Capítulo 62
“Nadie se corre” (parte 1)
(X)
Echo el humo del cigarrillo mientras cuento las personas que estamos ahí dentro: somos siete.
Algo en mi interior sigue ardiendo, pero la llama ahora es más débil. Y le miro a él, observo cómo un chico que me hace sentir que la tengo pequeña le está metiendo todo lo que tiene y otros dos, frente a él, le quieren dar de comer. Me pone, quiero unirme a ellos, ser yo el que se lo dé todo, pero aquí nadie se corre. Un chico se tumba junto a mí y me pide que le pase el humo directamente a su boca. Estoy a punto de estallar.
Salgo de la cabina, solo, me pide agua. “Voy a por ella”. Me siento algo perdido por esos pasillos, algunos chicos me tocan al pasar junto a ellos, yo les devuelvo la caricia. Un chico moreno me agarra la mano y me mete dentro de una habitación, pero cuando sus labios empiezan a tocármela me separo de él y vuelvo a mi camino. Por las escaleras una pareja me saluda, vaya dos guapos, les sonrío pero sigo recto.
En la barra un chico me da conversación. Me dice que él no tiene puente, que acaba de salir de trabajar de un bar. Por primera vez soy consciente del tiempo que llevamos aquí dentro, horas, un día entero. Dios, quiero irme a casa con Y y estar los dos solos. Ha sido suficiente pero… quiero correrme. Quiero correrme aquí, con esos siete tíos alrededor. Quiero correrme reventándole, haciéndole gemir, escucharle pidiéndome más al oido, que todos le escuchen. Quiero correrme mientras otro le agarra del pelo y le gira la cara para que me mire. Quiero correrme y sacarla justo a tiempo para llenarle la espalda entera, y que alguno se agache a limpiarme el rabo con la lengua después, que lo deje bien limpio antes de pirarme a casa. Quiero hacerme un piti y ver entonces cómo se corren los demás, cómo uno preña a otro y la saca dejando que caigan algunas gotas, cómo otro mancha la colchoneta y la pared con un chorrazo a presión, cómo el tío de la polla enorme se lo tira todo encima del torso mientras cierra los ojos y se queda sin aire.
Quiero correrme, pero cada vez que lo digo me ponen mala cara. ¿Es que nadie va a parar? ¿Qué sentido tiene alargarlo tanto, qué ganan con ello? ¿Merece la pena? Puede que las drogas no me estén sentando igual que a ellos, porque es la segunda vez que bostezo. Puede que no sepa llevar este ritmo, que no lo disfrute igual. Puede que sea algo más tradicional.
Me dan dos vasos de agua, me bebo uno al trago. Escucho mi cuerpo diciendo basta. Voy a ir hasta allí, voy a decírselo, y voy a darle toda la leche como me ha dicho antes de salir de casa. Es suya, solo suya, y se la voy a dar solo a él, sin importarme si nadie más se corre. Aunque me entran las dudas de si quiere venirse a casa conmigo, o quedarse allí.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz
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ILUSTRACIÓN: CUENTASELOANTO