Capítulo 50
“¿Cómo se conoce la gente ahora?”
Estoy cansado de las apps. Empecé a buscar tíos por Instagram, pero era demasiado lento, demasiado chulo que solo quiere que creas que te lo puedes follar para que los restaurantes le inviten a comer y las marcas le manden cosas. Conversaciones infinitas que no llegan a nada o peor, acaban en un “tengo novio». Twitter vale la pena para alguna paja, de un día para otro las noticias se convirtieron en fotos de paquetes duros desde por la mañana. Pero no hay quien compita con quien lo enseña todo de primeras. ¿Tinder? Buf, pereza que las amigas de mi ex le digan que me han visto. ¿Dónde coño se conoce ahora la gente?
¿A quién pretendo engañar? Con el que quiero hablar es con él, al que conocí de rodillas y con los ojos vendados, pero le conocí en persona. Toda la noche mirando el móvil, su foto sigue ahí después de que volviera a aparecer, pero no me atrevo. Él tampoco me escribe. Y hoy me voy a correr con alguien sí o sí, lo necesito.
Resoplo, busco entre las peticiones de mensaje. A veces aparece alguno bueno… y de repente lo veo: un enlace de invitación. Es para un grupo, de esa aplicación de chats que solo usan los que ocultan algo. Tengo que descargarla porque ya no está en mi móvil, apenas la he usado un par de veces para el curro. Una vez dentro veo que la foto del grupo es una orgía de tíos digna de Xvideos. Esto es nuevo. Me quedo mirando la invitación, entre los usuarios hay tres fotos conocidas y un «+200» al lado. Más de doscientas personas. Hay un mensaje que dice: “only with profile picture”. Ya estamos con las normas. Aún tengo puesta una, me dejo la misma y termino aceptando.
Es un chat de guarreo, no tiene otro nombre. Cientos de personas mandando fotografías íntimas, vídeos, morbos, solo para que otros lo vean y les pasen también las suyas. Horas de vídeos, álbumes de imágenes, como si hubiera pirateado OnlyFans y lo tuviera todo en mi mano. Algunos suben contenido en solitario, otros follando con más. ¿Dónde ha estado este grupo toda mi vida?
Me vicio, no puedo dejar de verlo todo y me empiezo a tocar. Cuando algo me llama de verdad la atención pincho en la foto de la persona que lo ha subido, a veces publican algún enlace a sus otros perfiles junto a una bandera del país donde viven. Me pregunto cuántos estarán ahí solo para buscar seguidores, o para ganar dinero. Pero a mí me tienen a punto de correrme.
Menuda puerta intercultural de penes, cuántos tamaños, cuantos culos, hay de todo y para todos los gustos. Ninguno es un modelazo, aunque hay rabos por los que cogería un avión para comprobar si son reales. Si yo tuviera ese miembro también lo publicaría junto a mi cara sin problema, hombre. Pero entre todos esos uno me llama la atención de más: una carita de ojos azules, y al lado un culo redondito y sin ningún pelo. Menuda maravilla. Entro en su foto, una bandera de España y un usuario encabezado por una arroba. Le busco y le encuentro, ¿encima es de mi ciudad? Bingo. Le lanzo un fueguito pero no consigo llamar su atención por allí. Vuelvo a la app del grupo. ¿Tengo que mandar algo para que me hablen? Me da palo. No quiero exponerme así pero parece que es la única forma de que te vean entre tanto porno amateur. Soy más discreto que todo eso, si todas estas personas se muestran así, con foto de cara y sin ningún pudor…, a saber dónde puede acabar mi foto.
Termino escribiéndole por privado a uno de los usuarios conocidos, es un chico que me follé hace tiempo. Me responde que ni me preocupe, que mande la foto porque voy a flipar. “Todos buscamos lo mismo”. Y puede que tenga razón, además no puedo pensar bien con tan poca sangre en el cerebro.
Imito a esos ojitos claros y escojo una imagen en la que solo muestro mi cara mientras empiezo a buscar otra más en la galería. La encuentro, una suficientemente caliente y explícita, de las que te tiras uno de esos días que el agua caliente de la ducha te la pone dura y en el espejo todo parece más grande. La toalla al hombro, vapor y gotas en las mejillas. Corto la imagen hasta la nariz, por si acaso. A los veinte segundos ya tengo más de diez chats privados abiertos. Pero ninguno es de ese culo que me había gustado al principio.
Uno me pide que le ponga la cam, y sería cómodo pero paso, no tengo quince años ni estoy usando Badoo o el Chat Terra. Un jovencito solo quiere que le pase más fotos o vídeos. Otro, más que aceptable, me pregunta si soy nuevo y si estoy en la ciudad, le respondo que sí a los dos. Me manda su ubicación y un vídeo mientras se lo follan como invitación. Como se mueva así delante de mí no voy a durar ni tres segundos. Pero el raciocinio me hace frenar un poco, ya hemos pasado por esto “X”.
“No quiero grabarme, tío”, creo incluso que voy a borrar la foto que acabo de mandar por el grupo. “Hazlo”, me contesta, y me dice que él ya ha borrado el vídeo que ha mandado para que lo vean los demás. “Solo me meto aquí cuando estoy caliente y busco alguien que quiera lo mismo. Sin compromiso. No hace falta que nos grabemos, solo quería enseñarte cómo me gusta que me den, fuerte, para ver si a ti también te va”.
Y ya lo ha conseguido, ahora necesito quedar con él. “Te espero aquí, no tardes.” Me responde por último mientras me deja el número de su móvil.
¿Será así como se conoce la gente ahora, follando?
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: MANO MARTÍNEZ