Dice la artista multidisciplinar La Ribot que este año le ha tocado presentar en España “todo lo que he hecho por primera vez”. Una exposición fotográfica sobre su performance LaBOLA en el Museo del Prado, nueva vía en su personalísimo lenguaje coreográfico, y su debut como actriz en la comedia Nuestro último baile sirven de prueba.
Están siendo unos merecidos años dulces en la trayectoria de La Ribot. Desde que su trabajo fuera revisado con retrospectivas en festivales y museos a partir de 2017, lo que culminaría en 2022 con el León de Oro a toda su carrera en la Biennale Danza de Venecia, la artista ha terminado por desembarcar en su tierra, Madrid, de la que estuvo décadas ausente en los noventa y los dosmil.
Lo ha hecho últimamente a lo grande: excelente exposición A escala humana en la Sala Alcalá 31, performance LaBola en el Museo del Prado y, recientemente, el estreno de su última creación, DIEstinguished. Y lo completa este mes de marzo con su segunda individual en la Galería Max Estrella de la capital, LaBOLA desborda, y el estreno de su debut como actriz cinematográfica, en una película que también coreografía, Nuestro último baile.
«No había plan de transgredir. Yo no tengo planes»
En la galería Max Estrella, La Ribot presenta una veintena de fotografías en diferentes formatos, que tomó en la sala de los pintores italianos del Museo del Prado durante la ejecución de su performance LaBOLA. El resultado trasciende el concepto de fotografía como testimonio documental, para convertirse en una inteligentísima serie que mezcla lo fotográfico y lo pictórico, y que da fe de su proceder plástico: un monumental ejercicio trans, en el sentido de explicitación del tránsito de identidades y del poder de la transformación.
“LaBOLA es como una idea utópica de la transformación constante y el movimiento permanente”, apunta la artista. “Es un trío que evoluciona en un espacio preparado, con ropa y objetos, en el que mudan constantemente las ropas, las identidades, los pasaportes, los colores y la vida. Es un ejercicio de danza en espiral, barriendo e intercambiándose lo que encuentran a su paso”.
Las fotografías resultantes de LaBOLA desborda alumbran no solo el proceso de la creación (hay fotos de las salas del museo vacías, con los objetos y ropa que los performers luego utilizarán) sino los múltiples intereses de La Ribot en torno a la imagen fija y el movimiento. “La fotografía está unida a las artes vivas y la danza, porque es la forma en la que tenemos acceso a lo que ocurre, ocurrió o va a ocurrir en escena. Pero aquí las propias fotos resultan pictóricas, y desde luego elegí muy conscientemente que las pinturas no fueran un fondo ni mi performance una figura».
Continúa la artista: «Quería que hubiera una simbiosis trans entre ambas. Que la cabeza de mi bailarín Ludovico se fundiera en la composición de una pintura de Tintoretto. Y también presentarlas al modo pictórico: las paredes de la galería están pintadas del mismo color que las del Prado. Utilizo trípticos y dípticos para poder contar más de un mismo relato. Los polípticos fotográficos complementan la información de las fotos centrales, utilizando técnicas tradicionales de la pintura, un enlace con las maneras antiguas”.
Al poso anárquico, irónico, libérrimo, colorista y festivo de las imágenes se le une otro elemento trans: la transgresión de normas. “No había plan de transgredir. Yo no tengo planes. Yo pienso en mis cosas, y luego las cosas ocurren”, objeta la artista, para luego reconocer que “intrínsecamente, LaBOLA es anárquica como idea, en el sentido de que todo vale, todo es posible, y que todo aquello que ocurra se va a incorporar. Y el Prado tiene muchas prohibiciones. No te puedes sentar en el suelo. No puedes introducir comida ni objetos cortantes, líquidos, espráis. No puedes superar las catenarias. No puedes hacer fotos. No puedes casi ni chillar. Todas esas prohibiciones se saltaron. Se convirtió en una especie de enorme tumulto transgresor precioso. Irrepetible, y no lo esperábamos. Pero como LaBOLA es una idea optimista, el ambiente fue muy libertario, cordial y gracioso”, concluye La Ribot.
Precisamente, será su vis cómica la que el público podrá ver a partir del 15 de marzo, con el estreno de la comedia Nuestro último baile, de la directora suiza Delphine Lehericey. La historia de un viudo reciente de 72 años que trata de cumplir con la promesa hecha a su fallecida mujer de bailar algo por ella. Lo que le introducirá en el universo de la danza contemporánea. La Ribot interpreta a esta coreógrafa, una imagen de sí misma. “Ha sido una risa y un miedo. Esa idea de llevar el luto por un ser querido, que es una cosa muy triste y dramática, al universo de la danza contemporánea, y encima como una comedia, me parecía una bomba de relojería dificilísima de conseguir. Y ese reto me ponía”.
La exposición LaBOLA desborda de La Ribot se puede visitar hasta el 28 de abril en la galería Max Estrella (C/Santo Tomé, 6 · Madrid).
Fotos: Pablo Zamora