Capítulo 47
“El polvazo que me hacía falta” (parte 3)
Estando encima de mí, coge confianza y me empieza a penetrar igual de fuerte que su compañero. ¿Qué le han dado de comer a estos chicos? Me pregunto qué café se habrán tomado para que no estén usando absolutamente ninguna droga, todos los preservativos que hagan falta, y aun así me están dando el polvo que me hacía falta desde hace tanto tiempo.
A lo mejor llevaba demasiado buscando en lugares equivocados, en los que las sensaciones aderezadas artificialmente nunca llegaban a lo que yo quería. Pero allí estoy, y aquel mulato me está dando aún más que el blanco, por fin. Llega a un máximo en el ritmo que me hace pasar del gemido al grito, y entonces me empieza a tocar, subiendo y bajando su mano sudada para darme placer. Estoy a punto de frenarle pero me agarra y empieza a masturbarme con más fuerza. Le miro, se está volviendo loco, se va a correr y va a hacer que me corra yo también como no me suelte. Creo que me entiende, y asiento mientras noto como sus muslos empiezan a temblar. El anfitrión entra entonces en la habitación y nos mira meneándosela con más ritmo, se le ha vuelto a poner como una piedra.
No aguanto más, me corro y le mancho la mano que no deja de moverse, tengo que frenarla con las mías por esa sensación de placer extraño en la que el más mínimo roce te hace retorcerte. Aprieto mientras lo expulso todo, con él aún dentro, y eso le hace estallar en un grito digno de despertar al vecindario. Me da dos embestidas más, fuertes, lentas, que me hacen sonrojar y estirarme completamente en sus brazos. Después otro beso. Sale de mi sujetándose el condón. Me quedo mirando todo lo que ha soltado dentro del látex, pensando en hacer algo más guarro aún. Pero aquella monada lo guarda para no manchar nada, y los dos nos reímos.
El blanco se pone a nuestro lado y deja de tocarse, parece algo enfadado cuando coge otro preservativo de la mesilla. “¿Cómo hago que se corra él?”, le pregunto al mulato; él me dice que seguramente no lo consiga. ”¿Ya estás cansado, no puedes más?”, me dice el anfitrión; yo le insinúo que “un poco”, pero la verdad es que ya me he corrido y no creo que pueda aguantar ni de coña que me vuelva a follar como antes. Mi compañero se va al baño a limpiarse, me deja solo con aquel bestia y su mirada de fuego. Me quedo tumbado en la cama respirando, haciéndome el tonto, hasta que siento cómo el dueño del piso me está haciendo señas con la mano. “Ponte a cuatro otra vez”, me ordena. “Ya te digo yo que vas a aguantar, zorra”.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: CUÉNTASELOANTO