Capítulo 51
“Prefiero irme a casa”
Salgo de la sauna y me enciendo un piti en la puerta. Gafas de sol, cinco de la tarde (del día siguiente). ¿Cómo puede haber pasado el tiempo tan rápido? Mi amigo, el que apenas ha salido del hospital, sigue dentro. Pero no le voy a insistir más.
He tenido que salir porque empezaba a notar que estoy sobrio, me estaba entrando el bajón. ¿Ya? Si no me ha dado tiempo a llegar a casa…, pero sí, estoy depre. Se han abierto todos mis sumideros de serotonina y debo estar bajo mínimos. Después de éstas semanas en las que un par de polvos me habían alegrado la vida, estar allí dentro con ojos de una persona despierta… me ha revuelto por dentro. Echo el humo del cigarro mirando la pared inmóvil mientras me acuerdo de lo que más me ha marcado: un chico esperaba dentro de una cabina con la puerta abierta, subido a la ‘cama’ a cuatro patas, dando la espalda a todo el quisiera entrar y hacer cualquier cosa con él. He dado varias vueltas por la zona oscura buscando a mi colega, y siempre que pasaba por allí ese chico seguía igual, esperando inmóvil. Ni siquiera giraba la cabeza para ver si entraba alguien o no. Se me ha quedado grabado.
Parece que la vida me tuviera ahora mismo como a ese chico, esperando a que alguien más me joda. Ofreciéndome a cualquiera, me da igual quién. No por el morbo de no saber quién será, de no verle la cara, sino porque parezco igual de pasivo esperando a que alguien más me dé por culo otra vez. Como si lo echara de menos. Y hasta exponiéndose así el chico parecía bastante solo, no ha entrado nadie que yo haya visto, y solo he notado que la puerta se había cerrado cuando ya me estaba yendo.
Y aun así vuelvo a mirar con dudas el móvil. Era él, el de la llamada perdida. Después de desbloquearle ha aparecido su foto. ¿Para qué me habrá llamado? ¿Estará jugando a hacerme sufrir? Le habré pillado cachondo y seré uno más al que le ha escrito para ver si caigo. Habrá sido un error, y aunque me maten las ganas de preguntarle yo no voy a ser el que le escriba. Tampoco le voy a volver a bloquear, eso sería una tontería.
Creo que lo he decidido: me voy. Me voy de aquí.
Pero no sé de qué huyo. ¿Será que en las demás ciudades no habrá saunas, no habrá tíos que me insistan hasta que caiga con ellos en lo mismo? No, estoy huyendo de lo que soy aquí. De lo que me he convertido. Pero me voy a ir conmigo mismo, con mis ganas de follar, mi necesidad, mis demonios. Me los voy a llevar a todos en la maleta. Y aun así no sé por qué creo que salir de aquí sería cerrar la puerta de aquella cabina. Estoy harto de que me hagan daño, pero el primero que me maltrata soy yo. ¿A dónde huyes cuando quieres escapar de ti mismo? A lo mejor tendría que volver con papá y mamá un tiempo, volver a ser un niño. Volver a sentirme en casa. Pero creo que eso no es posible. ¿Ahora voy a tener que volver a dar explicaciones cuando salga o entre, y no voy a tener sitio para follar cuando quiera? Aunque claro, de eso se trata. Pero mi casa ya no está allí, ni tampoco aquí. No sé dónde está, parece que estoy solo en cualquier lado.
Un tío se acerca a mí. Le conozco, hemos follado varias veces. Me pregunta que si voy a entrar, le respondo que acabo de salir. Me insiste, me dice que me quede un rato más, se ofrece a pagarme la entrada de veinte pavos solo por pasar media hora conmigo dentro. Le miro los ojos, rojos, la boca seca, la ropa caída. Le huele el aliento. Viene solo. Huyo de esto, de querer entrar con él, de ser él. Porque sé que la luz del sol me ha despejado, que el piti me ha dado sueño y hambre, pero si no estuviera despierto, si me lo hubiera ofrecido media hora antes, habría entrado con él. Y por primera vez en mucho tiempo lo digo: “Prefiero irme a casa”.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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FOTO: MANO MARTÍNEZ