Capítulo 66
“Como cuando la tengo dentro”
(Y)
Ojalá pudiera ver siempre la vida como cuando la tengo dentro. Sin poder notar más que un cuerpo encima del mío, las sábanas desprendiéndose bajo mi espalda. Pensar solo en el aquí y ahora, en que soy feliz justo en ese momento.
Ojalá el futuro y todas sus complicaciones desaparecieran con la misma facilidad con la que entras en mí, que mis ojos se cerraran tan rápido por las noches como cuando me haces gemir, que por las mañanas tuviera tanta hambre como cuando me aprietas los extremos de la cara.
Ojalá pudiera tomar decisiones como cuando la quiero tener dentro. Perseguir cualquier objetivo de esa manera ciega, hasta conseguirlo. Que me dé igual que nos vean, que desaparezca la vergüenza, pensar que el tío con el que nos hemos ido a casa no es tan feo, que esa sensación lo invada y lo sustituya todo, absolutamente todo, y no haya frenos. Que dé igual la hora, los excesos, si ha merecido la pena o no.
Ojalá sintiera el mundo como cuando la tengo dentro. El tacto de las uñas en la piel caliente, mi interior vibrando con algo más que no sabría explicar. Sentir que eres increíble, que yo lo soy aún más. Sentir que la vida es fácil, que no va a amanecer, que no hay nada más que hacer. Que dejen de importar los platos sin fregar o la alarma en el despertador. Sin trabajo, sin obligaciones, sin más que mirarte a los ojos y que tú, como un juego, me mantengas la mirada hasta que consiga hacerte dibujar una sonrisa en esa cara de niño poco bueno.
Ojalá sonriera tanto como cuando acabas dentro. Últimamente me cuesta tanto hacerlo, sonreír. Porque cuando nos separamos vuelve todo a mi cabeza, todas las dudas, todas las preguntas. ¿Estoy haciendo lo correcto yéndome de la ciudad, justo ahora que has vuelto a mí? Ni las drogas ni tú podéis acallar esa pregunta. Pero lo hago por mí, por primera vez en mi vida hago algo por mí. Irme.
Pero apareces desnudo por el pasillo, después de despedir a nuestro invitado, y te tumbas a mi lado. Me besas la mejilla y me pides que apoye la cabeza en tu pecho. Ojalá lo tuviera todo tan claro como cuando la tengo dentro, sin dudas de que te quiero aquí, abrazándome. De que sería capaz de rechazar esa oferta de trabajo y quedarme contigo. Porque a veces no hace falta que me la metas, a veces solo mueves inconscientemente tu pierna y me la pones encima, y me atrapas con todo tu cuerpo. Parece que me pides que me quede, que sea yo el que entre ahora en ti y no salga nunca. Y esa sensación es más difícil de explicar, porque la sangre que me la ponía dura ya ha vuelto a mi cerebro, y tú ya la has sacado, pero algo sigue bailando en mi interior. Y ahí, escuchando los latidos de tu corazón, me siento igual de feliz que cuando me la metes, sin ninguna pregunta, sin ninguna duda, sin ninguna decisión que tomar, sin ningún sentimiento que no sea tuyo y mío.
ILUSTRACIÓN:@cuentaseloanto
Me acurruco y la forma en la que me acaricias me devuelve a la realidad. Porque en el fondo sé que de alguna manera ya estamos dentro el uno del otro. Y no solo por la carne, no solo en lo sexual, va más allá. Porque cuando te siento dentro… me siento bien.
Ojalá me sintiera siempre así, como cuando alguien ha entrado en mí.
‘RELATOS GAIS (DES)CONECTADOS’
BREVES RELATOS homoeróticos de ficción ESCRITOS POR el periodista pablo paiz