Relatos gais (des)conectados: "¿Te apetece?"

59. "Me pide que me siente cómodo en el sofá mientras se pone de rodillas en el suelo". Relato escrito por Pablo Paiz.

Relatos gais (des)conectados: "¿Te apetece?"
10 junio, 2022
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Capítulo 59

“¿Te apetece?”

(X)

Llego cansado, pero con ganas de verle. Espero poder rendir. Me abre la puerta encendido, más que nunca, me la quiere chupar a la vista de todos antes siquiera de dejar la mochila en el suelo.

No para quieto, me besa y a los cinco segundos se pone a prepararme una copa de vino. Me toca el calzoncillo, se muerde el labio pero se levanta y va hasta la habitación para guardar mi chaqueta. Me pide que me siente cómodo en el sofá mientras se pone de rodillas en el suelo, suplica que me encienda un piti. Esto me va a gustar. Toma un poco de popper antes de entrar en la bragueta que seguía abierta y se pone a mamar. Se le llena la boca y lucho por mantener los ojos abiertos para no perderme un solo segundo de su pelo despeinándose, su cuello haciendo círculos, su mano que baja desde mi pierna para tocarse. Me encanta cómo me sujeta los huevos con ternura, cómo saca la lengua y lame los lados con deseo. Se ríe, se lo pasa bien y lo está disfrutando más que yo. Me acostumbraría a esto, llegar todos los días reventado del curro con la ilusión de que me espere este placer antes de dormir cada noche.

Después de un buen rato me ofrece oler a mí un poco de ese bote, lo hago esperando que me espabile. Mi cabeza vuela por unos segundos, relajo todo el cuerpo y me dejo absorber por los cojines del sofá. Él se vuelve loco, sube el ritmo y consigue que tenga que pararle para no llenarle toda la boca antes de tiempo. Nos reímos los dos, bajo hasta el suelo para besarle. “¿Te apetecería tomar algo más”, me pregunta. En la habitación prepara una raya de ese polvo blanco encima de un libro, yo le miro con el gesto torcido porque no estoy muy seguro. “Vamos a quedarnos en casa, tranquilos, disfrutando. Pero toda la noche”. Supongo que hay algo de mí que le suena muy bien, y lo hago. “Respira fuerte, muy fuerte. De una”. No siento nada, solo un picor horrible en al nariz que me quema por dentro, la boca me sabe a yeso de pared. ¿Seguro que esto es droga?

Sin darme cuenta al rato estoy igual de activo que él, pero al contrario de lo que me esperaba, dejamos de follar. Desnudos, nos ponemos a hablar de todo y nada, a poner vídeos en el ordenador y hacernos reír. Salto en la cama como un niño pequeño, nos hacemos cosquillas, fumamos sin importar dónde cae la ceniza. Tomo otro poco después, cuando me vuelve a ofrecer. A veces vuelve a metérsela en la boca, me la pone dura y me pajea mientras gira la otra mano hacia el teclado y escoge la siguiente canción que vamos a escuchar. Se da la vuelta para que le toque el culo mientras tanto, y gime sin dejar de mirar la pantalla. La música suena diferente, los colores de los vídeos me atrapan, las letras cobran sentido. A veces nos tumbamos y solo disfruto de estar ahí, tranquilo, cerca de él y con un calor interno que me hace sentirme bien.

Encuentro un lunar en su hombro que no había visto nunca, me concentro en él. Me gusta perderme en su piel, mirarle tumbado con los pies cruzados, cómodo, distraído con cualquier chorrada que estemos viendo mientras paso uno de mis dedos por su espalda hasta llegar a su culo. Sonrío sin que me vea, descontrolado, solo por tocarle, por tenerle ahí. Me humedezco la yema y le rozo casi entrando en él, noto como su músculo se abre y se cierra con gusto para mí.

Pasan las horas y de repente algo se apodera de la poca razón que tenía, necesito comerle el culo. No lo había hecho hasta ahora, pero de la nada se convierte en mi plato favorito. Consigo llamar su atención, hinca las rodillas y los codos en el colchón, mira hacia atrás. Mi lengua entra en él y noto cómo se retuerce. Necesito metérsela. Se sienta sobre mí, estiro los brazos y las piernas hasta el límite y dejo que se mueva, lento pero fuerte. Me flipa. Tengo que agarrarle después, me abalanzo sobre él y le hago gritar. Se abraza a mi cuello. No es que el tiempo se detenga, es que deja de existir. Me da igual el reloj, mi móvil, la luz del ordenador que ilumina nuestros cuerpos chocando entre sí. Cierro los ojos y siento su cabeza junto a la mía, su calor de nuevo atravesando algo más que mi piel. Ese abrazo mientras se la meto. Le siento a él, me siento a mí, juntos en un momento que nunca había vivido. Algo más, algo etéreo que me embriaga de felicidad y necesito que no se acabe nunca. Estoy en algún lugar donde nunca antes había estado, y quiero seguir aquí. Pero mi cuerpo se está emocionando demasiado, le digo que me voy a correr, que le voy a llenar entero. Él sigue gimiendo pero después baja el ritmo, me pide que pare. “Si te corres esto se acaba, vamos a esperar un poco más”.

Freno y me siento a su lado mientras se hace otra raya. ¿En serio? Con las ganas que tenía de echársela en esa carita y hacer que se la comiera toda. Me cuesta parar, le agarro los brazos y las piernas sin poder controlarme. Le quiero ahora, quiero seguir, pero me insiste y tomamos un poco más. Me fijo en que no estoy nada cansado, podría continuar y ver hasta dónde podemos llegar, dónde está el límite. Este morbo es nuevo, no estaba en la lista de todas aquellas cosas que hicimos en los meses que nos vimos tanto, y me está encantando. Me voy a dejar llevar y hacerle caso aunque ahora mismo le reventaría hasta que no pudiéramos más.

“¿Y si llamamos a alguien más?”, me pregunta de repente mientras se la vuelve a meter en la boca. “¿Te apetece?”.

‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz

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FOTO: CUENTASELOANTO

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