Las creaciones del dúo formado por Nao Albet y Marcel Borràs, son esperadas por un público entendido y fiel. Nos sorprendieron con Mammón y nos dejaron con la boca abierta con Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach.
Sus propuestas son «para muy cafeteros», como lo demuestra una audiencia treintañera, que conoce el pasado de la pareja y no se asusta con nada que se le proponga. Vuelve a pasar con Falsestuff. La muerte de las musas.
Hace cinco años que Nao Albet y Marcel Borràs estrenaron Falsestuff. La muerte de las musas en el Teatre Nacional de Catalunya, y ahora la revisitan en una nueva producción para el Centro Dramático Nacional.
Encuadrar el estilo de esta creación es tarea difícil, ya que su ecléctica mezcla aguanta etiquetas hasta de antiteatro. Pero a pesar de la muy manida moraleja de que «en teatro ya no hay nada nuevo que hacer”, disfrutar de su exceso de imaginación durante las tres horas que dura la función es tarea agradable para el público que comulgue con su historia.
Para ver esta función se exige una participación intelectual que comienza antes de llegar a la butaca. En la exposición en el hall de los carteles de los últimos éxitos del CDN, filtradas con las gafas de Falsestuff –que no hay que perderse– te advierten que todo se puede falsificar, y te acercan a la idea de que no te tienes que creer nada de lo que vas a ver. A todo este tinglado le acompaña un Seat Ibiza pasado de moda, que resulta ser ¡oh, sorpresa! un gran spoiler de la escena final de la función.
El programa de mano te advierte que el montaje es en siete idiomas sobretitulados, y esta dificultad añadida es parte fundamental del esfuerzo requerido para el disfrute, ya que, si no sabes inglés, chino, alemán, lituano, castellano, galés, italiano y francés fluido, te vas a perder algo leyendo subtítulos. Pero su lectura y cuidada distribución espacial forma parte integrante del excelente panorama técnico en el que se desarrolla Falsestuff; la arquitectura escénica es perfecta y grandiosa, cuasi operística, incluso cuando no hace falta.
Además, se canta y baila –muy bien por cierto– incluso cuando no hace falta. Porque contar la aventura de la mayor falsificación de una obra teatral de la historia puede permitirse cualquier cosa. Encerrados en una estructura de matriuskas rusas, los acontecimientos se suceden uno dentro de otro para despistarte y requerirte una energía extra, para no perderte en el tiempo y el espacio. Ya que hay escenas en minúsculas maquetas trasladadas al videoarte en directo, otras en enormes escenarios donde se pasean hasta tres gigantescos menhires, y hasta se recrea un western tipo El bueno, el feo y el malo.
Todo se puede resumir en una serie de catastróficas desdichas sucedidas durante la búsqueda del famoso falsificador de arte André Fêikiêvich. Creo que todos nos sentimos perdidos con algunas de las acciones, recuperándonos cuando se trata el manido valor del aburrimiento, la falta de novedad y de genialidad, tema que se relaciona con la famosa función del cuadro blanco, Arte, pero en esta ocasión con uno negro.
Teatro gamberro puesto en la piel de nueve buenos actores, que defienden con orgullo esta forma escénica post-contemporánea, que muchos adorarán y otros tantos odiarán, pero que a nadie dejará indiferente.
⭐⭐⭐⭐⭐
FOTOS: GERALDINE LELOUTRE
FALSESTUFF. LA MUERTE DE LAS MUSAS, DE NAO ALBET Y MARCEL BORRÀS, SE REPRESENTA EN EL TEATRO VALLE-INCLÁN (PLAZUELA DE ANA DIOSDADO, S/N) DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL HASTA EL 25 DE JUNIO DE 2023