¿Por qué sigue habiendo miedo en el Hollywood LGTBIQ+ a salir del armario?

Nuestro colaborador Luisgé Martín denuncia que haya tantas estrellas LGTBIQ+ en Hollywood que siguen negando su orientación sexual por miedo. "¿A qué?", se pregunta.

¿Por qué muchos artistas LGTBIQ+ siguen sin salir del armario? Veamos. Ilustración: Iván Soldo
¿Por qué muchos artistas LGTBIQ+ siguen sin salir del armario? Veamos. Ilustración: Iván Soldo
Luisgé Martín

Luisgé Martín

Luisgé Martín es articulista y escritor. Su última obra publicada es '¿Soy yo normal?' de Anagrama.

25 marzo, 2024
Se lee en 3 minutos

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En 1985, poco antes de morir, Rock Hudson confesó que tenía sida y que lo había contraído manteniendo relaciones sexuales con hombres. Hudson había soportado el chantaje de muchos amantes durante años e incluso había llegado a casarse con Phyllis Gates para cortar de raíz los rumores de que era homosexual. Jodie Foster salió del armario en 2013 en la ceremonia de entrega de los Globos de Oro, justo después de separarse de la mujer con la que había convivido durante casi veinte años y junto a la que había tenido dos hijos. Y Kevin Spacey, por último, habló de su homosexualidad después de cumplir cincuenta y ocho años, en 2017, cuando se vio afectado por denuncias de abusos sexuales y no tuvo otro remedio.

Todos ellos son solo un puñado de ejemplos ilustres entre muchos otros. Personas que tenían suficiente estatus, poder y prestigio como para luchar por sí mismos sin engaños, anteponiendo su felicidad personal, pero que al final sintieron el miedo de la homofobia y prefirieron disfrazarse para evitar el conflicto social o los daños colaterales.

Ilustración de Iván Soldo

A menudo tenemos la tentación de creer que son calamidades de tiempos pasados: ocurría antes, pero ahora ya no ocurre. Antes había homofobia –y machismo–, pero ahora hay igualdad: los gais y las lesbianas se pueden casar y decidir libremente qué quieren hacer con su vida. Nos lo recuerdan cada día, sobre todo, los que se sienten más ofendidos y molestos por esa igualdad. Sin embargo, casi nada ha cambiado en lo más profundo. En Hollywood, donde vivo ahora, es conocido por casi cualquier persona informada que algunas celebrities siguen repitiendo aún, en 2024, el modelo de Rock Hudson, Jodie Foster o Kevin Spacey.

«La tendencia sexual, como el sexo o la nacionalidad, no son ‘vida privada”

Todo el mundo de la industria del entretenimiento sabe que Tom Cruise, Jake Gyllenhaal, Bradley Cooper, Shawn Mendes o Pedro Pascal son homosexuales o bisexuales, pero ellos lo esconden. Algunos de ellos, cuando mantienen una relación estable con un hombre –quizá también cuando solo pasan una noche de pasión– le obligan antes a firmar un contrato de confidencialidad cuyo incumplimiento está castigado con una sanción de cientos de miles de dólares, de modo que nadie se atreve a contarlo abiertamente. El amor, con todas esas cláusulas y disposiciones, se asemeja a un asunto mercantil. Y vivir así, en una cárcel de oro, no parece una decisión tomada libremente.

Los defensores de ese ocultamiento alegan que se trata de la “vida privada” y que de esos asuntos nadie tiene derecho a saber nada. Pero la tendencia sexual, como el sexo o la nacionalidad, no son “vida privada”. “Vida privada” es la dirección o el número de teléfono personales; el saldo de la cuenta corriente; las enfermedades diagnosticadas; el nombre de un novio o de un amante; las crisis sentimentales; o el destino de unas vacaciones. Ser homosexual o bisexual y ocultarlo no es defender la “vida privada”, sino sentir aún miedo de las consecuencias que tendrá la confesión: cancelación de contratos, remuneraciones menores, pérdida de fans o encasillamiento profesional en determinados papeles. Casi todas esas consecuencias son, además, improbables o directamente falsas, pero el miedo está siempre al acecho.

«En estos tiempos la discreción no es una forma seria de andar por el mundo»

Matt Bomer, Andrew Scott, Ben Whishaw, Rupert Everett, Ian McKellen, Ellen DeGeneres, Elliot Page, Xavier Dolan o Jonathan Bailey –de quien, por cierto, estoy enamorado, por si lee esto– son la prueba de que en 2024 se puede ser LGTBIQ+ sin perder la vida privada y, sobre todo, sin perder el alma. Es más, no solo se puede: se debe. Porque vuelve Trump –y todos los Trumps que hay repartidos por la Tierra, España incluida–, y en estos tiempos la discreción no es una forma seria de andar por el mundo.

LUISGÉ MARTÍN ES ARTICULISTA Y ESCRITOR. SU ÚLTIMA OBRA PUBLICADA ES ¿SOY YO NORMAL? (ANAGRAMA)
ILUSTRACIÓN: IVÁN SOLDO
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Portada de la revista Anuario 2024
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