Joan Solé está encantado de haber retomado Hedda Gabler, que se estrenó hace un año en el Teatre Lliure de Barcelona. Al actor catalán le gusta comparar la función con un buen vino, “una vez se aposenta, lo disfrutas más”. Aunque lo cierto es que esta adaptación de Àlex Rigola la disfrutó desde el minuto uno por el reto que supone para los intérpretes que forman parte de este montaje.
En Hedda Gabler (1890) –considerado uno de los primeros textos de la dramaturgia moderna–, el noruego Henrik Ibsen creó un personaje femenino principal apasionante. Hedda es una mujer fría, brillante y de una refinada maldad, obsesionada con el aburrimiento en que naufraga su vida, abocada a la destrucción. En este montaje le da vida Nausicaa Bonnín, acompañada por Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez y el propio Joan Solé (de la protagonista dice con rotundidad: “menudo papelón hace”).
Asegura el intérprete catalán Joan Solé que la experiencia de esta singular adaptación resulta tan especial para el espectador como lo viene siendo para los actores desde que comenzaron a trabajar en ella. “Seguimos una especie de decálogo que incluye reglas tan singulares como la de no intentar reproducir sentimientos, y no construir el personaje en base a códigos ya aprendidos”. Los mecanismos que tiene integrados como actor tuvo que dejarlos de lado, y dejarse llevar por las propuestas de Rigola. “La relación entre personaje y actor se difumina, ahí está la gracia”. Otra curiosidad: el director no permitió a los intérpretes aprenderse el texto completo hasta la última semana de ensayos. “Àlex ha depurado el texto de una manera muy inteligente y acorde con su propuesta escénica”.
Esta Hedda Gabler se desarrolla en una caja escénica de madera de 9 x 7 metros, donde los actores comparten con el público angustias existenciales, deseos, desamores, conflictos éticos, toxicidad y destrucción. Sin recurrir a artificios. “En los ensayos fue realmente interesante cómo se trabajó todo. De repente, Àlex notaba que recurrías a esa mecánica intuitiva que surge al trabajar y te decía: «no, no, mira a la persona y quita toda esa emoción que estás poniendo al decir el texto, parte desde cero”, recuerda entre risas Solé. Es el público entonces el que debe crear y sentir esas emociones que los intérpretes rehúyen. “Ayuda mucho el espacio escénico. Apenas caben 80 personas, la proximidad es tremenda. Todos los silencios y las no emociones ilustradas están ahí dentro, todo tiene sentido. No sería en absoluto lo mismo si lo hiciéramos en un teatro con una platea de 400 personas».
Àlex Rigola nos ha tenido miedo a desacralizar un clásico y adaptarlo de manera radical, «para pasarlo a través suyo, contemporizarlo y hablar de lo que ál el interesa«, añade Joan. Asegura haber disfrutado enormemente todo el proceso, porque desde el primer momento observó con enorme interés cada paso que se fue dando para construir este montaje que tan buenas críticas ha recibido desde su estreno.
Este polifácetico artista tiene una trayectoria paralela como diseñador de sonido para montajes teatrales, y prepara también un álbum de música electrónica utilizando patrones de estilos sudafricanos como el amapiano. Una feliz casualidad es que coincidirá en el teatro Valle-Inclán con un creador al que admira mucho, Pablo Messiez. “Él estará en la sala grande con Los gestos, y eso me hace mucha ilusión. Además, estamos trabajando en la que será nuestra tercera obra juntos, tras El tiempo que estemos juntos y Las canciones”.
Otra coincidencia a destacar es que Joan Solé puede presumir de participar en tres proyectos muy interesantes en cuanto a su apuesta por una representación femenina tan importante como diversa. Porque, además de estar en Hedda Gabbler, ha participado recientemente en la serie Cardo y en la película Creatura. “No me había parado a pensarlo, pero es cierto”, dice. “Estoy muy contento porque este feminismo se esté haciendo valer, es muy necesario que siga cogiendo forma. Ver el trabajo de mujeres como Elena Martín, Ana Rujas y Claudia Costafreda me alegra mucho. Es muy importante que personas jóvenes y con ideas interesantes tengan espacio para hacerlas realidad. En el teatro especialmente, todavía veo un tapón generacional que es nocivo, y ver lo que se está consiguiendo es un placer».
LA OBRA HEDDA GABLER SE REPRESENTA DEL 22 DE NOVIEMBRE AL 30 DE DICIEMBRE EN EL TEATRO VALLE-INCLÁN (PZA. ANA DIOSDADO, S/N) DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL EN MADRID.