas estarán de acuerdo en que uno de los lugares más singulares del mundo es la enigmática Isla de Pascua, también conocida como Rapa Nui “o Te Pito o Te Henua, que significa ‘el ombligo del mundo’ en el idioma autóctono”, nos explica Miguel Chacón, sevillano que acabó dejándose embrujar por los encantos de esta isla chilena ubicada en la Polinesia.
“Hace cinco años me vine a Chile, y ahí me enseñó la isla el que ahora es mi marido. A los dos nos encanta el buceo y la Isla de Pascua es el lugar del mundo con mayor visibilidad profunda”. Y desde entonces, ambos se convirtieron en parte de la pequeña comunidad que habita este enclave único. “Yo, que no había puesto un tornillo en mi vida, acabé construyendo nuestra casa con mis manos”, nos cuenta entre risas.
Es cierto que vivir en una isla en mitad del Pacífico conlleva algunos sacrificios, “es una isla muy pequeñita, solo vivimos siete mil personas y todo es muy caro porque lo traen del continente, y tampoco encuentras todos los productos. De hecho, tienes que estar atento para saber cuándo llegan los aviones con productos para tener cosas frescas”, pero luego hay otros aspectos que enamoran. “Es un lugar mágico, y aquí vivimos en comunidad, la gente no es egoísta. Hay una cultura de ser generoso y, sobre todo, de cuidar el medio ambiente”.
Y, aunque a priori pueda sorprender a alguien, Rapa Nui es un lugar de libertad para cualquier persona que lo visite. “La comunidad LGTBI aquí es gigante. Hay muchos gais, lesbianas, trans, queer… Yo creía que igual existía algún tipo de discriminación, pero para nada, está muy integrada, y eso es maravilloso. Visitar un lugar tan especial como la Isla de Pascua, que es único en el mundo, y saber que puedes ir con tu pareja tranquilamente de la mano, sin que nadie te mire raro, es genial”.
Al salir de trabajar de su estudio de pilates máquina, Chacón suele tener algún evento, “siempre hay algo que hacer, un cumpleaños, una fiesta…”, o se escapa a alguno de sus rincones favoritos de la isla, como Rano Raraku, la cantera donde tallaban los famosos e imponentes moáis; o sube al volcán Rano Kau para contemplar su inmenso cráter y el lago que hay en su interior; hay días que se escapa a la playa de Ovahe, que solo aparece durante las primeras horas del día; o se sumerge en las pozas naturales de la isla.
Planes de lo más especiales que todo visitante debe probar, por no hablar de otros imprescindibles como un bautismo de buceo o la práctica del Hoe Vaka, “que es un canotaje polinésico, y cada mes hay una competición”.
Los atractivos más visibles de la isla se aprecian en cualquiera de las fotos que Miguel Chacón ha compartido con nosotros, pero además, Rapa Nui cuenta con manjares autóctonos para conquistar los paladares de sus habitantes y turistas. “Hay que probar el atún de aleta amarilla, que es de lo más especial. Y también las piñas de aquí, que son chiquititas, te caben en la mano y son superdulces”.
A pesar de los numerosos encantos que atesora la Isla de Pascua, Chacón ya ha fijado la fecha de su despedida. “Creo que dentro de unos tres años me iré. Cuando vives en una isla te da ‘islitis’, te ahogas porque es pequeña y tienes que salir de vez en cuando, aunque sean tres días. Así que volveré a España, estoy pensando en ir a Tenerife, porque ahora necesito vivir viendo el mar”. Y aunque llegue el fin, se sabe afortunado porque “siempre podré decir que he vivido en la Isla de Pascua”.