'La voluntad de creer': la emocionante obra que habla del poder de la fe en Naves del Español

Temas: Teatro

Lo que más sorprende de La voluntad de creer, obra con la que Naves del Español abre su temporada, es la cercanía que el público siente con lo que está pasando en escena.

Pablo Messiez, creador y director de La voluntad de creer, nos propone desde el principio una implicación especial con sus seis actores y actrices.

 

Para abrir boca, se llega a la sala donde se representa La voluntad de creer con el escenario desmontado, con las ventanas y puertas de seguridad abiertas de par en par. Mientras se ocupan las localidades, el elenco observa e incluye comentarios personales, que al principio parecen frases aleatorias, pero que poco a poco pueden llegar a ser intimidadoras, pidiendo que se crea que ellos, actores y personajes, están juntos en escena.

Porque esta es la profundidad y la razón de ser de La voluntad de creer, que tan bien resume su título: la necesidad en la vida de tener fe en las cosas y en los individuos, a pesar de que a veces nos cuenten cosas imposibles.

El ambiente necesario para que este acto de fe está construido en la minimalista escenografía de Max Glaenzel, que se va construyendo a la vez que el texto, paneles blancos que junto a la acertada iluminación de Carlos Marquerie, forman paulatinamente, y desde la nada, una vivienda donde se desarrolla la acción.

Elegir esta forma de teatro desestructurado es un acierto, rompiendo la cuarta pared desde el minuto cero. Los actores van convirtiéndose en sus personajes poco a poco, a la vez que el texto pasa de lo cotidiano a la poesía. Por cierto, es curioso cómo se trata el verso, a veces ensalzándolo y otras mofándose de él, dejándonos claro que todo es posible.

La historia de La voluntad de creer la protagoniza una familia vasca visitada por un médico-poeta; un matriarcado en que el hermano pequeño dice ser Jesús de Nazaret, una hermana que espera un hijo de su esposa argentina, una hermana mayor con muy mala leche –paralítica, o no, según decidas– y una hermana poeta que es la única que cree en todo. Cree incluso en su Cristo familiar, hecho que se hace contagioso con sus consanguíneos, que llegan a presenciar hasta una resurrección.

El elenco, formado por habituales de Messiez, está que se sale, con momentos que van desde la comedia más fina hasta la filosofía más dura, todo ello pasado por el tamiz de un actuar desde la naturalidad; no hay aspavientos, lo que facilita la entrada en la acción.

Estamos ante otra forma de ver el teatro del siglo XXI, donde se incluyen técnicas diversas. Hay incluso una instalación con una antigua TV, donde se ve la película de culto de los años cincuenta Ordet, que sirvió de inspiración al autor, y que a veces coincide con las acciones sobre el escenario.

El resumen intelectual que nos lanza el director argentino en La voluntad de creer es que nada es verdad ni mentira, todo depende de la fe. Para ello, utiliza un discurso con toques feministas, donde se cuestionan hasta la maternidad y la muerte.

⭐⭐⭐⭐⭐