Lo que ya es el torneo de la vergüenza, con centenares de trabajadores muertos y enterrados a sus espaldas, suma al colectivo LGTBI en su atentado contra los derechos humanos. En Qatar hay discriminación, violencia y prácticas de conversión; las relaciones sexuales consentidas entre hombres mayores de 16 años están penadas con hasta siete años de cárcel (artículo 285). Los mismos cargos se aplican al sexo fuera del matrimonio (artículo 281), y en caso de que los condenados sean musulmanes, además de ser encarcelados pueden ser condenados a la flagelación o, incluso, a pena de muerte en caso de estar casados. Y claro, hablamos de hombres, porque las mujeres…, ya saben.
¿Y la FIFA? El organismo que designó a Qatar como sede prohíbe todos los mensajes políticos. Incluso llegaron a argumentar que los equipos deberían “centrarse en el fútbol” en lugar de en la política. Así, países como Inglaterra o Alemania han tenido que ingeniárselas para poner mensajes de amor libre en el avión que les llevaba hasta Doha, y junto a otras ocho federaciones sustituirán su brazalete habitual de capitán por uno arcoíris que ya hemos visto en otras ligas. Porque en España…
El tema de la visibilidad LGTBI en el mundo del fútbol masculino español (aquí ellas hacen un trabajo impagable poco reconocido aún) está demasiado maleado. El “maricón” sigue en boca de muchos aficionados como sinónimo de debilidad, y nadie hace nada –ni se espera– para dar un paso adelante y acabar con uno de los grandes reductos homófobos de nuestro país. No es culpa del desamparado futbolista, se entenderían sus reticencias –o no, hay debate–; igual que no se le puede pedir a nadie que se martirice, es difícil que se pueda renunciar a un Mundial, el techo de todo el que practica este deporte, pero está claro que las instituciones han callado para que su chiringuito tenga el color del billete. El del arcoíris, para cuando no se vaya a levantar ninguna suspicacia.
Y esto es tal vez lo más sangrante. El presidente de la RFEF Luis Rubiales lo ha rechazado porque piensa que «es imposible» contentar a todo el mundo, y nuestra selección llevará un parche bajo el lema «El fútbol une al mundo» como único y ambiguo distintivo. ¿Qué hay que unir si en un altavoz tan grande como este no se manda un mensaje de igualdad? Uno que se ha llevado la Supercopa de España a Arabia Saudí por motivos económicos y que se jacta de que “ha dejado un legado, sobre todo en el tema de la mujer” parece que es más de aceptar las reglas, sobre todo si las dicta el que tiene el balón (y el dinero). Pero esto no es el patio del recreo…