Dialogando con la vida, de Christophe Honoré, pasó el año pasado por el Festival de Toronto y por el de San Sebastián, donde el casi debutante Paul Kircher consiguió el premio a la mejor interpretación protagonista.
Es una película que refleja con una gran sensibilidad la tristeza y la rebeldía adolescentes, y que también habla de cómo su protagonista, que empieza a vivir su homosexualidad, descubre la importancia de tener, además de la familia de sangre, una elegida.
En esta entrevista, el director Christophe Honoré desvela detalles muy importantes sobre su película Dialogando con la vida.
SHANGAY ⇒ ¿Cuándo se rodó la película?
CHRISTOPHE HONORÉ ⇒ Empezamos a rodar a finales de 2021. Ese invierno fue un momento peculiar para todos nosotros: una época de elecciones, después de muchos meses de una pandemia que seguía haciendo estragos, lo que dificultó mucho nuestro trabajo en el plató. También fue un momento de total vulnerabilidad, ya que la guerra estaba a punto de estallar en Ucrania.
Creo que, a su manera, la película es testigo de esta época concreta, o al menos ha dejado su huella en ella. Con sus tensiones internas, la película despierta una sensación de colapso, solo evitada por la voluntad de poner una cara valiente, de hacer todo lo posible para no ceder al impulso de rendirse. Tal vez la película trate de eso: de cómo convertir la tragedia en una forma alegre de dolor. Por eso creo que es, ante todo, una historia de amor; no un melodrama, sino una película que espera el amor.
SHANGAY ⇒ Las emociones que desentierra la película a través del personaje protagonista son a menudo trágicas, angustiosas. ¿Fue un proceso doloroso revivirlas?
CHRISTOPHE HONORÉ ⇒ Fue bastante agotador, porque sé que esas emociones provocaron un derrumbe personal con repercusiones permanentes. Sin embargo, no he tratado de arrojar una luz remota o apaciguada, sobre ellas. Al contrario, he hecho todo lo posible por ser fiel al adolescente que era entonces y a lo que sentía. Quise ser fiel a las emociones que había sentido, utilizando la escritura y la dirección para reencontrar su naturaleza caótica, abrumadora e imprevisible.
Cuando la tragedia golpea y trastorna tu vida cotidiana, no hay narración, no hay historia que desarrollar; solo sentimientos confusos y la impresión de que ya nada tiene sentido. Este empeño por mantenerme lo más cerca posible de esas emociones, como si las reviviera en el presente, me permitió crear un personaje de ficción. Para mí, Lucas es ahora un personaje de ficción por derecho propio. Lo veo más como un joven de hoy que como un recuerdo de lo que fui. Con esta película no tengo la sensación de haber viajado al pasado; más bien he proyectado un sentimiento del pasado en la realidad de hoy.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo y por qué elegiste a Paul Kircher?
CHRISTOPHE HONORÉ ⇒ Paul fue elegido al final de un larguísimo proceso de casting, que empezamos cuando yo aún estaba escribiendo el guion. Vimos a casi trescientos jóvenes. No buscaba un aspecto físico concreto, solo sabía que el papel era exigente y que necesitaba un actor que pudiera cargar con escenas serias y con momentos más cotidianos, ligeros o graciosos. Es complicado a esa edad: los actores jóvenes suelen sentirse más cómodos con la profundidad y la gravedad, y menos con la energía o la alegría. Paul es un actor maravilloso. No sé si el cine estará a la altura de todo lo que puede ofrecer. Su sensibilidad es realmente conmovedora. Y fue un verdadero privilegio para mí.
SHANGAY ⇒ Es la primera vez que has trabajado con Juliette Binoche…
CHRISTOPHE HONORÉ ⇒ Sí, pero llevaba mucho tiempo soñando con ello. Me acerqué a Juliette para un papel en un proyecto anterior, pero se negó. Las actrices a menudo piensan que si dicen no una vez, entonces se acabó. A veces, es así. Pero algunos rechazos son comprensibles y hacen que tengas más ganas de volver a intentarlo. Me alegro de que Juliette dijera sí al personaje de Isabelle. Aportó un toque humano y una profundidad que eran esenciales para la película.
Me ha impresionado mucho la fuerza de su interpretación y su pasión por el cine, que es palpable en todo momento. Juliette, como Catherine Deneuve o Isabelle Huppert, es una actriz que te devuelve la esperanza. Tiene tantas ganas de hacer cine que empiezas a soñar con hacer películas para ella. Juliette te hace creer en el cine. Trabajar con ella en el plató abre todo un abanico de posibilidades de ficción. También es una gran cómplice, se nota que disfruta haciendo películas con un pequeño grupo de personas, en secreto, como una conspiración.
Sabía que el último movimiento de la película tenía que centrarse en la madre. Quería que ella se apoderara de la narración, que tomara el relevo de la voz de Lucas para que, en cierto modo, se convirtiera en la responsable de un final que quizá no sea del todo feliz, pero que al menos es alegre, dulce y cálido. Juliette asumió plenamente esta elección teórica, y fue capaz de encarnarla con sensibilidad y fuerza. Filmar a Juliette es como filmar una vena que late con sangre: la vida está siempre presente.
Dialogando con la vida se proyecta ya en cines