La sensibilidad del poeta estadounidense Danez Smith traspasa su obra escrita. Lo pude comprobar hace unas semanas cuando vino a recitar a Condeduque Madrid en el marco del Festival Internacional Poesía o Barbarie (organizado por el Colectivo Masquepalabras), donde también demostró que es un performer nato, con una energía eléctrica a la hora de poner voz a su obra que conmueve de manera potentísima. Fue, además, una puesta de largo de su libro No nos deis por muertos, editado en España por Arrebato, con traducción de Lawrence Schimel.
Danez Smith, de 34 años, es racializade, queer, no binario («odio el término, pero serlo es hermoso») y VIH+. Todo ello reflejado de de una manera u otra en su escritura, profundamente comprometida. Descubro, para mi alegría, que también es fan de Prince. Quizá no podía ser de otra manera siendo de Minneapolis, donde sigue residiendo. «Es un estado muy conservador y mayoritariamente blanco, y fue maravilloso que apareciera para romper con esos esquemas predominantes. Un artista negro, profundamente ecléctico, que parecía maricón…, yo siempre pensé que era queer. Me hizo ver que podía estar orgulloso de mis raíces, y a la vez, sentirme orgulloso de cómo soy. Ayudó a muchas personas homosexuales como yo en ese sentido».
Su otro gran referente fue una tía suya lesbiana. «Comprobé que una cosa era lo que mi familia podía decir de las personas LGTBIQ+ en abstracto y otra muy distinta el amor que todo el mundo mostraba a auntie George. Cuando a los 16 años salí del armario no todo fue fácil, pero saber que ella estaba allí me hizo sentir que todo acabaría poniéndose en su sitio», dice entre risas.
No tuvo que salir del armario como poeta. Enseguida mostró un gran entusiasmo por el spoken word y la performance, «así que empecé muy joven a presentarme en público, y realmente de ahí nació mi pasión por la poesía, que siempre que he podido comparto con la gente en un escenario. Para mí la poesía implica comunidad«. Comenzó a escribir a los 14, cuando ya llevaba un tiempo estudiando teatro en el instituto. «Se convirtió en una herramienta con la que reflexionar sobre mi vida y el mundo que me rodea. Un espacio seguro en que el plasmar mis pensamientos sin que nadie me pudiera decir que estaba equivocado. A día de hoy me permite mostrarme juguetón cuando me siento así, pero también explorar mi rabia interior o la pena que siento ante mucho de lo que veo».
«Tras un buen orgasmo me entran ganas de escribir un poema»
Danez Smith también se confiesa religiose. «Cuando estoy en casa, voy todos los domingos a misa, a una iglesia baptista negra. Habrá cristianos a los que les sorprenda saber que incluso tengo un altar en casa… Mi marido [se casaron este pasado verano] es budista, y también medito con él». A elle la religión no le genera ningún conflicto: «Hay maneras muy distintas de comunicarse con la divinidad, sea lo que sea. Una veces, lo hago yendo a misa; otras, escribiendo poemas«.
Sí tuvo momentos en que vio a la Iglesia como el enemigo. «Fue en la época en que me hizo odiarme a mí mismo. Hasta el punto de que empecé decirle a la gente que ya no era gay. ¡Las semanas más estúpidas de mi vida!«, dice entre carcajadas. «Hasta mis amigos de la parroquia intentaron hacerme entrar en razón: ‘¡Si eres todo un maricón!’. Recuerda que escuchar los sermones de los pastores y su manera de transmitir ciertas emociones, desde el altar, a través de la palabra le ayudaron a conectar de una manera aún más fuerte con la poesía. «Una vez hice las paces con la estupidez y la ignorancia de ciertas personas, regresé a la Iglesia…, y hasta hoy».
No siente ninguna necesidad, allá donde va con su poesía, de ‘predicar’, simplemente se muestra como es. «Cuando me invitan a un lugar a actuar lo hacen porque saben cómo soy. No pretendo cambiar la mentalidad de nadie, pero sí voy a compartir mi verdad. Y eso implica que lo mismo hablo de las injusticias del mundo que de mamadas y otros aspectos de interés de mi realidad queer. Cuento mi verdad con honestidad, eso es lo importante para mí». En Madrid leyó fragmentos de No nos deis por muertos, una obra profundamente confesional, en donde explica que el sexo y su diagnóstico fueron dos de sus principales inspiraciones. «Tanto el deseo y el disfrute que conlleva como sus consecuencias. Porque como persona seropositiva he pensado mucho en la relación entre ser queer y el VIH. Y a día de hoy, el sexo me sigue inspirando: tras un buen orgasmo me entran ganas de escribir un poema…», y de nuevo rompe a reír.«No puede ser que haya aún quien piense que ser VIH+ es un castigo por ser queer«
Cuando comenzó a escribir ese libro, con 23 años, no era consciente de todo lo que iba a volcar en él, una vez fue diagnosticade seropositive. «El VIH cambió mi vida, me hizo enfrentarme en cierto modo con la mortalidad por primera vez, algo para lo que no estaba preparade«, confiesa. «Tuve que enfrentarme a mis miedos, a mi relación con la vida y la muerte. De pronto tenía dentro de mí una cosa con un nombre concreto con poder para matarme. De manera que cambió mi relación conmigo mismo, con el sexo…». Todo ello quiso plasmarlo en un libro, y asegura que en el proceso aprendió muchísimo. «Tomar esas pastilla al día me recuerda que tengo que cuidar mi cuerpo, y que tengo muchas ganas de tener una larga vida llena de placer y de amor, dos cosas con las que mi relación se complicó cuando fue diagnosticade. Ahora, por suerte, puedo decir que mi vida es hermosa, y es algo que agradezco a diario, porque lo recuerdo cuando llega la hora de la pastilla».
Danez Smith tiene muy claro que hay que seguir luchando contra el estigma: «Porque hay mucha gente estúpida, mezquina, asustada y desinformada en el mundo, que necesita volcar sus miedos en algún sitio. Lo que más me preocupa de ese estigma es que impide a muchas personas, según donde estén, llevar una vida sana, si no tienen acceso a la medicación. El estigma te puede volver mudo a la vez que enfermarte. No puede ser que haya aún quien piense que ser VIH positivo es un castigo por ser queer«.
Es importante para Smith hablar de sus experiencias como persona seropositiva en su obra, porque él creció («incluso antes de saber que era positivo») leyendo a poetas queer VIH+ de los 80 y los 90 que hablaban de sus experiencias en su obra. «Si hablar del VIH en tu obra ayuda a personas a sentirse menos solitarias, algo que he comprobado por la gente que viene a mis shows, y a saber que tienen aliados con los que seguir combatiendo el estigma, merece la pena hacerlo».