El artista plástico y fotógrafo Rafael Ríos, mediante el sello de su marca artística @dildoconbigote, emplea disciplinas como la fotografía, el collage y la intervención como una forma de defender los valores de la diversidad, la libertad, así como reivindicar las realidades sociales y discursos vinculados al colectivo LGTBIQ+.
Coincidiendo con el día de San Rafael en Córdoba, el 24 de octubre, ha llevado a cabo un proyecto llamado Custodio, en el cual han participado otros tres artistas cordobeses: el bailarín y modelo José Rabasco, el estilista Josemi Ortiz y el artista e ilustrador Julio Muñoz.
La obra combina dos disciplinas (fotografía e intervención digital), reformulando la iconografía sujeta al arcángel y mostrándolo como un icono de Córdoba y de su diversidad, aunando las raíces de esta tierra y la visibilidad de una sociedad diversa e inclusiva.
La idea nace de tomar prestada la figura del arcángel San Rafael, muy presente en el imaginario cordobés y en la Historia del Arte, mediante elementos fácilmente reconocibles como el cayado y el pez, pero a su vez reexponiendo y construyendo un nuevo icono protector de la diversidad, trayendo la imagen a la actualidad y haciéndolo valedor del colectivo LGTBIQ+, como un ejercicio de reivindicación, visibilidad y respeto ante el mismo.
Las influencias en el género artístico son claras, y es que el simbolismo de principios de siglo, y en especial, de Julio Romero de Torres, juegan un papel primordial para comprender la relevancia y la configuración de esta obra.
En 1925, el célebre pintor cordobés ya planteó en su cuadro un arcángel cuyo género oscila entre lo masculino y lo femenino, más tendente a este último, y que supuso una ruptura con los valores tradicionales de la iconografía religiosa, donde los ángeles se habían mostrado eminentemente masculinos.
Siguiendo esa línea, @dildoconbigote ha querido mostrar un arcángel custodio de la protección de la diversidad, representado en la figura del bailarín José Rabasco, junto con el estilismo a cargo de Josemi Ortiz, que juega con los estereotipos femeninos y masculinos llevándolo a un punto más queer, con elementos como el maquillaje, un corsé o el calzado, una sandalia romana con cuerdas, que reinterpretan la bandera del Orgullo. El liguero empleado por los viajeros para recoger sus ropas es aquí una bandera que sujeta una castañuela, otro símbolo vinculado con la tradición por el folklore.
La tiara reinterpreta a la omnipresente mezquita omeya, un icono artístico cordobés que se suma a ese mensaje de tradición y evolución, además del cayado, aquí cambiado por el famoso “jarrillo lata” y la caña para regar nuestros patios. El pez es una trucha, en alusión al vulgarismo que se suele emplear de manera despectiva hacia el colectivo gay, pero reapropiado para la ocasión.
Julio Romero de Torres está también presente en la peana, que en la obra del pintor se convierte a su vez en un homenaje a la platería cordobesa y a la obra de Valdés Leal. En esta ocasión ha sido representada como intervención en la fotografía con lápiz digital (junto a las alas y la trucha) por el artista e ilustrador Julio Muñoz. Las figuras que acompañan el escudo a los pies aluden a personas desvinculadas de los cánones normativos. Por último, como escudo y efigie de lo femenino, la vulva y el pan, como alusiones tradicionales al famoso cuadro de Courbet El origen del mundo.
El resultado del proyecto es una balanza entre tradición y actualidad, un icono fácilmente reconocible, pero a su vez integrado en la realidad actual, que plantea mostrar la multiplicidad social que vivimos como un ejercicio triple de visibilidad, reivindicación y respeto hacia el colectivo LGTBIQ+, aún muy necesario en pleno siglo XXI.