Relatos gais (des)conectados: "Todos buscamos lo mismo" (parte 4)

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Capítulo 53

“Todos buscamos lo mismo” (parte 4)

El activo se tira en la cama rendido, exhala con fuerza y vitorea nuestro momento. El chico que conocía, el que me habló por el chat, se pone entonces de pie y le observo coger un pañuelo y escupir en él. No se lo traga, de hecho entra al baño y le escucho beber agua y enjuagarse.

Cuando sale de allí me mira, yo ya me estoy poniendo el vaquero pero me invita a entrar al baño si lo necesito. Mientras lo hago, al menos para lavarme las manos, el pasivo vuelve a entrar con tres botellines de cerveza abiertos en la mano. Yo no acepto el mío, aún me duele la cabeza del popper, pero el chico sonríe y me insiste. “Que sonrisa tan bonita tienes” me sale decirle. El chico se ruboriza y me mira como si estuviera loco. Supongo que ya nos hemos corrido y la cháchara se ha acabado. Acepto la cerveza para no hacerle el feo.

El activo se levanta de la cama para coger su botellín y me ofrece un cigarro. Al decirle que no fumo sale solo al balcón, desnudo. Me siento en la cama pensando en quién le estará viendo en pelotas desde la calle, pero a él le da igual. El pasivo se sienta a mi lado, le pregunto si lleva mucho tiempo usando el chat de guarreo, me dice que él apenas lo usa, que el móvil desde el que hemos hablado es el de su chico. “Pero entonces… ¿he hablado contigo o con él? Si eran tus fotos”. El pasivo se vuelve a ruborizar. “Nos da morbo esto, a veces él habla por mí”. Yo vuelvo a mirar en dirección al balcón, su posición relajada cruzando un poco las piernas y los brazos apoyados en la barandilla mientras echa el humo. Creía que el que había iniciado todo esto era el pasivo, el que disfrutaba, el que hacía que su pareja viera cómo otro se lo follaba, pero era al contrario. Es el activo el que quería ver cómo su novio se tragaba la leche de otro, y viendo a este chico tímido y sonrosado… me da la sensación de que él lo está haciendo por el placer del otro también.

Llevan menos de un año, viven en ese minipiso los dos juntos. “A veces se nos va un poco de las manos…”, me confiesa el pasivo, “pero nos lo pasamos bien”. El activo entra entonces y nos mira hablando, brinda su botellín conmigo y doy el primer trago. Con algo de vergüenza les pregunto por el condón, y me responden que ellos usan PrEP. “Puedes estar tranquilo”. Cortan la conversación ahí, no me dan más explicaciones aunque por mi cabeza revolotea lo que quiero decirles sin atreverme a hacerlo.

Los dos se tumban en la cama, se abrazan. El pasivo se apoya en el pecho de su chico y cierra los ojos. Noto que es el momento de irme. “Me dais envidia”, les suelto mientras me pongo la camiseta. No sé si tendría una relación como la suya, no sé dónde está el límite entre los dos, cómo lo han hablado para no hacerse daño, pero están tranquilos. Tengo que preguntárselo, no encuentro bien las palabras, pero escojo algunas y lo digo: “¿Cómo lo hacéis?”. El activo lo tiene claro: se habla y ya está. “Aunque esto no es para todos”.

El pasivo, aún con los ojos cerrados, me responde.

– Todos queremos lo mismo.

– ¿Corrernos? –le pregunto con una media sonrisa.

– No –me responde abriéndolos y mirando de reojo a su chicos–. Tener a alguien con quien dormir después.

Bajo en el ascensor. Me tengo que meter la mano en el calzoncillo para despegármela de la tela porque me he vestido demasiado rápido. Salgo a la calle y miro el balcón desde abajo. Todos queremos lo mismo; queremos follar, morbo, vivir, desear, jugar, ganar y perder… sentirnos buscados. Y todo sin límites, sin depender de nada, sin obstáculos ni ataduras con las que no queramos comprometernos. Y de repente, encuentras una persona con la que hacer todo eso y más. Un acompañante, una mano que te lleve.

Supongo que es verdad, que todos queremos lo mismo: que nos quieran.

¿Pero qué quiero yo?

ILUSTRACIÓN: CUENTASELOANTO