Lynette Yiadom-Boakye es la segunda mujer más joven en ser objeto de una retrospectiva por parte del Guggenheim Bilbao.
Es, sin duda, una oportunidad única para descubrir la obra de un referente máximo de la nueva figuración internacional.
La doble carrera de la escritora y pintora británica Lynette Yiadom-Boakye (Londres, 1977) otorga a su trabajo visual notables dosis de ambigüedad lírica y sugestión narrativa, acompañada por unos títulos evocadores y nada descriptivos.
A esta magna monográfica que le concede el Guggenheim solo cabe achacarle que no vaya más atrás, y solo presente trabajos, unos 70, de los tres últimos años de creación de la pintora: de 2020 a 2023.
Criada en Londres, hija de emigrantes ghaneses, alumna aventajada de la Central Saint Martins y exitosa pintora casi desde sus inicios, Lynette Yiadom-Boakye es una de las grandes artistas del mundo anglosajón hoy, lógicamente seleccionada para el Turner, que no se llevó.
Es el referente más evidente de la poderosa capacidad sugestiva e innovadora del arte afrodescendiente hoy, al que hay que añadir sus no pocos ramalazos queer en la interpretación de mujeres, pero sobre todo hombres, en indeterminada y sensual camaradería de desnudez.
Escenas y personas que, además, pese a ser una artista exclusivamente del retrato, individual o en grupo, no son reales: parten de una aguda y minuciosa observación de las actitudes de los individuos, en una suerte de humanismo que no escamotea ni lo peor ni lo mejor de todos nosotros.
Que esas personas no existan da mucho que pensar: son invenciones, extraídas a veces de fotografías encontradas; otras, mezcla de realidad y recuerdo, algunas ensoñaciones o imágenes aprehendidas al vuelo, que la artista utiliza para despersonalizar la representación e implicarnos a todos.
Su amplio sentido de la atemporalidad –ni las ropas ni otros elementos son reconocibles en su trabajo, que marca una contemporaneidad imprecisa que puede ir desde los comienzos del siglo XX a hoy– y el foco en los detalles más nimios –actitudes y gestos faciales y corporales que la pintura tradicional jamás tuvo a bien representar– vuelven su trabajo rotundamente contemporáneo en su apariencia de clásico inamovible.
También su decisión de pintar casi en exclusiva a personas afrodescendientes, colocándolas en un espectro abierto a múltiples interpretaciones micropolíticas.
Con una paleta muy reducida, una pincelada rotunda y unos temas sencillos, que igual abordan a bailarines que a niñas jugando, y en los que la soledad apenas se distingue de la intimidad, Lynette Yiadom-Boakye ha logrado componer un corpus estilístico reconocible y apabullante en apenas dos décadas de trabajo.
LYNETTE YIADOM-BOAKYE: NINGÚN OCASO TAN INTENSO SE PUEDE VISITAR HASTA EL 10 DE SEPTIEMBRE EN EL MUSEO GUG-GENHEIM BILBAO. MÁS INFORMACIÓN EN GUGGENHEIM-BILBAO.EUS