El trabajo de Ruth Gómez, artista conocida por sus estampidas animales y humanas –vídeos y dibujos donde los comportamientos y las relaciones entre los individuos se manifiestan sutilmente a modo de metáforas–, no deja de alcanzar cotas de exquisita belleza.
Fascinada por las posibilidades de un choque cultural, viajó durante un mes por Japón, donde estuvo visitando varias ciudades, los lagos en torno al monte sagrado Fuji y, por supuesto, parques naturales y muchos templos del budismo shingo. “Me acerqué a la cultura japonesa en búsqueda de unos valores estéticos diferentes, interesándome en conceptos como el wabi sabi, que hace referencia a la belleza de la imperfección, la impermanencia y lo incompleto: la importancia de la simplicidad y la ausencia de simetría, el orden y la progresión lógica en las imágenes”, comenta.
También aprovechó para estudiar distintas ramas del arte y la artesanía japonesa: el origami, el ikebana, la caligrafía y el kintsugi, el arte de reparar lo roto con oro.
Todos estos conocimientos los vuelca en una exposición que mantiene las constantes serenas de su trabajo, esa búsqueda por la belleza simplificada, y toda la carga emotiva que siempre han tenido sus aproximaciones. Comportamientos animales que vemos en los humanos, referencias a la fantasía y las leyendas del Japón entreveradas con rasgos de sus paisajes naturales y urbanos, y sobre todo, porque es algo que siempre sobrevuela su trabajo, el poder de la empatía como elemento unificador.
Esa posibilidad de ponerte en la piel del otro, sentir como el otro, pensar como el otro…, que ella lleva hoy a la posibilidad de mirar la realidad con los ojos de otra cultura. Una exposición que es casi un haiku en su precisión.