Más allá de Grindr: "Somos muchísimo más que un cuerpo"

Gabriel J. Martín, cuyo último libro es 'Grindrburgo (y otros barrios)', reflexiona sobre el uso que hacemos de apps como Grindr y redes sociales como Instagram, todo un desafío para nuestra autoestima.

Gabriel J. Martín reflexiona sobre el uso que hacemos de apps como Grindr. Ilustración: Iván Soldo.
Gabriel J. Martín reflexiona sobre el uso que hacemos de apps como Grindr. Ilustración: Iván Soldo.
9 julio, 2024
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Grindr y otras redes sociales como Instagram se han convertido en el principal medio de conexión entre hombres homosexuales, especialmente en aquellas ciudades donde la ausencia de locales de ambiente o asociaciones LGTBIQ+ no permite otra forma de contacto. Sin embargo, estas aplicaciones suponen un desafío para nuestra autoestima y, a veces, para nuestra paciencia. En más de una ocasión acabamos perdidos entre la multitud de mensajes que nos gritan que no somos (o no estamos) lo suficientemente buenos o entre personajes que buscan hacernos sentir mal por pura diversión (como los troles de Grindr).

Logotipo de Grindr

Estas dificultades ponen a prueba eso que hemos denominado “habilidades de alfabetización mediática”. Y es que se necesita mucho pensamiento crítico para no dejarnos confundir por las fake news que pueblan Twitter. Pero también para darnos cuenta de la cantidad de engaños que circulan por Instagram o reconocer los perfiles falsos de Grindr. Necesitamos aprender a controlar nuestro instinto de compararnos con los demás, con sus cuerpos o con sus vidas. Y también necesitamos una autoestima bien formada para no salir siempre perdedores de esas comparaciones en las que nos zambullimos casi sin querer.

El de las redes es un mundo construido por empresas que, aparentemente, han creado tales aplicaciones para que las personas conectemos unas con otras. Pero tras esa apariencia tienen la intención clara de ganar dinero gracias al tiempo que nosotros pasamos en ellas, regalándoles nuestros datos de navegación. Unos datos con los que ellos harán negocio, así que se esforzarán para tentarnos a que pasemos allí buena parte de nuestro tiempo. Los creadores de estas redes saben que nuestras emociones más perturbadoras se distraen mientras navegamos a lo largo de la cuadrícula o de reel en reel.

«Necesitamos aprender a controlar nuestro instinto de compararnos con los demás»

Cuando estamos ansiosos o simplemente aburridos, todos sentimos el impulso de entretenernos buscando un vídeo con el que reír o un hombre con el que compartir un rato de placer. El problema es que la cantidad de horas que pasamos consumiendo este tipo de material se relaciona con una peor salud emocional y una peor autoestima. Pasamos horas en redes para distraernos y terminamos tocados… ¿Cómo puede ser?

En Grindr vemos cuerpos perfectos, en Instagram vemos personas en parajes idílicos realizando actividades maravillosas. Cuando nos comparamos con ellos, siempre salimos perdiendo, y eso nos llena de inseguridades. Irónicamente, resulta que esos cuerpos no son representativos de la mayoría de nosotros, hay un “sesgo de autoselección” en los chicos que encontramos en Grindr: la mayoría de los que se muestran abiertamente tienen cuerpos que responden a la normatividad. Son mayoría en la app sin serlo en el mundo real.

Por otro lado, las vidas que nos presentan algunos influencers no tienen nada que ver con las vidas normales que vivimos la mayoría de nosotros. Mucha de la belleza que nos exhiben está retocada y creada con la intención de despertar la admiración o, incluso, la envidia. Quieren que pasemos muchas horas fascinados por unas vidas que nunca tendremos, y eso, evidentemente, es una autopista hacia la frustración.

Ilustración: Iván Soldo

Ilustración: Iván Soldo

¿Podemos disfrutar las redes sociales? Sí, si somos conscientes de que buena parte de lo que vemos es falso o que la vida de ese influencer tiene con toda probabilidad sus zonas oscuras. También podemos limitar el número de desconocidos a los que seguimos y que nuestras redes nos muestren, sobre todo, las vidas de nuestros amigos, cuyas luces y sombras conocemos. Podemos trabajar una identidad positiva para que las “vidas perfectas” de los demás no nos hagan creer que la nuestra es un desastre. Podemos trabajar nuestra autoestima para que no nos apabullen los cuerpos ajenos y convencernos de nuestra capacidad para dar (y recibir) placer a nuestro vecino de Grindr. Porque somos muchísimo más que un cuerpo.

«Quieren que pasemos muchas horas fascinados por unas vidas que nunca tendremos»

Las redes son como un edificio lleno de ventanas y nosotros podemos decidir qué ventana queremos abrir y qué paisaje queremos admirar. Analizarlas con sentido crítico, no seguirle el juego a los troles y ser muy selectivos con los contenidos que consumimos es una gran ayuda para que nuestra experiencia en redes sociales sea mucho más constructiva. La solución también está en nuestras manos.

GABRIEL J. MARTÍN ES PSICÓLOGO. SU ÚLTIMA OBRA PUBLICADA ES GRINDRBURGO (Y OTROS BARRIOS), EN ROCA EDITORIAL.
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