OLOR ESPERANZA
Habíamos coincidido en la cafetería del trabajo en varias ocasiones. Casi siempre yo saliendo y él entrando. Su cara me resultaba familiar pero eso es algo que me suele ocurrir a menudo… A veces creo que hay personas que son una especie de “extras” en este mundo a las que te encuentras en la caja del súper, al lado de tu asiento en el AVE o encima de la toalla amarilla que hay tres metros a la derecha de la tuya en la playa que frecuentas.
Es esta ocasión los dos entramos a la vez a la cafetería y nos sentamos en mesas contiguas. Él miraba el móvil mientras esperaba al camarero. Yo le miraba a él mientras también esperaba a que viniera alguien a quien pedirle un café doble que me sacara de ese empanamiento mental matinal. Desde mi mesa podía oler su perfume. Lo reconocí porque ya lo había memorizado mis fosas nasales de tantas veces que nos habíamos cruzado, entrando y saliendo de aquel lugar.
En ese momento llegó Marga, mi compañera de oficina, y se sentó conmigo como solía hacer cada día. Ella parecía no necesitar ningún café de lo despierta que estaba aquella mañana. No paraba de hablar de lo bien que se lo había pasado el fin de semana, de los planes que tenía esa tarde, de la conversación que tenía pendiente con nuestro jefe y de lo mal que olía en la mesa en la que nos habíamos sentado pues estaba demasiado cerca de los baños de la cafetería… Yo tenía oídos para ella, pero mis ojos seguían puestos en mi vecino de al lado y mi olfato en su perfume. Al rato vino la camarera con nuestro desayuno. No hacía falta que se lo pidiéramos pues era el mismo cada día. Lo que cambió en esa ocasión fue lo que vino después. El desayuno ya estaba pagado y no, no había sido Marga porque ella ya me dejó claro que cada uno se pagaría siempre lo suyo. Había sido el muchacho de al lado. Marga se levantó para darle las gracias y seguidamente se fue a hablar con el encargado de la cafetería para comentarle lo del mal olor que hacía en nuestro rincón. Yo aproveché también para dar las gracias a mi vecino de mesa por esa invitación. Tras unos cinco minutos de animada charla, quedamos para vernos después del trabajo.
Esa mañana me la pasé pensando en él y en su perfume. Marga se la pasó hablando de que no iba a volver a la cafetería si no resolvían el tema del olor en los baños. Está claro que para gustos, (c)olores…
ILUSTRACIÓN: David Rivas
Poemas y relatos cortos escritos por el escritor y docente Juan Carlos Prieto Martínez
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