Como bien recuerda Jesús Alcaide, comisario de la exposición Sida. Una historia silenciada en el contexto balear, que se puede ver en Es Baluard Museu, S.I.D.A. fue el nombre de un sencillo publicado por el grupo mallorquín Peor Impossible (al que pertenecían, entre otros, Rossy de Palma o Fernando Estrella) en pleno auge de la movida, en 1985. Cuatro años antes, los primeros casos habían sido diagnosticados en España, en medio de la angustia y la desinformación generalizada.
La sociedad miraba a otro lado frente al sida, pero marginaba y estigmatizaba públicamente a los colectivos vulnerables (homosexuales y heroinómanos principalmente), trataba de acabar con los escasos espacios públicos que poseían (clubes y entornos del lumpen gay, en aquel momento muy perseguidos) y la opinión pública basculaba entre aquel “merecido castigo bíblico” del fundamentalismo católico y el “me da igual, a mí no me afecta” de la mayoría biempensante heteropatriarcal.
El sida trajo la exclusión y el aislamiento, el miedo y la muerte, pero al menos sirvió para que la comunidad homosexual reflotara de una vez por todas un movimiento de acción social a favor de todos sus derechos: plataformas internacionales como Silence = Death o Act Up (con su vertiente de militancia artística, Gran Fury) sirvieron de ejemplo a la acción local. En la exposición salen referidas tanto Alas como Siloé en Baleares.
Esta muestra trata de rememorar cómo se reaccionó desde un entorno tan limitado como la comunidad local de las Islas Baleares. Obviamente, se centra más en el después que en el durante y, por motivos obvios, abunda en un marco contextual global, incluyendo desde referencias a la primera muerte notable, la del armarizado actor Rock Hudson en 1985, hasta fotografías de Robert Mapplethorpe –que también fallecería por el virus– o las primeras acciones a escala nacional, como la tan sensible como efectiva Carrying (1992), de Pepe Espaliú, donde el artista, ya muy enfermo, se hizo llevar por una larga cadena humana a través de toda una ciudad.
Esta pieza fundacional, con toda la memorabilia que desarrolló (carteles, camisetas e incluso broches de joyería) se exhibe, como también carteles y publicaciones de Act Up, las primeras películas del cineasta británico Derek Jarman sobre el tema, y otros importantes documentos, entre ellos el mencionado single de Peor Impossible. Y también obras de artistas abiertamente homosexuales que vivieron la crisis en su momento, como las Costus u Ocaña.
El grueso de la exposición, sin embargo, acoge trabajos realizados en la órbita insular a partir de los dosmil: las acciones artísticas a favor de la vigencia del condón de Pepe Miralles en El poder de las palabras (2007), donde se apela indirectamente a esas campañas publicitarias sobre la enfermedad y la necesidad de usar profilaxis, de las que España fue pionera. Lo que desencadenó una pública y muy militante indignación por nuestros sectores más reaccionarios, con la Conferencia Episcopal.
O la acción TOUR DE FORCE (2010) del mallorquín Joan Morey, que planteaba un viaje performativo en limusina por varios escenarios cotidianos barceloneses vinculados directamente con aspectos abstractos de la epidemia. Mucho más reciente, en Rosa Winkel (2017), Andrés Senra fijaba en un luminoso neón el triángulo rosa invertido, signo de la estigmatización bajo los nazis, llevándolo a expresión de un continuum simbólico de esa marginación: el triángulo fue utilizado desde el principio por Act Up como logo, para mostrar visualmente el sentir amenazado del colectivo.
Las piezas más recientes son apenas del año pasado: los lienzos que Gori Mora ha dedicado a los miedos a las relaciones y el contacto, en pinturas como Embrace (2023): miedos que se replicaron durante la pandemia del covid. Entre otros muchos trabajos, algunos también memoria del activismo más puro: los homenajes a víctimas y las manifestaciones espontáneas en la isla desde principios de los años noventa a la actualidad.