En los años 80, con el país sediento de modernidad y el efímero pero huracanado cine S, la representación LGTB en el cine empezó a derribar rancios estereotipos. A pesar de los cambios, algunas películas preferían mantener sus códigos queer en la ambigüedad, para disfrutar de los últimos vestigios de lo prohibido. Cuarenta años después, el cine ha cambiado mucho y la visibilidad en sus historias está cada vez más patente. Ahora, para celebrar el Orgullo LGTBIQ+ de este año, la Filmoteca Española quiere recuperar dos películas de culto del cine queer de aquellos años.
Poppers y Pestañas postizas –en donde aparece un jovencísimo Antonio Banderas– se proyectarán el próximo 28 de junio en una doble sesión que contará, además, con la presentación del director de la segunda, Enrique Belloch, el escritor Carlos Barea y el comisario de la Sala B de la Filmoteca, Álex Mendíbil.
En Pestañas postizas muchos podrán leer subtextos gais en el personaje que interpreta un jovencísimo Antonio Banderas (que debutaba en el cine también), un sugar baby de mujeres maduras, amante de míticas vedettes como Queta Claver y rodeado de prostitutas y mariquitas clásicas como la que exagera Paco Valladares. Para Carlos Barea, «Pestañas postizas es una historia a medio camino entre la tiranía del éxito y el autoritarismo del amor, y se construye a través del melodrama y un camp emocional de lo más excesivo».
Estamos en un universo de claras raíces fassbinderianas, como se encarga de anunciar el primer plano del film, universo que Enrique Belloch traslada a Madrid con ecos mesetarios y falleros, desde Miguel Delibes hasta el surrealismo, sin renunciar nunca al melodrama artificioso y exaltado. Es esa intensa teatralidad que requiere el género, y de la que Almodóvar ha bebido tanto, el mayor desafío que corre la película con el espectador, y se arriesga a perderle por su ciega pasión por la tramoya, origen y refugio de Belloch.
Poppers engaña ya desde su título –y algunos carteles– prometiendo una fantasía fetichista de estimulantes y cuero que en nada representa al film. Poppers es en realidad un thriller posmoderno que cuestiona la Movida desde dentro, poniendo en duda si las drogas de diseño y los sintetizadores podrán cambiar la España de pandereta, reaccionaria y violenta. «Es una ficción criminal que se desarrolla entre discotecas, bailes ochenteros, pelos teñidos y chaquetas con tachuelas. Puro onanismo sobre ruedas», apunta Barea.
Tener a Alfredo Mayo como villano fue todo un acierto, tanto como darle el protagonismo a un escultural Miguel Ortiz, que además pone la música. Fue producida y escrita por Jacinto Santos mano a mano con el director, José María Castellví, con una larga carrera como paparazzi de estrellas, de Julio Iglesias o Sara Montiel a las musas del destape. Castellví no volvió a hacer cine y perdimos no solo a un creador de imágenes fascinantes, sino a un ácido contador de historias.
Ambas películas se proyectarán en una doble sesión el próximo 28 de junio en la Sala B del Cine Doré, la sala que busca reivindicar y dar a conocer el cine de serie B y otros cines marginales desde los archivos de Filmoteca Española, y que da a su segunda sala una entidad propia y particular.