Tras los exitosos montajes Un trozo invisible de este mundo y Una noche sin luna, Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta vuelven a trabajar juntos, en esta ocasión con la colaboración de Ahmed Younoussi, en el estreno de 14.4, en las Naves del Español, en Matadero. Una historia real sobre la pobreza y el abandono de un niño marroquí, que desde Tánger ve la costa española como el paraíso en la Tierra.
Lo primero que surge en el espectador que se sienta en un teatro es el deseo de ver algo nuevo, que sorprenda y que se incorpore a nuestra biblioteca de experiencias vivenciales. En 14.4, la última correría de la productora Barco Pirata, coproducida por el Teatro Español, no ocurre eso. Vamos a encontrarnos con un caso que nos suena, que hemos visto en papel, en documentales y ficciones. Pero su principal virtud, y tiene muchas, es que nos cuenta una aventura conocida de una manera totalmente diferente.
Desde la entrada sientes que todo está pensado de forma distinta. No entiendes la ligera sensación de buen rollo, hasta que la personalizas en lo pendiente de ti y simpático que es el personal de sala, especialmente uno de ellos, que poco a poco conquista al respetable, por sus buenas formas y su amabilidad, sobre todo cuando enseña lo importante que es dejar los móviles apagados y en los bolsillos. El resultado es agradable y predispone a la asistencia positivamente para lo que pasará a continuación.
Ahmed Younoussi, junto a Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta, han dramatizado la biografía del primero. Y el último, desde la cama de hospital donde se repone de un tratamiento contra la leucemia, ha decidido dirigirlo.
La puesta en escena es realmente curiosa; sencilla a primera vista, pero rodeada de amor a la profesión. El pequeño espacio utilizado, creado por Alessio Meloni, nos lleva a una función naíf, donde los recursos parecen simples, son eficientes y propios de títeres, teatro de calle o de andar por casa. Muy bien apoyados en las eficientes videoproyecciones noventeras de Ezequiel Romero y el mundo sonoro original de Joan Miquel Pérez, que es la cuna donde flota esta epopeya, de la que sobresale esa deliciosa versión que Rozalén hace de la canción Clandestino.
Todo ello para crear un ambiente que nos acerca al mundo de los cuentistas que llevan siglos entreteniendo al público callejero de plazas moras como Marrakech. Peris-Mencheta comprende la emoción que produce una historia contada de esta forma tan cercana, no se asusta por hacer una función fuera de modas y tira p’alante haciendo comprender de forma magistral a su protagonista la importancia que lo pequeño y lo delicado tienen en un teatro.
Ahmed Younoussi entiende la propuesta y nos cuenta su pasado con cariño, cuidando los detalles y con una emoción incontenida. Sabe mantener el tipo durante casi dos horas, mientras desgaja la historia de su vida siendo un chaval maltratado por la pobreza y el abandono. La escenificación de una hazaña real de superhéroe que nació, hace quince años, rodando el cortometraje Metrópolis Ferry, sobre el paso del estrecho, interpretado por Peris-Mencheta, que en un momento le dijo al adolescente que trabajaba con él: “Algún día contaremos tu historia”. Ese día llegó.
La estructura dramática escogida aprovecha la vida misma. Cuenta las peripecias de un chaval desde su más tierna infancia, que sobrevive en las calles de Tánger y Ceuta por la amistad y el deseo de vivir. Pasando por capítulos divertidos y desgarradores, en los que se mezclan muertes de compañeros, ayuda mutua y proezas, que terminan llevando a Ahmed a través de los intentos por huir de las tierras marroquíes y su llegada al continente europeo. Donde las buenas almas que se cruzan en su camino le llevan a su situación actual siendo, entre otras cosas, actor.
Toda una lección de realidad y un homenaje a esas personas que, en la piel de Borja, su cuidador en el centro de menores que lo acogió, no dan voz, no ponen cara, pero crean vida en los cuerpos y mentes maltratados de jóvenes inmigrantes que llegan a nuestras tierras sin nada, sin nadie, sin presente, pasado ni futuro.
Una pieza indispensable que nos recuerda las injusticias que ocurren a nuestro alrededor, de las que preferimos hacer oídos sordos, pero que cuando nos tropezamos con ellas nos despiertan el sentido de solidaridad, que es lo que de verdad nos hace humanos.
⭐⭐⭐⭐⭐