Capítulo 49
“¿Lo necesito?”
Solo tenemos cincuenta euros en efectivo. Treinta para mefe, y a mí me gustaría pillar un chorri, pero el chico me dice que no. No entiendo qué quiere comprar con el resto, y paso de meterme tusi o keta sabiendo que vamos a ir a follar a la sauna todo el día. Pero el dinero es a medias y el camello es su contacto. Por fin sale del portal, le veo guardando las tres pastillas azules en su bolsillo. ¿En serio? ¿Te hace falta? ¿Las necesitas?
Me dice que es por el colocón, yo no dejo de pensar que a lo mejor no le pongo lo suficiente. Tío, tienes ventitantos años. ¿De verdad no se te pone dura si te la empiezo a tocar? Que sí, que estás drogado, pero si hace falta paramos un poco para que no te tengas que tomar esa mierda, ya nos hemos metido suficiente, y mezclar de repente esto…
Es un poco hipócrita por mi parte intentar que no te tomes un medicamento con todos los que llevo yo ya en el cuerpo, pero una pastilla es una pastilla, joder.
Y sí, hoy me estoy saltando las normas. ¿Me puedo justificar? No, solo diré que mi amigo, el que acabó en el hospital, ha empezado antes que yo, y cuidarle se ha convertido en seguirle el ritmo para que no se quede solo. Lo he decidido después de encontrar al que va a ser mi pareja esta noche, o esta mañana más bien. Nos han propuesto ir a darnos un chapuzón cuando la fiesta ha acabado y, bueno, he intentado convencer a mi amigo de llevarle a casa pero… ha surgido.
Mira, no, no hay excusa. No. Me ha apetecido y ya, aunque nunca lo reconocería en voz alta. Lo necesitaba.
No quiero que se tome esas pastillas, pero llegamos allí y es verdad que no hay manera. Le digo que es psicológico, que se relaje. Sigue sin conseguirlo. Se la toma, y al cuarto de hora estamos follando sin descanso. A veces la sigue teniendo un poco morcillona, suficiente para que entre pero no para que esté a tope. Hasta que lo consigue, por fin, y me hace gritar. No solo por su firmeza sino también por cómo estoy yo, en las nubes.
¿Pero lo necesitas? Tío, lo necesitas. Y todo lo que sea necesitarlo es malo. Y qué hago… ¿es otra dependencia más? ¿En serio? Putas farmacéuticas. ¿Qué es necesitar? Como el que necesita una copa para bailar, como el que necesita una cerveza para comer, como el que necesita un piti para dormir. Somos la generación de los que necesitamos, de los malcriados a los que mamá nos separaba la cebolla de cada plato, los caprichosos que queremos la camiseta de cincuenta euros y nos la permitimos. Los del ibuprofeno de gramo al mínimo dolor de cabeza. ¿Y cuando tengamos 50 años qué?
Acaba, yo no. Salimos de esa cabina y desaparece. No le vuelvo a ver. Ha acabado conmigo también. Entro en el jacuzzi a sentarme junto a mi amigo. Él sonríe, yo no. Antes de darme cuenta ya estoy hablando con el tío que tengo al lado, es un poco mayor pero es mono. Me coge la mano por debajo del agua, sin que nadie se dé cuenta por las burbujas, y la lleva hasta su paquete. Se me abren los ojos como platos; vaya rabo. Se la empiezo a pajear mientras nuestras rodillas chocan y él me sonríe. Estamos duros, los dos, sin ninguna píldora azul de por medio. Pero me pregunto si lo que yo necesito no es igual de malo, volver a repetir, quedarme allí más horas, tomar más de todo. Necesito irme a otra cabina con él a ver si no desaparece después, necesito dejar la puerta entreabierta por si alguien más quiere entrar y a nosotros nos apetece. Necesito sentirme bien. Pero para eso antes necesito pasar por la taquilla y drogarme más.
Al abrirla cojo el móvil, no miro la hora, solo una llamada perdida. ¿Quién coño eres? No te tengo guardado. Miro el contacto en WhatsApp, le tengo bloqueado y la conversación borrada. ¿Qué cojones?
A veces echo de menos a aquel adolescente que se aprendía los números de sus novios de memoria por marcarlos tantas veces en el fijo. Ahora soy otro marica más de la capital que no se sabe ni los tres primeros dígitos de su ex, y con suficientes contactos bloqueados como para tener que desbloquear este e intentar averiguar quién es. Por mi cabeza pasa un momento su cara…, ¿será él? No lo creo. Pero por si acaso necesito dejar de pensar en ello. Necesito llevarme esa bolsita blanca entera conmigo, y el sobre de lubricante también. Necesito seguir, no puedo parar. Esta adrenalina, esta rapidez, este morbo. Necesito seguir al chico que se agarra la toalla como puede, necesito dejar de preocuparme por si es el último que me voy a tirar hoy o no. ¿Qué más da? Lo que me apetezca. Seguramente necesite al menos a uno más.
Me apetece. Quiero. Me apetece. ¿Lo necesito?
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: CUENTASELOANTO