Cuenta Alfredo Sanzol, director de El Golem, que cuando leyó la obra de Juan Mayorga por primera vez se sorprendió hablándole a su hijo con un cuidado especial al elegir las palabras.
Esa sorpresa hacia el lenguaje es compartida por todo el público que se acerca a ver el último experimento teatral que nos ofrece este tándem de dos creadores de moda.
El mundo mágico del significado de los nombres de las cosas, la propia magia de los símbolos que son las letras con las que se construyen y los caminos insondables de los sonidos producidos por las mismas son el entramado en el que se mueve El Golem, una experiencia que no se olvida fácilmente.
Mayorga no es un autor al que le guste poner fácil las cosas al respetable, y confiesa que le pone hacer del espectador partícipe protagonista para cerrar sus trabajos. Este es el caso de la función de la que hablamos, dos horas de texto un tanto oscuro y con fuerte carga filosófica que, si se quiere comprender, no permite relajación alguna.
La puesta en escena de Sanzol bebe de esta impaciencia, limando asperezas, al imponer un ambiente coreografiado desde el minuto uno. La ayuda viene de la mano de la agradable música compuesta por Fernando Velázquez, el inteligente movimiento de la negra escenografía minimalista de Alejandro Andújar y la cinematográfica luz propuesta por Pedro Yagüe.
Juntos componen un cuadro donde se reducen las múltiples dimensiones, acercando tanto la acción al respetable que a veces te sorprendes mirando un cuadro en lugar de un escenario.
Pero como suele ocurrir en este tipo de propuestas intelectuales, son los actores los que lo tienen más difícil. Elena González (Salinas) y Elías González (Ismael) viven en un entorno gris al que dan forma sin problema. Aunque es difícil la empatía en la distopía propuesta, donde la sanidad pública se desentiende de nuestra salud mental y ciertas fuerzas ocultas se apoderan del poder de nuestra mente para curar un mundo muy enfermo.
La mayor parte del curro recae sobre el cuerpo de la que observa, Vicky Luengo (Felicia), que defiende con serenidad un discurso plagado de detalles y acentos dramatúrgicos difíciles, que exigen el dominio de las técnicas más diversas.
Aunque tengas la impresión, cuando acaba la representación, de no haber entendido buena parte de lo expuesto, también sales del teatro con el convencimiento de no haber perdido la tarde, de haber aprendido algo nuevo; cosa que por si sola merece la pena de este Golem.
⭐⭐⭐⭐
EL GOLEM, DE JUAN MAYORGA, DIRIGIDA POR ALFREDO SANZOL, SE REPRESENTA EN EL TEATRO MARÍA GUERRERO (C/TAMAYO Y BAUS, 4 – MADRID) HASTA EL 17 DE ABRIL DE 2022
FOTOS: LUZ SORIA